En octubre de 1933 el ministro de Industrias, Dr. Augusto C. Bado, refiriéndose a la intervención del Estado, decía que éste debía limitarse a propiciar e impulsar la iniciativa privada y “reservar solamente su acción directa para las industrias aplicadas a determinado orden de servicios públicos”.
Estas directivas pautaron, en general, la conducta del Gobierno. Entre otras medidas, se disminuyó el número de integrantes de los directorios de los Entes; se estableció una mayoría legislativa especial para crear nuevos; se derogó la facultad de implantar monopolios. Para la ANCAP, por ejemplo, el gran paso dado en este período fue la construcción de la refinería de La Teja, que se puso en marcha pese a la oposición de influencias de las compañías extranjeras.
El Frigorífico Nacional, creado en 1928, luego de un largo proceso de lucha con los frigoríficos extranjeros, debió superar diversos obstáculos para afirmarse en su gestión. Cumplió una tarea importante de “ente testigo” y contribuyó a frenar algunos de los excesos más notorios del “trust” de la carne, que operaba a nivel mundial.
La UTE comenzó en este período la construcción de la primera usina hidroeléctrica del país, viejo sueño del presidente Terra. Por convenio con capitales alemanes se creó la Rione, para la construcción de la represa sobre el Río Negro. Los trabajos se interrumpieron durante la guerra, pero fueron proseguidos más tarde con capitales norteamericanos y, sin duda, se constituyó en una de las obras más importantes realizadas hasta entonces.
La CONAPROLE fue creada en 1935, como organismo cooperativo, para poner fin a las dificultades que en materia de provisión de leche higiénica venía sufriendo la población montevideana, cada vez mayor.
Extraído de “Crónica general del Uruguay”, de W. Reyes Abadie y Tabaré Melogno, Ediciones Banda Oriental
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