Las noticias de la semana pasada reflejaron cierto grado de optimismo respecto a la participación de los electores. Si bien hubo un incremento en la participación, el 40% del electorado es todavía, para algunos, un número relativamente bajo.
En diálogo con La Mañana, el académico y ensayista Aldo Mazzucchelli aseguró que la desconfianza de la sociedad frente a la política es un fenómeno que viene en aumento y se vio acentuado, en parte, a partir de la crisis norteamericana ocurrida en el año 2008. En este sentido, comentó que el hecho agudizó a mucha gente la sensación de que “el sistema político funciona, a menudo, como una aspiradora que transfiere recursos, del sector al sector financiero, por un lado, y a sectores corporativos, o a una estructura burocrática que parece excesiva, por otro”.
Además, subrayó que existe una impresión de que la política no ha logrado mejorar la cuestión más fundamental: la educación. “Hay, también, una sensación de que muchos políticos y funcionarios de confianza que cobran sueldos relativamente altos y no saben qué hacer”, añadió. De igual forma, señaló la existencia de un pensamiento proveniente de muchas personas en cuanto a que los gobernantes se encuentran en sus puestos por una actitud obsecuente y no por su capacidad.
Mencionó, en otra línea, una sensación de opacidad respecto a los controles necesarios en toda estructura republicana. “El Tribunal de Cuentas ha observado innumerables gastos en el Uruguay, por ejemplo, durante gobiernos de diversos partidos, y todos sabemos que esas observaciones se han ignorado sistemáticamente”, expresó. La no otorgación de presupuestos a organismos encargados de velar por la transparencia y la anticorrupción son un elemento más que se suma a una lista que aumentaría la desconfianza.
“Algunos nos planteamos si los políticos uruguayos tienen algún tipo de preocupación con el Uruguay como nación, como proyecto propio”, sentenció Mazzucchelli. Opinó que muchos de ellos parecieran comportarse en una especie de piloto automático digitado por agendas globales sin plantearse en qué aspectos se podría ejercer la soberanía. En esta línea, aseveró que los políticos uruguayos de las últimas generaciones “vienen pareciendo, a menudo, administradores locales de tendencias globales”.
Pero, en definitiva, estos factores se identifican, según el pensador, por cuestiones generales de falta de sentido o propósito de las estructuras históricas de la república, la nación o la democracia. De esta forma, enfatizó en que en los tiempos actuales “cualquier forma virtuosa de política está amenazada de muerte por un juego retórico y publicitario, el cual la gente lo siente y, por lo tanto, se retrae”.
El fenómeno fake news, que hace referencia a la divulgación de noticias falsas, cobró un lugar especial en la agenda electoral. Varios casos de difamaciones se registraron durante la campaña, tanto en la oposición como en el oficialismo. El uso masivo de redes sociales y la aparición del whatsapp colaboraron para que la difusión se acrecentara con velocidad. Para Mazzucchelli este fenómeno no es nuevo, sino, por el contrario, se trata de un hecho antiguo potenciado por medios nuevos, cuya esencia siempre ha existido. “El problema es cuando un grupo de medios, o una institución, pretende darse a sí misma el derecho de decir qué informaciones son verdaderas y cuáles son falsas. Eso es lo nuevo, y es lo peligroso. Contiene una semilla de autoritarismo que es difícil no ver”, concluyó.
La necesidad de medios transparentes
La Antigua Grecia es considerada como la cuna de la civilización Occidental y, por lo tanto, el lugar donde se asentaron las columnas de la democracia actual. Para muchos filósofos, la manera de comprender la política proviene de aquel tiempo, y se basa, sobre todo, en la mirada platónica y aristotélica.
Es decir, por un lado, la idea planteada por Platón de que el mejor gobernante es el filósofo, dado que entiende mejor lo que el pueblo necesita, frente a la afirmación de Aristóteles de que la ciudadanía es un colectivo más inteligente de lo que se podría pensar y, por lo tanto, elige mejor.
