El tango es ese misterio musical que escapa a toda aprehensión racional, a todo mecanismo comprobable como si fuera meramente un objeto de análisis histórico.
El tango es un misterio que permanentemente tenemos que desvelar porque su música y su poesía nos lanzan al espacio existencial de una experiencia de belleza, algo que se abraza con la pasión de un rito transformador.
El tango es la más profunda identidad cultural popular del Río de la Plata. Es un prodigio del espíritu que nos fundamenta como somos. Si esto es así, ¿el tango tiene alguna vinculación con la identidad nacional? Entonces, ¿qué es lo fundamental y lo accesorio de esa identidad y en qué plano se encuentra el tango?
Para nosotros, el tango pertenece a la profunda constelación mítica y simbólica del área platense. Se arraiga y envuelve el ethos cultural rioplatense. Por lo tanto, como el tango es vida cultural tiene hondas raíces y alas que surcan siempre nuevos cielos. Es un arte de tradiciones permanentemente renovadas.
Algunas reflexiones sobre los albores del tango
La ciudad rioplatense, con la inmigración europea del último tercio del siglo XIX, formada en el crisol de razas que, con su trasiego humano desde lejanos paisajes, construyó el nuevo hombre del sur americano, desplegó a lo largo y ancho de su geografía nuevas modalidades culturales que se mostraron en colores, sonidos y hábitos de vida.
Diseñadas, ambas ciudades del Plata, como balcones hacia el mar, fueron ancla de barcos repletos en sus panzas de nuevos rostros curtidos de añoranzas y desvelos por todo lo que se había dejado. Traían sus manos laboriosas, sus oficios y sus recuerdos a la nueva tierra para hacerla fecundar como horizonte de esperanza.
A su vez, la pradera, modernizada por la estancia empresa y sus alambramientos, expulsaba hacia los arrabales de la nueva ciudad el desposeído de oficio, el nuevo ser ocioso de la sociedad moderna. Y este nuevo almácigo de melancolías humanas, este nuevo cruzamiento de marginales, hacinado muchas veces en conventillos y casas tugurizadas, creó su propia expresión musical, sus notas plenas de nostalgia: el tango. Todo arte popular tiene su alumbramiento desde lo marginal. Es fronterizo y mestizo a la vez. Todo es original y nada es “puro”.
En las márgenes de las ciudades del Plata, en el último tercio del siglo XIX, el tango brota como una necesidad cultural por medio de un profundo mestizaje. Estamos frente a lo que Horacio Ferrer llama “el menú de música popular moderna del siglo XIX”: coexisten la cuadrilla, la habanera, los lanceros, la milonga criolla, el shotis, la mazurca, la polca, el vals y el tango español. Poco todo se va especificando una expresión singular en donde se van uniendo la música y la danza bajo el nombre de tango, nombre también muy controvertido en su origen y significado.
El bandoneón, este instrumento musical emblema del tango, tuvo, también, que atravesar el Atlántico para encallar en los puertos del Plata y desplegar su sonido de arrebatos, canyengues y romanzas, y representar para siempre a ese nuevo pueblo musical del borde de las ciudades. De origen alemán y “expulsado” de la alta música europea, se vino en silencio y elaboró su lenguaje, como todo emigrante, con melancolía metafísica y profunda densidad religiosa. Y aquí en las márgenes de estas ciudades portuarias el bandoneón se hizo “nacional y popular”. Los sonidos se expandieron. La guitarra, el violín y la flauta hicieron lo suyo, y nacieron las primeras comparsas, los primeros grupos tangueros. Comenzaron los nombres del tango, alimentando sus leyendas con las tradiciones orales, tan importantes en la evolución del tango.
La aventura del tango crecía y el siglo XX fue testigo como esa música desclasada en sus orígenes se iba transformando en un fenómeno de evolución musical permanente de una gran riqueza de contenido. El tango canción, a través de la voz prodigiosa de Carlos Gardel, el evolucionado oficio de los músicos más la crónica anímica poética de sus letras, hicieron del tango un arte que trascendió fronteras y lo convirtió en el siglo XXI en Patrimonio universal inmaterial de la humanidad, según la firme declaración de la Unesco.