En el camino dentro de la vida política partidaria, que está lleno de experiencias y de aprendizajes, los referentes que se van conociendo y escuchando, tienen gran incidencia en la formación de los militantes y dirigentes políticos. Sobre todo cuando se comienza a participar desde muy chico.
La referencia siempre es importante, mucho más, cuando uno está creciendo y desarrollándose, bien adentro de una organización política. Algunos referentes son más cercanos, están en el territorio, día a día. Otros, los vemos y escuchamos de lejos, pero con más atención. Son aquellos que participan en la política a nivel nacional, los que elegimos para que nos representen, los que se transforman en líderes por su capacidad para convencer.
Algunos terminan siendo sólo discurso e imagen para captar votos, viven adaptándose al mercado electoral, dan las discusiones calculando y midiendo cada costo o beneficio. Abandonan principios a cambio de poder. Decepcionan a medida que los vamos conociendo más de cerca.
Referentes en la formación política
Pero otros muy capaces e inteligentes, elaboran pensamiento, generan discusión, son coherentes entre las palabras y la acción, tienen visión estratégica. Incentivan a pensar con cabeza propia, a escuchar con apertura a quienes piensan diferente. Discuten sin prejuicios. Son leales, honestos, derechos y libres. Defienden principios y valores, que a mi entender, son fundamentales para la formación política. Sobre todo cuando se es tan joven y se está comprometido muy desde adentro con un organización.
Si no tenemos claro esos principios, esos valores, corremos el riesgo de caer en el infantilismo, de enamorarnos de nosotros mismos, de escucharnos e intercambiar ideas solo entre quienes pensamos parecido, dentro de cuatro paredes, lejos del afuera y de la realidad. Poniendo al partido siempre por encima del país y su gente. Defendiendo una bandera como fanáticos casi al nivel de hinchada de fútbol. Dividiendo el mundo entre buenos y malos, pero ubicándonos siempre entre los buenos. Generando discusiones en blanco y negro, sin espacio para otros colores, para otras ideas.
Todo eso lo viví, formé parte de esa visión política, me hago cargo, cuestionarlo es también una autocrítica. Pero no me arrepiento, aprendí de esa etapa, que hoy puedo ver con otra perspectiva, y con la ventaja de mirar desde otro tiempo, desde otro lugar. Eso me ayuda a comprender y valorar la importancia que tienen las referencias en esos momentos, donde se comienza a caminar políticamente, y donde por razones de edad e inexperiencia, uno da pasos lleno de dudas, de inmadurez, de opciones que se abren constantemente.
Por esto, destaco el peso, el valor y la incidencia que tienen los referentes en la formación de quienes participamos en política. Son muchos que han tenido esta condición de líder a lo largo del tiempo, en todos los partidos abundan ejemplos. Pero no me quiero detener a analizar a referentes que marcaron y dejaron huellas en otros. Voy a reconocer y valorar uno de los que yo conocí en mi vida política, el Ñato Eleuterio Fernández Huidobro.
Hace unos días se cumplió fecha de su muerte y por lo general algunos ex compañeros eligen recordarlo, reconocerlo en su aniversario. Pero la mayoría lo hacen en voz bajita y recortando la última etapa de su vida. Es que para buena parte del Frente Amplio, no es políticamente correcto nombrar al Ñato.
Los pocos que se animan a valorar su pensamiento y trayectoria, lo hacen resaltando solo algunas etapas de su vida política. Quizás por edad, por nostalgia de un pasado lejano, o simplemente por compartir la visión solo de esa etapa de su vida, la de la lucha armada, la de tupamaro, la de opositor. Pero eso lo puedo comprender, no todos venimos del mismo lugar, no vivimos la misma época, ni tenemos la mismas heridas.
36 años del pacto del Club Naval
Nací justo el año que se firmó el pacto del Club Naval, por lo tanto lejos estoy de conocer esa etapa de su vida. Es cierto que hay mucha información al respecto, pero es demasiada y está contada desde diferentes ópticas, algunas muy contrapuestas. Además no quiero gastar tiempo en analizar y sacar conclusiones sobre una realidad que no viví. Conozco solo de oídos esa época del país y es muy lejana para mí. Por eso elijo hablar de un momento, que puedo ver más de cerca.
El Ñato tenía posiciones discutibles y actitudes cuestionables como tenemos todos. Sobre eso hay muchas opiniones, mucho más ahora que no está para defenderse, pegarle resulta fácil y rentable políticamente para muchos. Pero yo elijo valorar su aporte y reconocer las virtudes. El Ñato que conocí, era inteligente, estudioso, comprometido y valiente. Generaba constantemente ideas nuevas, discusiones necesarias. Interpretaba la realidad y la describía perfectamente, como lo hizo en temas como la burocracia, la descentralización, las energías renovables. Siempre con visión estratégica.
Defendiendo la soberanía y entendiendo la importancia de la defensa para el país, convencido del lugar que deben ocupar las Fuerzas Armadas dentro de la sociedad. Trabajando como hormiga, para romper el relato y el prejuicio creado, intencionalmente o por ignorancia, de que “los militares solo pueden estar en el cuartel”, “que están preparados solo para la guerra y obedecer órdenes”. O que “los civiles no pueden participar de la defensa nacional”.
Apostó incansablemente a la integración, a la unión de los uruguayos para defendernos de ideologías externas, de normas y leyes impuestas desde afuera. Siempre actuando con una visión superadora, sin rencor ni sed de venganza. Votando contra su opinión para respetar a una mayoría, pero renunciando al sillón, por principios y respetar la decisión del voto popular.
Podría seguir un largo rato, pero tampoco pretendo hacer una especie de biografía de su última etapa, ni detallar su trayectoria política final, no alcanzaría el espacio. Solo intento reconocer y recordar a un referente, que al final de su vida fue tergiversado constantemente, atacado injustamente con falsedades y mentiras por muchos, traicionado por otros que se prostituyeron por cálculo electoral, que quedaron callados, para estar cómodos, para salir a buscar el negocio político que garantizara la silla para los siguientes cinco años.
Pero no quiero caer en el simplismo de generalizar. No sería justo poner en la misma bolsa a quienes no lo entendieron, tuvieron miedo, o a quienes plantearon desde siempre, enormes diferencias ideológicas con él. Mucho se lo cuestionó, se lo discutió. Pero pocos lo hicieron argumentando, siendo honestos, leales y libres, como lo era el Ñato.
Gonzalo Álvarez
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