Pero, en nuestros días, para el filósofo, comunicador y docente, Facundo Ponce de León, la democracia, que debería ser más aristotélica, está repleta de episodios platónicos, donde aparecen líderes mesiánicos u omnipotentes, según dijo en conversación con La Mañana, aunque también apuntó a que su referencia abarca a los grandes líderes mundiales. A pesar de ello, evaluó que en las pasadas elecciones internas se consolidaron liderazgos republicanos, sobre los cuales el diálogo está abierto. Ayudan a este factor el nivel de votación y la cantidad de partidos que participaron, remarcó.
A la vez, Ponce de León hizo referencia a la necesidad de atención por parte de los medios y las personas públicas de que su producción comprenda un elemento de construcción de ciudadanía presente, dado la influencia que ejercen, en mayor o menor medida, en la decisión final del electorado. “Tenemos que trabajar con medios confiables, chequear las informaciones que recibimos y no transmitir cosas que nos parecen que dijeron”, recomendó.
En esta transmisión de ideas que generan tanto los medios como los políticos, los jingles aparecen como un elemento de marketing que trata de posicionar a determinada persona o partido en, ciertas ocasiones, a través del uso del humor. Un caso de estos podría tomarse del audio que promocionó a Maneco Lovatto, el productor de sandías candidato a alcalde en Tranqueras, que finalmente recogió la tercera lista más votada en Rivera. Para Ponce de León es más peligroso evitar que en la política no exista humor, y lo señaló como una buena herramienta.
Con miras hacia octubre, señaló que se tratará de una “elección súper apasionante” para ser analizada y seguirla de cerca, dado que la izquierda uruguaya se encuentra en un momento donde se pone en juego el ganar su cuarto mandato con un recambio generacional evidente. “Tanto si gana como si pierde se abren dos escenarios muy desafiantes de lo nuevo que se viene”, indicó.
Dos interpretaciones sobre el fenómeno Sartori
Para Mazzucchelli, la raíz de la democracia en el país ha sido cuestionada tras el denominado “fenómeno Sartori” que ha hecho que “el cinismo que reina en la sociedad, en donde parecería que todo ha pasado a ser cuestión de plata, se haga visible en la política”. De este modo, expresó: “ha sido notorio que ha pagado la militancia y comprado votos, por así decirlo. No es el primero, y dudo que haya sido el único”. Aunque agregó que fue el que lo hizo de forma más abierta. No obstante, el académico insistió en que la política debe educar en lugar de normalizar “que alguien con dinero aproveche la ventaja para desenganchar la conciencia individual de los ciudadanos en su ejercicio de la ciudadanía”.
Por último, expresó: “Si solo se trata de comprar, entonces los ciudadanos podríamos establecer abiertamente un mercado de votos, para intentar vender los nuestros a mayor precio. Y al final de la elección, sabríamos a ciencia cierta que nada nos une a quien salió electo, pues fue una transacción fría. Sería el fin de cualquier política de ideas, por cierto”.
En contraste, Ponce de León opinó que, tras este fenómeno, Uruguay perdió la oportunidad de que pasen cosas mucho más interesantes. El filósofo valoró como positivo para la política la llegada de una figura nueva a un partido fundacional. “Creo que el modo en que se precipitó la última fase de la campaña generó una ruptura entre la novedad y la tradición que hizo mal a todos, tanto al nuevo candidato como a las viejas estructuras”. Según dijo, se trató de un pasaje que no fue armónico en el cual ni el Partido Nacional ni Sartori le sacaron provecho.
“Es un candidato nuevo, empresario y con experiencia mundial que conoce muchas cosas y trae gente de afuera. En vez de que eso sea un momento de aprendizaje para la política, se generó un mal manejo por una falta de delicadeza en las estrategias de campaña, que creo que es una mala noticia para todos”, evaluó.