Antes de comenzar con tema alguno, quiero agradecer la invitación del ahora semanario La Mañana, a escribir en sus páginas. Para los de nuestra edad es, además, un recuerdo fuerte de nuestra niñez y juventud. Saludo la iniciativa de su relanzamiento.
Y siguiendo con recuerdos. Siempre quedó firmemente grabado en mi mente, un día de escuela en clase de geografía, cuando me referí a Uruguay como país subdesarrollado e inmediatamente la maestra saltó de su asiento y me corrigió, con cierta ansiedad y nerviosismo. Me dijo: ¡No! ¡No somos un país subdesarrollado! ¡Somos un país, en vías de desarrollo! Pasaron cuarenta y seis años y seguimos siendo un país en vías de desarrollo, pero más endeudado, con más problemas de seguridad y convivencia y con más dificultades en casi todos los puntos que analicemos.
He pasado ya el medio siglo de edad y desde que tengo recuerdos políticos, que por cierto fueron bastante tempranos, no he escuchado, otra cosa, más que la urgente necesidad de reformar la educación, la salud, la economía y ahora la seguridad. Y podríamos seguir. ¿Qué, no necesita una reforma profunda en nuestro país? La lista sería interminable.
He leído decenas de diagnósticos, he escuchado referencias a modelos de los más disímiles, de alejados e incluso, recónditos lugares. Países que tuvieron éxito y que, por tanto, deberíamos copiar a rajatabla, porque seguramente su éxito pasaba por su modelo. Para muestra basta un botón, reza el viejo refrán, pero vamos a mencionar dos o tres botones. Nueva Zelanda y Singapur, por ser los más mentados y la nueva estrella, Finlandia.
El hecho es que siempre queremos copiar a quien ya tuvo éxito, en vez de desarrollar un plan estratégico propio o al menos intentar copiar a quien hoy se está desarrollando con éxito. Esta inspiración, en modelos estrictos, me hace imaginar a Bill Gates en Silicon Valley, imitando a Henry Ford y poniéndose a fabricar Ford T. El éxito de esos países está basado en las decisiones que tomaron hace décadas en función de su visión de futuro, como un árbol frondoso que tiene sus bases en sus viejas raíces.
Si hay algo que nos caracteriza, es la poca importancia que le damos, al menos en la gestión política, a la visión y al análisis estratégico.
Hacemos, cada cinco años, bonitos programas de gobierno que cambiamos cinco años después. Lo importante, lo impostergable es introducir a los jóvenes en la discusión política.
No mucho tiempo atrás, un grupo de muchachos me pidió que les hablara sobre básicos temas políticos. No sabiendo por dónde comenzar, decidí elaborar un sistema sencillo, amigable, como dicen ahora. Me referí a que, desde tiempos inmemoriales, todo se reduce a buscar primero la sobrevivencia y luego el bienestar, que para eso nos habíamos organizado en sociedades, cada vez más complejas. Los grandes temas no han cambiado mucho. Comencé a hablarles del aire, del agua, del alimento y del abrigo, incluyendo en éste último, la ropa y el techo y luego la seguridad, en todos sus aspectos, salud, civil, social, jurídica, etc.
¡Ah! – exclamó un regordete y vivaz mozalbete- ¡Las cuatro A! – Aire, Agua, Alimento, Abrigo.
Comencé a reír e intenté decirle que era más complejo, pero a poco de hablar, noté que iba perdiendo la atención del grupo y decidí ceñirme a aquel simple modelo, que sí comprendían y que sí les generaba interés. Lo que produjo una animada en interesante conversación, de la cual saqué buen provecho, ya que esa herramienta les había facilitado el análisis y por tanto la capacidad propositiva.
Surgieron luego, otras combinaciones de letras, como las “cuatro E”, Educación, Energía, Ecología y Economía, y en todos los casos surgieron visiones e incluso propuestas más que interesantes.
No es que los jóvenes hayan perdido el interés en la política, es que necesitan otros enfoques para abordarla. Ellos manejan las computadoras y nosotros queremos que usen máquina de escribir. Imposible.
Hay muchos pensadores nuevos que vale la pena traer al tapete. Como sencillos ejemplos: el muy pragmático e inspirador Günter Pauli, la interesantísima Carlota Pérez con sus propuestas de modelos de desarrollo y la esclarecedora Mariana Mazzucato, cuya obra comencé a conocer muy recientemente, gracias a los buenos consejos de un estimado, aunque ocasional contertulio.
Pero el tiempo y el espacio se han acabado y debo darle un cierre abrupto a esta nota. Ya habrá otras oportunidades de continuar con estos tópicos.