El vino uruguayo tiene que “focalizarse en la calidad”, dijo el presidente del Inavi. Además de la calidad, también “nos diferenciamos por la trazabilidad y porque las mayorías de las bodegas uruguayas son familiares”, una condición que “vale mucho a nivel internacional”.
La vitivinicultura local se remonta a los orígenes de la Banda Oriental con la llegada de los colonizadores españoles los que trajeron las primeras cepas de uvas destinadas al consumo familiar. Desde entonces Uruguay tiene una larga historia que se remonta a nuestros días y que se proyecta al mundo con vinos de calidad que nada tienen que envidiar a los mejores de la región, según dijo el enólogo Ricardo Cabrera, que desde fines de mayo preside el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi).
“En cuanto a calidad, Uruguay está posicionado en un primer nivel con un control estricto y con seguimiento muy cercano en la plantación, la cosecha, la elaboración del vino, y de los productos”, dijo a La Mañana. “Tenemos calidad pero nos falta cantidad”, aseguró. Si nos comparamos con la región, “básicamente Argentina y Chile, estamos en muy bien, también en cuanto a Brasil y países de Europa. Exportamos a 51 mercados y apostamos a consolidarlos y crecer. El mercado más importante es Brasil, donde se coloca la gran mayoría de la exportación”.
Lo que dan la calidad son las variedades, y éstas son “similares” a las del “primer mundo gracias a la reconversión que se realizó en la segunda mitad de la década de los ‘90”, comentó Cabrera, y adelantó que “ahora estamos pensando en reactivar ese plan para cambiar el parque varietal en el sentido de renovar cepas para continuar con la producción bajando costos, y a su vez agregar tecnología a las bodegas que sería una parte de ese plan, y en tercer lugar está la comercialización y el marketing. Estamos trabajando en la concreción de un borrador para esa reconversión que va a llevar un tiempo pero tenemos esperanzas de que se pueda concretar”, comentó.
Además de la calidad, también “nos diferenciamos por la trazabilidad y porque las mayorías de las bodegas uruguayas son familiares”, una condición que “vale mucho a nivel internacional” aunque también tenemos “bodegas a gran escala que también se diferencian por muy buena calidad y son competitivas a nivel internacional”.
En el mundo “el vino uruguayo es muy requerido”, fundamentalmente “los blancos como tintos, también rosados, pero los blancos y tintos son muy requeridos y participamos en todas las ferias internacionales” con “posibilidades de afianzar mercados y conseguir nuevos compradores. Hay muy buena calidad varietal, las variedades de uvas que se cultivas en el mundo se adaptan perfectamente al terroir nacional y eso da una diferencia completamente particular”, destacó Cabrera.
La vinicultura en la geografía de Uruguay
La zona tradicional de la vitivinicultura uruguaya es Montevideo y Canelones. Los inmigrantes españoles e italianos “que eran viticultores en sus países de origen y vinieron con esa herencia, y fueron creando sus establecimientos. Eso se desarrolló y pasó a la zona norte, en Salto y Paysandú” incluyendo “viticultores locales que pusieron sus propias bodegas”. Pascual Harriague “fue pionero en la introducción de la variedad Tannat y estaba instalado en Salto, en un viñedo que se llamaba La Caballada, tenía su propia bodega”, recordó.
Han vuelto a “las plantaciones de Salto, también las hay en Paysandú, Colonia, básicamente bodegas doble propósito, turísticas y de producción, bodegas con posadas que dan la posibilidad de hospedarse. Colonia siempre se destacó en el rubro recibiendo turismo argentino con la posibilidad de visitar la bodega, quedarse y ver todo el proceso”. También en Maldonado “las tierras son excelentes para el cultivo de la vid”, valoró.
La realidad es que “en todo el Uruguay se puede plantar uva con cosechas muy buenas pero con diferentes valores sensoriales según la zona. No es lo mismo un vino del sur que un vino del norte o del este. Son vinos distintos y cada uno tiene sus características especiales. El sur tiene suelos más pesados, más ricos en materia orgánica, en Maldonado suelos más pobres con piedra pero con la influencia oceánica, en Carmelo y Colonia hay variedades muy tradicionales que tienen la influencia del microclima que se crea en esa zona con el Río de la Plata. Tenemos diversidad de características que hacen a la producción y a la excelente calidad”.
