Internas de junio de 2019 dejaron un panorama despejado rumbo a los comicios nacionales de octubre y/o noviembre de este año. Dilucidados eventuales pleitos domésticos, los partidos políticos han elegido ya en casi todos los casos sus fórmulas presidenciales. Ahora es la hora del debate nacional, de pensar en el presente y en el futuro del país, contrastando visiones y propuestas.
El Partido Nacional emergió fortalecido de la elección interna: con Luis Lacalle Pou como su candidato a la Presidencia de la República, con una fórmula consensuada y complementaria, con un Programa de Gobierno del sector mayoritario (con el que convergerán las propuestas de los otros sectores). Más importante aún, Lacalle Pou reafirmó su voluntad de realizar una campaña de oposición al gobierno del Frente Amplio, basada en las amplias coincidencias de los partidos de oposición, apostando a inaugurar una era diferente en nuestra civilización política: la de una coalición de gobierno conformada por mucho más que dos partidos políticos, que pueda dar cauce a las diversas perspectivas legítimas de los ciudadanos que sienten que es ahora el momento de cambiar.
El candidato nacionalista ha sido claro en sus premisas. Es el momento de la responsabilidad, de poner al país en el centro de nuestra decisión y de honrar a los partidos como instrumentos de la voluntad ciudadana. De ser mejores, no por el epíteto descalificador lanzado al adversario, sino por la convicción y el trabajo sobre las propuestas. Ratificando lo que decía Aparicio Saravia, en carta a su hermano Basilicio, y que tanto nos gusta recordar a los nacionalistas: “La Patria es el poder que se hace respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no mancilladas; la patria es el conjunto de todos los partidos en el amplio y pleno uso de sus derechos; La patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo” (Caraguatá, 6 de mayo de 1897).
El ciclo de gobierno del Frente Amplio se encuentra totalmente agotado.
En estos años, el país ha experimentado varias transformaciones increíbles: una de ellas es su crecimiento, que lo convirtió en una economía de un tamaño tres veces mayor a la de comienzos de los años dos mil, a través del apalancamiento de la demanda agregada del Asia Pacífico.
Ventana de oportunidad irrepetible para el desarrollo, la prosperidad que los gobiernos del Frente no crearon, pero disfrutaron, fue desaprovechada en todos los campos: en la reforma del Estado, que no llegó; en la educación (que enfrenta una seria crisis comprometiendo el futuro de miles de jóvenes); en la desinversión logística y en el enorme déficit fiscal. Se compromete la competitividad de sectores fundamentales de la producción primaria, como la lechería, o el arroz, mientras que los costos de producción vuelven inviables el desarrollo de la trama económica y social del país, basada en la micro, pequeña y mediana empresa.
La situación social es preocupante, con un tercio de la población activa con problemas de empleo, con un crecimiento peligroso de asentamientos irregulares en los que la población carece del acceso a servicios fundamentales; con la profundización de la segmentación residencial, con la presencia del narcotráfico reclamando control territorial y mostrando su anclaje en determinados segmentos institucionales. La política de seguridad ciudadana es un fracaso total, que amenaza con precipitar al país en la anomia y en la denegación estructural de justicia. Se mantiene a las Fuerzas Armadas con un segmento sustancial de su personal en condiciones de pobreza.
Y mientras tanto, un día sí y otro también, el gobierno hace gala de su escasa consideración por aspectos fundamentales del estado de derecho, como se advierte en la publicidad oficial puesta al servicio del partido gobernante, o en su ilegal apoyatura a la dictadura venezolana.
Frente a una situación como esta, no está en juego un objetivo sectorial: el triunfo de tal o cual partido, sino la necesidad de hacer posible la transformación del país en aspectos estratégicos como la libertad, la seguridad, el bienestar de su gente y del desarrollo del Uruguay. Banderas nacionales, tarea de todo un país. ¡Es ahora!