Hace algunos años traje de la casa de mi abuelo una valija con cientos de fotos que encontré en el garaje. Como suele suceder, la mayoría carecía de datos identificatorios, sin embargo en esta mi abuela se había ocupado en anotar: «Comisión del club “23 de Marzo” con el barítono Damiani que intervino en la fiesta de El Libro». En un ángulo del paspartú se lee «J. Chabalgoity, Santa Lucía, 1928». Se la envié a mi amigo Fernando Damiani y me respondió mandándome una foto de su abuelo con Gardel. En ese momento no sabía que esa foto también era de 1928. Con ocasión de los 85 años de la muerte del Mago -el 24 de junio próximo pasado-, mi amigo publicó esa misma foto en su página de Facebook. Me comuniqué con él para saber un poco más y me derivó a su hermano Juan. Es «el historiador de la familia», me dijo.
La foto con Gardel está tomada a bordo del Conte Rosso, el 12 de junio de 1928. El buque iba hacia el Río de la Plata llevando de regreso, por lo menos a Damiani y a Gardel. Los restantes personajes son: la bailarina francesa Margueritte Vignon, al costado de Damiani, un pasajero de nombre José Ganduz y en el extremo, el bajo polaco Adam Didur que ese mismo año se casaría con la francesa. Damiani venía de triunfar en La Scala de Milán, ¿qué hacía en el club santalucense? Yo amo Santa Lucía, es la tierra de mi madre, pero de la sorpresa pasé a la admiración. Se necesita una gran fuerza de espíritu para resistir la tentación de la riqueza, el orgullo y la vanidad. Me pareció que valía la pena salir en busca del Damiani persona. No del cantante famoso sino del portador de valores. Esos valores que el mar de la posmodernidad se ha ocupado tan eficientemente en diluir.
De modo que me contacté con Juan Damiani. El diálogo fluye como el de viejos amigos que continúan la charla de ayer. Le pedí que me explicara la foto porque algunas fuentes hablan de una amistad entre el tacuaremboense y don Víctor Damiani.
«Amistad…, no. Gardel tenía una gran admiración por los cantantes líricos y, en particular, por mi abuelo». Ambos habían estudiado con el mismo maestro de canto: el barítono italo argentino Tulio Quercia. Gardel tenía como referentes a Tito Schippa, a Tita Ruffo, a los grandes cantantes de la época entre los que estaba Damiani. «Los dos estaban en la mejor de sus épocas y entonces se encontraban, eran famosos los dos, y en las travesías en barco que duraban un mes, coincidían. Mi abuelo le enseñaba a cantar, a impostar la voz, gestos…».
¿Por qué Santa Lucía?
«Los Damiani vinieron de la provincia de Savona a Montevideo a fines del siglo XIX. Era mi bisabuelo con su esposa y tres hijos, el mayor de los cuales era sacerdote. Aquí nacerán otros más. A la muerte de mi bisabuelo y como a Fernando lo nombraran cura párroco de la iglesia de Santa Lucía, como cabeza de familia se lleva a su madre y a sus hermanos a vivir con él. Por eso la relación con Santa Lucia. Mi tía abuela María Luisa tocaba el piano y un día viene el afinador y escucha a mi abuelo, que era un niño, y queda muy impresionado con su canto. De ahí arranca la historia, de Santa Lucía, ni más ni menos. De allí se va a Bélgica a estudiar a Lovaina y después a Barcelona. Era muy chico, doce o trece años… Y a mi abuela, que era de Montevideo, la mandan como pupila al Colegio de las Alemanas en Santa Lucía, que quedaba patio con patio con la casa de los Damiani. Mi abuela siempre decía que se había enamorado de mi abuelo oyéndolo cantar, porque lo conoció por la voz antes de verlo personalmente. Por eso a mi abuelo le encantaba ir a pasar el día a Santa Lucía. Si algo no le gustaba era andar por el mundo, salvo dentro del teatro, en el escenario. Lo que realmente disfrutaba era la vida en familia».
En familia
«Viajaba toda la familia. Mis abuelos y sus tres hijos: Margarita, la mayor (nacida en Montevideo); Fernando, que era mi padre (nacido en Milán) y Jorge (nacido en Génova). No era muy común ver un cantante lírico trasladarse con su familia, a lo sumo alguno viajaba con su mujer… En ese viaje que registra la foto -Jorge todavía no había nacido-, seguramente enternecido por esa imagen familiar, Gardel le regala una muñeca a Margarita».
En casa siempre se habló de la conducta intachable del abuelo. Bueno…, las historias familiares tienen cierta parcialidad… Pero saliendo al mundo, hablando con otras personas, contrastando testimonios y escuchando las mismas cosas, se verifica que son ciertas.
Cuando mi abuela hizo la donación de los trajes y parte del archivo al Teatro Colón, yo la acompañé. Y estaba con el director del museo en el hall del teatro cuando aparece un musicólogo, un hombre muy mayor y me lo presentan. El hombre me mira, se abraza a una de las columnas y me dice: “¡Damiani, Damiani es una columna de estas para el teatro Colón! No solamente en lo profesional, era una excelentísima persona y agrega con la misma admiración: “siempre andaba con su mujer”. Yo me quedé petrificado. En un ambiente que no era de lo mejor, donde entre bambalinas…, desde drogas hasta lo que se te ocurra…, que anduviera siempre con su esposa pasaba por una rareza».
Con el padre Pío
Lo conoció a través de su hermano que lo llevó al convento de San Giovanni Rotondo. Toda la vida estuvieron vinculados. Cuando le avisaban al P. Pío que había llegado Damiani, salía corriendo a recibirlo dejando la larga fila de aspirantes al perdón de sus pecados. Lo llevaba a la iglesia, le pedía que le cantara a la Virgen y lo escuchaba extasiado.
Víctor Damiani fue un hombre de fe. Su hija Margarita cuenta que el día de su fallecimiento «se levantó temprano y se fue a confesar y a comulgar en la misa dominical, que nunca faltaba, después salió con todos los discípulos al establecimiento de San Pedro de Timote; al atardecer se realizaría el concierto con la participación de todos sus discípulos y al final cerraría papá el acto cantando la romanza de Andrea Chenier “Nemico de la Patria”. Al final de la romanza debía decir “En un solo abrazo a todo el mundo amar”. Agradeció al pianista y cayó muerto, gran final de su vida y de su arte».
Tal vez ahora se ocupa enseñando a cantar a los ángeles.
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