Las autoridades deberán enfocarse en diseñar una política de refinanciación que les permita a las empresas subsistir tras el golpe generado por la pandemia, opinó el Dr. Federico Graglia en diálogo con La Mañana.
En el año 1984, a dos años de la ruptura de la tablita, Graglia era procurador y empezó a trabajar en el área jurídica del NMB Bank, ex Banco Financiero Sudamericano (Bafisud).
En ese entonces, a los efectos de que no cayera el sistema bancario nacional, el Banco Central del Uruguay (BCU) absorbió la cartera pesada de deudores que eran parte de la banca privada, recordó el especialista.
Los bancos vendedores de esas carteras se habían quedado con la administración jurídica, por lo cual tenían que hacer los trámites judiciales y extrajudiciales para tener la cobranza de esas carteras de gente que después de la crisis del 82 había quedado endeudada con la banca privada y que pasó a ser deudora del BCU.
Ahí fue cuando el Bafisud transfirió su paquete accionario al NMB Bank, que más tarde fue ING Bank y terminó siendo finalmente el Banco Comercial.
En el 84, lo que se procuró fue hacer un recupero tanto en el ámbito judicial como en el extrajudicial. El Dr. Graglia se ocupaba mayormente de las ejecuciones, aunque en la mayoría no se pudo efectuar la cobranza, dado que la crisis del 82, tras el quiebre de la tablita, había dejado a personas endeudadas en dólares y con cifras que eran “impagables”.
Eso “fue lo que llevó a la quiebra a una cantidad importantísima de empresas”, rememoró. El Bafisud tenía créditos fundamentalmente con la industria y el comercio, y muchas de esas empresas terminaron desapareciendo porque tenían deudas en dólares muy altas y era inviable refinanciarlas, pues no tenían forma de pagar. En esos casos, según explicó, era más conveniente ir a la quiebra y a la larga abrir compañías nuevas bajo otras razones sociales.
Luego de trabajar en el banco, en los años 90, el abogado comenzó a defender a varios de esos deudores. Algunos eran estancieros que tenían grandes deudas, pero que gracias a recursos judiciales pudieron preservar parte de su patrimonio, a pesar de las ejecuciones que intentaron los bancos para rematar sus bienes.
Los aprendizajes de las crisis y un sistema bancario sólido
Para el profesional, la crisis del 2002 no fue tan grave como la del 82, debido a que en 2002 hubo una contemplación mayor hacia los deudores, a quienes se les dio bastante más refinanciación. Eso hizo que subsistieran muchas empresas que estaban técnicamente quebradas. “No fue tan sanguinario como en el 82, que se pretendió únicamente cobrar mediante el modo de ejecución judicial”, puntualizó.
De acuerdo con su visión, con la crisis que desató la pandemia del COVID-19 va a suceder algo similar, dado que la situación se podrá solucionar, no mediante la ejecución judicial de los créditos, sino a través de la refinanciación.
Esta inesperada epidemia generó la paralización de prácticamente todo lo que es retail, por lo menos, durante cuatro meses, incluso con el cierre de los shoppings.
“Esos empresarios, que para financiar sus producciones o su traída de productos de China acudieron al crédito como es normal, no pueden pagarlo, y recuperar las ventas les va a llevar un tiempo muy importante –por lo menos, un par de años-. Mientras tanto, los créditos se les van a vencer y los bancos van a tener que definir qué hacer con esos deudores. Si deciden ejecutarlos van a cobrar poco y van a hacer desaparecer gran parte del comercio y de la industria nacional”, advirtió.
Es por esto que considera que la única solución viable es dar a los empresarios una refinanciación a largo plazo, limitar las tasas de interés y no cobrar intereses moratorios, máxime cuando hoy los bancos están en una situación mucho más “cómoda” que en el 2002 y en el 82 en cuanto a su capacidad económica.
