Linda semana para escribir.
Hay varios temas a los que podríamos “hincarle el diente” para hacer esta columna-cuentito semanal. Podría ser de política, denuncias, leyes aprobadas, archivos, Cendoya…
Creo que de este último se podría lograr un best seller, o por lo menos un manual de cómo fabricar justificaciones o excusas.
Pero me voy a ocupar de una de las más llamativas declaraciones, que no vienen del ex “peso pesado” de URSEC, vienen de la mano o de la boca del inimitable intendente de Montevideo, Di Candia.
Hombre de variados recursos y acciones, constantemente nos hace pensar con sus sesudos análisis o declaraciones.
Esta semana nos hizo reflexionar acerca de lo más importante y lo no siempre valorado: la convivencia y el amor.
Con una seguridad que hizo temblar al mismísimo Cupido y suspender el envío de flechas, declaró, palabras más palabras menos, que no estaría relacionado emocionalmente con una persona que no tuviese la misma ideología política que él.
¡Caramba que se ha limitado el intendente! Se cuenta que hay una fila de pretendientes que aspiran por lo menos a escribir algunas líneas en el libro de la vida junto a él.
Y los hay también de derecha y del centro del espectro político capitalino.
Pero quedó claro que la limitante expuesta por el capo municipal los deja fuera de cualquier pretensión.
Si usted no es comunista, marxista socialdemócrata, tupamaro, progresista, de izquierda cristiana, feminista, de la vertiente, del PVP, prochavista, admirador de Evo y/o defensor militante de la lgbtq+, no tiene posibilidad ninguna de vincularse al Sr. Di Candia.
No lo intente, puede llevarse una enorme decepción por el rechazo del que puede ser víctima.
Ahora que digo decepción y rechazo, me vino a la mente un hombre de apellido Sastre, al cual no había mujer que le dijera un “sí quiero” a su propuesta de matrimonio.
Cada vez que este hombre sentía cierto afecto por alguna de las muchachas del pueblo, rápidamente intentaba establecer una relación romántica, cosa que lógicamente no era recíproca, situación que lo llevaba a la tristeza decepción y al alcohol.
Y andaba por los boliches cantando coplas al amor negado y llorando su desgracia.
Él no lograba entender el porqué de tantos y continuos rechazos.
Algunos de los parroquianos intentaban explicarle, a fin de levantarle el ánimo, que las muchachas en el pueblo se negaban a su compañía porque conformaban una especie de secta para rechazarlo.
Pero la verdad del problema radicaba en que a sus conocidos vicios – alcohol, tabaco, caballos y timba- se sumaba el apellido.
Ninguna quería ser la mujer “de Sastre” haciendo con el apellido un juego de palabras.
Por eso lo rechazó “la Chicha”, la más linda del pueblo. Ella era de apellido Mas… hubiese sido “Más de Sastre”.
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