Para cubrir el total que se invierte en una hectárea de cebollas, cada productor debe cosechar unos 20.000 kilos, este año muchos productores no llegaron porque fueron afectados por la sequía.
Horacio La Cruz tiene su establecimiento en la zona de San Jacinto, Canelones, sobre la ruta 11, con él es la tercera generación dedicado a la actividad rural que se extenderá a la cuarta por que su hijo trabaja con él en la producción hortícola.
“La mayor parte de nuestra producción está enfocada en las cebollas, el segundo rubro son los calabacines y el tercero los zapallos. Canelones es el departamento más importante en producción hortícola, seguido de Salto y en menor proporción San José”, comentó.
El predio está compuesto por 70 hectáreas, “25 son mías, el resto tengo arrendado. Trabajamos con un sistema de rotación, plantamos un parte y descansamos otra”, con ese sistema “de las 70 hectáreas plantamos entre 35 y 40 y el resto descansa”.
La Cruz explicó a La Mañana que “parte del calabacín y el zapallo se plantan sobre la misma tierra de la cebolla temprana que sale a fines de noviembre” y que este año el espacio en “descanso está con avena que se incorpora en la tierra para mantener y agregar materia orgánica”.
Horacio es el menor de cuatro hermanos. Cuando llegó el momento “mis hermanos mayores habían tomado cada uno su camino”, pero él optó por seguir los pasos que había iniciado su abuelo y continuado su padre.
“Acá era una zona de mucho predios chicos de 8, 10 o 12 hectáreas. Yo hacía laboreos, compré las herramientas y hacía el laboreo a chacareros chicos, no existía mucho el tractor, el trabajo no era muy rentable pero a la vez había muchos menos gastos que hoy porque no había las comodidades que requieren más gastos. La gente propietaria de esos predios se fue jubilando, dejando el campo y comprándose una casita en los pueblos más cercanos. Los que compraron y llegaron a esos campos hacían ganadería o usaban el predio como chacra de descanso, entonces mi negocio fue disminuyendo y arranqué para el lado de la producción”, contó.
El primer año su socio le plantea plantar “algo de cebollas”, lo que acepta comenzando “con una hectárea y media, pero empezamos mal porque hubo una creciente gigantesca que arruinó la producción”.
Recordó que “la creciente se dio en una cañada divisoria que desemboca en el arroyo Pedrera. Nunca hubo problemas de ese tipo pero fue una lluvia muy grande, ese año fue excepcional y el agua llegó cuando teníamos la cebolla arrancada y el agua se la llevó, si nos hubiera agarrado con la cebolla plantada le pasaba el agua por arriba pero quedaban ahí, pero corrimos con esa suerte y la perdimos”.
Ese acontecimiento, una suerte de bautismo en la adversidad, fue inspirador del nombre al que le pusieron a la chacra: La Creciente. “Ese nombre no figura en ningún lado y nadie sabe que le llamamos así porque es de uso interno”, aclaró.
Es responsabilidad del productor cuidar la tierra
El productor es consciente de que en su trabajo es fundamental el cuidado de la tierra y del desgaste que acumula luego de varias generaciones de cultivos.
“Esta es una zona netamente productora y por eso los suelos están gastados”, comentó. “Tenemos que invertir mucho en los campos porque llevan muchos años plantándose y antes no se cuidaban como ahora porque no existía el conocimiento de ahora”, agregó y añadió: “Para producir acá hay que trabajar la tierra porque está desgastada por muchos años de laboreo, y por eso hay que gastar en ella, no solo se le puede extraer sino que también hay que invertir en ella”.
Es responsabilidad del productor “cuidar la tierra, lo que le ponemos, el manejo del agua; tenemos que hacer todo prolijo para frenar el agua y que salga lo más lenta posible pero a veces la horticultura no te deja hacer el trabajo ideal porque hay que trabajar con maquinaria, hay que tender equipos de riego, pero se busca no trabajar a pendientes a favor del agua y tratando de que el daño sea el menor, también evitar dejar tierra al desnudo, siempre tirarle algo arriba para que se cubra y no se haga erosión”.
Respecto a la última sequía La Cruz dijo que la chacra cuenta con un sistema de riego que “nos salvó”, y lamentablemente “muchos productores sin riego se quedaron sin cosecha porque no llovió, nosotros nos gastamos toda el agua e incluso no cosechamos zapallo ni calabacín porque no nos quedó agua.
En donde se emplaza no hay “ningún arroyo ni nada de lo que bombear agua, es todo artificial, fuentes que hacemos con máquinas y que no son grandes fuentes, el agua la gastamos toda en la cebolla porque era lo que venía primero, después siguió sin llover y no pudimos reponer el agua”.
La hectárea de cebolla tiene un costo de US$ 10.000
Para el establecimiento el productor más relevante es la cebolla, seguido por el calabacín y luego el zapallo.
Los trabajos de tierra para la cebolla comienzan en octubre y se extiende hasta el verano cuando se cosecha.
“En octubre ya empiezo a trabajar la tierra para hacer los almácigos del año siguiente, hay que trabajar los canteros, en noviembre o diciembre se tapan con un nylon porque eso con el sol de verano levanta temperatura y quema todas las semillas que hay en la tierra y no germina ninguna, se deja un mes o un mes y pico y luego se planta” y por ese procedimiento que se llama solarizar no nace pasto. “A mediados de marzo, cuando los almácigos tienen unos 90 o 100 días se los planta y luego van a ser las cebollas tempranas”.
Consultado sobre el promedio cosechado en volumen, La Cruz dijo que ronda los 30 o 32.000 kilos con un pico de 40.000, pero “ese año con la falta de agua hubo hectáreas que tuvimos que dejar porque el agua no daba y no sé si llegamos a 15.000 kilos, fue una cosecha que no fue buena”, definió.
Las inversiones que implica “todo el proceso de la cebolla es de unos 9 a 10.000 dólares por hectárea, incluyendo renta, depreciación, etc. Para compensar eso la producción tienen que ser unos 20.000 kilos. Normalmente la cebolla se vende la bolsa en 8 o 9 dólares, precisas 9.000 bolsas que son 20.000 kilos para cubrir los costos. Son números redondos”, indicó, y éstos pueden cambiar. “Este año se vendió por encima de eso, nosotros empezamos vendiendo a 8 dólares y hubo momentos en que se colocó a 15 dólares, pero el promedio fue de 12 a 13 dólares. “Este año fue bueno en cuanto a precio pero no es lo normal” que llegue a tanto.
“Somos caros, no competimos con ninguna parte del mundo”
La horticultura sufre de problemas similares que el resto de las producciones rurales, salvo el del robo porque lo producido está en la tierra y eso lo resguarda, “pueden robar una bolsa, pero es insignificante”, señaló.
Sin embardo el sector sufre la condición de país caro. “Somos caros, no competimos con ninguna parte del mundo y a la hora de producir no es fácil. Mandamos la producción al mercado, vienen con cheques a cobrar a 60 o 90 días después de cobrarte una comisión, es brutal”, lamento.
La financiación es a través de los proveedores de insumos y “por suerte no hemos tenido que entrar a los bancos”, señaló. Lo que resulta de lo producido “sacamos la plata para las cuadrillas, eso no se toca” para otra cosa y el resto se reinvierte.
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