Se generan hasta 40.000 empleos
Como actividad generadora de empleo la vitivinicultura nuclea entre 35.000 y 40.000 personas que son propietarios, operarios, peones, arrendatarios, empleados de establecimientos, vinicultores, distribuidores o, comerciantes, es un número “muy importante para la economía y el trabajo nacional”, expresó Cabrera.
Para la producción nacional, el coronavirus “fue un desafío positivo porque se está vendiendo más del 30 % comparado con los mismos meses del año pasado. Quizá sea por la cuarentena voluntaria, o porque la gente se recluyó más en sus casas, pero se incrementó la venta de vino nacional y es una gran noticia porque estamos en una producción que no va a tener sobrestock y eso es una buena noticia”, dijo el enólogo.
Por otra parte, este año la calidad de los vinos nacionales “es excepcional, con una vendimia que fue realmente de libro porque se ven todas sus condiciones espectaculares pese a todos los pronósticos de que cayeran las ventas”.
Diferente es el tema de las exportaciones porque las colocaciones en el exterior tuvieron “una caída del 25 %” respecto a igual período de 2019. “Pero tenemos muy buena venta en el mercado nacional y eso abre las esperanzas de que podamos seguir así y que cuando se solucionen los inconvenientes de la pandemia podamos seguir exportando como lo estábamos haciendo. La exportación no es fácil, hay países que compiten con otros costos de producción pero nosotros tenemos como diferencial la calidad y tenemos que hacer base en eso. Tenemos que focalizarnos en la calidad”, reiteró.
Consultado sobre los temas que Inavi tiene en carpeta, dijo que éstos pasan por “la reconversión de variedades de cepas, tecnología en las bodegas, ayudar la comercialización en el exterior, brindar cursos a funcionario del Instituto y de fuera para que la gente conozca bien esta industria, también un proyecto de bodegas turísticas con una campaña que se lanzará en julio para fomentar el turismo interno porque con la pandemia el turismo va a ser local, también trabajar en la gestión del instituto y ayudar en la apertura de mercados”.
“Apostamos a un consumo moderado e inteligente”
El enólogo Ricardo Cabrera, dijo que Uruguay “ha perdido la costumbre del vino”, y corresponde al Inavi jugar un papel más importante en “la educación” en el consumo de vino, para que el país “haga una transición cultural”.
“Apostamos a un consumo moderado e inteligente. Uruguay tiene una muy buena tradición de consumo de vino, generaciones tras generaciones se fueron trasladando los conocimientos sobre las bondades del consumo del vino en forma moderada”. “Es importante que la gente consuma en forma moderada, inteligente, sin excesos porque el vino no da para excesos como las bebidas destiladas”, dijo.
Destacó que la tolerancia cero como límite para las personas que conducen ha tenido una consecuencia negativa en el consumo. “Ese es un tema que nos preocupa mucho. Somos liberales en todo sentido pero también en cuanto a respetar la libertad de las personas, y nos parece que el consumo moderado e inteligente no tiene que estar reglamentado por la intolerancia que marca el cero como tolerancia”.
En realidad “el cero absoluto no existe porque usted se hace un enjuague bucal o come un ensalada con aceto balsámico que tiene alcohol en cantidades mínimas, eso ya le va a acusar” la presencia de alcohol en sangre. “0,3 o 0,5 es apenas una copa o copa y media de vino, y no está demostrado que la siniestralidad del tránsito se debe a factores de tolerancia que estén entre 0 y 0,5”.
“0,5 sería una medida adecuada, además somos espejo en lo que pasa en Europa que tiene mucho más parque automotor que nosotros y tiene entre 0,5 y 0,8 con un índice de siniestralidad en el tránsito que es la tercera parte del Uruguay. Uruguay tiene 13,1 cada 100.000 habitantes y Europa 3,4 con 0,5 o 0,8 de tolerancia alcohólica”, argumentó.
En Argentina, las provincias de Mendoza y San Juan, tienen una tolerancia de 0,5. “Son provincias vitivinícolas que saben lo que hacen y nosotros tenemos que copiar lo bueno y tenemos que educar, porque básicamente pasa por la educación”.
“Lo que planteamos es que haya una tolerancia de 0,3 o 0,5 y por encima de eso haya una multa, y que los profesionales no puedan manejar con alcohol más de 0 %”, concluyó.
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