Algo así es lo que está pasando en Estados Unidos y en los principales países del mundo. Sin embargo, “acá siempre es difícil tomar estas determinaciones porque existe gran presión de la banca y de los acreedores”, opinó. De todas maneras, remarcó que “si las autoridades actuales no toman actitudes claras y firmes en cuanto a hacer una política de refinanciación amplia, se va a generar una catarata de concordatos y de quiebras que va a ser muy similar a la del 82, que mantuvo al país paralizado económicamente, prácticamente por 15 años”.
Entre otras cosas, para evitar que la historia se repita, se deberán flexibilizar las condiciones de acceso al crédito impuestas por las normas bancocentralistas, contemplando la situación “extraordinaria” que el país está atravesando.
Tanto en el 82 como en el 2002, los bancos no tenían capacidad para otorgar esos créditos, expresó Graglia. Por eso en el 82 el BCU absorbió todas las carteras pesadas, para que el sistema bancario subsistiera. No obstante, aseguró que en la actualidad dicho sistema está bastante firme y sólido como para poder asumir las refinanciaciones y así impulsar la actividad económica.
“Eso significa no cobrarles la deuda ahora, darles nuevos créditos y bajar los intereses, que en este país son horrorosos. Los bancos uruguayos tienen liquidez y podrían otorgar créditos, si el Estado lo permitiera, en condiciones racionales, pero hoy son tantas las exigencias del BCU a los bancos para hacerlo, que no lo pueden hacer; solo si el empresario gana dinero y tiene balances positivos, que en este momento son los menos”, aseveró.
Seguro de paro: medida positiva pero que no soluciona el problema
Con el objetivo de aliviar la carga de los empresarios en estos meses de baja actividad, el Ministerio de Trabajo ha puesto el foco en la herramienta del subsidio por desempleo. Actualmente, como muchos comenzaron a vencerse, ya ha otorgado algunas prórrogas a firmas que todavía siguen paralizadas.
Para el experto, las medidas tomadas en ese aspecto son positivas, pero no constituyen una solución definitiva. “El seguro de paro lo que hace es que una empresa que tiene problemas no tenga que sustentar una carga laboral tan importante. Esa flexibilización puede ayudar, pero paralelamente tiene que reactivarse la actividad económica. Si una empresa no factura, por más que pueda extenderse por años el seguro de paro, no va a sobrevivir”, argumentó.
“La única solución viable es dar a los empresarios una refinanciación a largo plazo, limitar las tasas de interés y no cobrar intereses moratorios”
Para resolver el tema, por tanto, se deben brindar apoyos de créditos blandos a largo plazo y con tasas de intereses bajas, a fin de impulsar la reactivación de la actividad económica.
La importancia de regular las “tasas astronómicas” de las financieras
Debido a que gran parte de la industria y el comercio no accede al crédito bancario –frente a lo que exigen las normas bancocentralistas- opta por recurrir al crédito parabancario, es decir, a los prestamistas, al descuento de cheques con tasas impagables de intereses, que “terminan de aniquilar a la actividad económica”, sostuvo Graglia.
De todos modos, subrayó que no solo es necesario encarar la reactivación por parte del empresario, sino además del asalariado, que se ha visto muy golpeado por los efectos de la pandemia, por lo que también ha acudido a las financieras. El inconveniente es que estas “matan al propio consumo” con sus intereses “estratosféricos”.
Sobre eso, ejemplificó que hay trabajadores que están en seguro de paro que no cobran el 100% de su sueldo y están recurriendo a las financieras para cubrir el faltante, “a tasas astronómicas que no están reguladas o están mal reguladas por el BCU”.
Ante esto, la única solución, según dijo, es otorgar créditos a tasas racionales, porque de lo contrario se va a generar un problema grave en un tiempo, cuando esos créditos, que ya absorben gran parte del salario, no se puedan pagar. “Ese es un tema que debería encarar seriamente el Estado, que no tendría que permitir que las financieras se coman el sueldo del asalariado con intereses impagables”, apuntó.
Para finalizar, el especialista propuso que el Banco República, entidad en la que la mayor parte de los trabajadores del país cobran su sueldo, les otorgue créditos a tasas razonables, algo que hoy no sucede por el sistema de regulación bancaria.
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