Mientras la pandemia de COVID‑19 sigue haciendo estragos, más de cien países de ingresos bajos y medios aún tienen un total combinado de 130 000 millones de dólares de vencimientos de deuda este año, de lo que alrededor de la mitad se debe a acreedores privados. Con buena parte de la actividad económica suspendida y la recaudación fiscal en caída libre, muchos países no podrán evitar el default. Otros juntarán escasos recursos para pagar a los acreedores, recortando gastos imprescindibles en salud y prestaciones sociales. Y otros tratarán de patear la proverbial piedra para adelante apelando a más endeudamiento, en un momento en que parece fácil, dada la abundante provisión de liquidez por parte de bancos centrales de todo el mundo… El pasado marzo, Naciones Unidas pidió un alivio de deudas para los países menos desarrollados. Varios miembros del G20 y el Fondo Monetario Internacional han suspendido los vencimientos de deuda de este año y han pedido a los acreedores privados hacer lo mismo. Pero como era previsible, estos pedidos han caído en oídos sordos… los contribuyentes de los países acreedores volverán a rescatar a actores privados que asumieron riesgos excesivos y dieron préstamos imprudentes. El único modo de evitarlo es una moratoria integral de deudas que incluya a los acreedores privados. Pero sin una acción decidida de los países en los que están suscritos los contratos de deuda, es difícil que los acreedores privados acepten un arreglo de esta naturaleza. De modo que los gobiernos deben apelar a las doctrinas de necesidad y “fuerza mayor” para imponer una moratoria integral de vencimientos
Joseph Stiglitz y Hamid Rashid, en Project Syndicate
Aumentan los riesgos de una crisis de deuda como la de los ´80
“Puede que nos encontremos en la antesala de una crisis sistémica de deuda soberana del tipo que no hemos visto desde la década de 1980, en la que varios países se vieron obligados a reestructurar simultáneamente su deuda soberana. Ninguno de nosotros sabe cuándo esta pandemia se calmará, ni cómo será la economía mundial. Pero si la situación resulta ser tan difícil como pareciera indicar el FMI, podríamos tener 10, 15, 20, 25 países obligados a reestructurar su deuda casi al mismo tiempo”.
Lee Buchheit, profesor de la Universidad de Edimburgo, en una conferencia del Consejo de las Américas.
Chile y el retiro de 10% de los fondos previsionales
Los Chiles paralelos de la élite y la ciudadanía se evidencian hoy. Mientras la clase dirigente vive como un duelo el retiro de parte de los fondos previsionales, la ciudadanía celebra un triunfo. “Por fin hay una buena noticia para todos”, decía el jueves una mujer en la fila de la AFP (el equivalente a las AFAP en Chile). Hay que tomar en serio esa sensación. Si la élite quiere reparar la fractura, tiene que aprender a perder. El retiro del 10% puede ser un paso hacia la sanación de la República, no hacia su destrucción… Lejos de ser una tragedia, la reforma del 10% ha abierto una oportunidad de consenso única. La izquierda, que veía el 10% como un primer paso para llevar el 90% restante a un fondo común, se ha disparado en los pies. Por primera vez, la gente considera que esos fondos previsionales sí son suyos, y no aceptará que se los quiten. El pilar de capitalización individual está más fuerte que nunca, para alivio de las grandes empresas y el mercado de capitales. Por otro lado, la derecha ha comprobado que quemarse a lo bonzo en defensa de las AFP es absurdo. Un acuerdo legítimo y razonable es más probable que nunca antes.
Columna de Daniel Matamala en La Tercera de Chile
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