Seguramente cuando D. Juan Zorrilla de San Martín, a bordo del Isla de Luzón, ibarumbo a La Rábida acompañado de otros diplomáticos americanos, ya había pensado su famoso discurso del Cuarto Centenario. La crónica del Archivo Diplomático y Consular de España de ese día memorable, no omite destacar que en la nave viajaban también «la Marquesa del Mérito, representación ésta muy genuina de la belleza y de la gracia cordobesas [y] la señora del Alcalde de Huelva, que es asimismo muy guapa y distinguida».
En su mensaje Zorrilla aclara muy bien que no se refiere al estado español en cuanto organización política sino a la nación, a esa «inmortal persona, la persona Hispania», que está dentro de nuestras entrañas y que nos habla en «nuestra lengua castellana, en nuestro verbo español». Usted que me lee, lo entiende, me entiende.
Unos días después participará en el Congreso Literario Hispano-Americano en Madrid, donde presentará una Memoria. El lema del Congreso era por demás importante: «Razones de conveniencia general que aconsejan la conservación en toda su integridad del idioma castellano en los pueblos de la gran familia hispano-americana».
«En nuestra América, ¿qué importa la ruptura de sus vínculos políticos con la metrópoli, si los estados que allí han nacido son arterias por las cuales continúa circulando la sangre melodiosa de la lengua común?», se pregunta.
Como siempre certero, el poeta señala una realidad palpable: la revolución americana no fue una revolución subversiva. No así la francesa anticristiana, cruzada por la insanía jacobina como un meridiano de iniquidad, como señala Luis Alberto de Herrera. Artigas no pensó jamás en cambiar los nombres de los meses del año y menos aún en coronar a una prostituta como diosa Razón.
La lengua es lo que ha quedado a España de todo su dominio. «Es bastante, sin embargo», dice Zorrilla. Y agrega: «los pueblos […] deben considerar su lengua tan inconmovible y permanente en su esencia y en su genio, como su propia personalidad política y sociológica». Es que un pueblo que admite dudas sobre su propia existencia de tal, no puede ser considerado como un pueblo.
Eso no quiere decir que el idioma se momifique. Al contrario, el idioma es un organismo vivo. «El pueblo […] ha dado y dará siempre la materia prima». Ya Aristóteles se ocupó del tema de la materia y la forma. Zorrilla habla de formas «espontáneas» y «conscientes».
Así, «[…] las formas que crecen espontáneamente alrededor de una substancia, corresponderán a la naturaleza real y espíritu íntimo de la misma […] pero las formas que se disponen conscientemente alrededor de una sustancia, serán, por ese mero hecho, falsas, no genuinas». El deliberado esfuerzo por torcer el idioma, como Orwell describe en su 1984, es un claro ejemplo de «forma falsa».
Del análisis, el insigne escritor concluye en la necesidad de meditar «seriamente sobre el porvenir de la patria, y el de la familia hispánica [y de] luchar, tanto en España como en América, contra […] la transformación brusca e irracional de su gramática, de su sintaxis […] que pugne con la elemental estructura de la lengua».
Porque «con una lengua como la castellana, somos dueños de un tesoro inapreciable».
Prohibido elogiar a las damas
Es posible preguntarse si estos conceptos finiseculares son válidos en la posmodernidad. Y es una buena cuestión para formularse en estos tiempos de obligada reclusión. Este Covid19 que está lejos de batirse en retirada, puede ser una oportunidad para leer. Al caso, encontré un material interesante en el Manual Inclusivo del Ministerio del Interior publicado en 2014.
¿A esto se referiría Zorrilla con increíble videncia?
El Manual, después de unas consideraciones filosóficas que son las mismas que inspiran la ideología de género y los movimientos feministas -evidentemente no leyeron a Esther Vilar y su El varón domado, o quizás sí…-, da un serie de consejos al personal policial, que pueden ser útiles para cualquiera, en esta lucha por sobrevivir.
«La doble forma es cuando en notas periodísticas el texto se detiene a describir la vestimenta de mujeres políticas, esto se transforma en un acto sexista en el momento en que no se toma la misma iniciativa con sus pares varones», dice el Manual oficial.
Ergo: los elogios a la marquesa y a la señora del alcalde, no van. O si no, habría que detallar la vestimenta de uno de los caballeros -porque todos irían vestidos igual- y elogiarlos de la misma manera.
Otras identidades
El lenguaje no sexista, no se limita a la representación de varones y mujeres, sino que opta por términos más neutros (en cuanto al peso representativo de uno u otro sexo) como “personas”, “ciudadanía”, etc. Prevé también el uso del asterisco o la X en casos como: “l*s niñ*s”, “lxs esperamos”, dejando abierta la posibilidad de incluir otras identidades». Más adelante aconsejará como tratar «otras identidades».
«Si se presenta una persona trans cuyos documentos no han sido adecuados a su identidad sexual y de género, ¿cómo determinaremos si se trata de una femenina o de un masculino? No queda claro en esta instancia si la observación de la apariencia adquirida es lo que determinará la nominación “femenina” o “masculino”, o si lo hará el documento de la persona.
Forma no inclusiva: Hombre vestido de mujer
Forma inclusiva: Hombre trans
Forma no inclusiva (transfóbica): Juan Pérez alias: Marta
Forma inclusiva: Marta Pérez (Juan Pérez a los efectos del registro civil)».
Naturalmente, no salimos de hombre o mujer…
«…si sólo hablamos de “personas”, debido al desarrollo histórico de la adquisición de derechos, alguien podría entender que ese “personas” no incluye realmente a “todas las personas”».
El secreto parece estar en la palabra «todas» aunque mejor sería todXs que también se puede escribir tod*s…
Enmendando la Carta
Por último, (no por último, lamentablemente), el Manual incluye una reforma de la Constitución. En efecto, el Poder Legislativo está compuesto por dos Cámaras que juntas forman la Asamblea General (¿debería decirse Generala?). El Manual aconseja:
Cámara de Senadores: Cámara alta / Cámara de Senadoras y Senadores
Cámara de Diputados: Cámara baja/ Cámara de Diputadas y Diputados
O escuchamos la exhortación de Zorrilla o actuaremos como el hijo pródigo que dilapida la herencia del padre. No nos sorprenda después escuchar «que heroicas y heroicos sabremos cumplir», en modo de murga, cuando ya sea tarde para arrepentirnos.
TE PUEDE INTERESAR