Si bien la oferta educativa de nivel terciario se ha ampliado en algunas ciudades, Montevideo sigue siendo el destino de la amplia mayoría. El problema que enfrentan los jóvenes del interior del país a la hora de acceder a la educación universitaria continúa.
Muchos de los gurises del interior que en algún momento evaluamos estudiar una carrera universitaria pensamos ‘seguro cuando me toque voy a tener una universidad acá cerca’. La realidad nos ha demostrado que eso generalmente no sucede, y la mayoría tuvimos que emigrar a Montevideo para continuar nuestros estudios, con todos los desafíos y oportunidades que se presentan.
La situación actual
Actualmente en el interior existen los Centros Regionales de Profesores (en Florida, Salto, Maldonado, Rivera, Colonia y Atlántida), los Institutos de Formación Docente, la Universidad de la República (UdelaR), que en carácter relativamente limitado ofrece algunas de sus carreras a través de sus regionales, y la incipiente Universidad Tecnológica (UTEC), que ofrece carreras tecnológicas en sus sedes exclusivamente en el interior.
La ubicuidad de los Institutos Normales pertenecientes al Consejo de Formación en Educación de ANEP y los Centros Regionales de Profesores lleva a que, ante la imposibilidad de mudarse, muchos jóvenes se vuelquen hacia el magisterio y el profesorado sin tener vocación por dichas profesiones, algo particularmente clave a la hora de dedicarse a la enseñanza. Evidentemente, la situación es decididamente subóptima para los jóvenes del interior, que aun contando con ofertas educativas, se ven obligados a mudarse a Montevideo en la enorme mayoría de los casos.
No te olvides del pago si te vas pa’ la ciudad
Maria José nació y se crio en Cerro Pelado, en el interior rural de Rivera. Años después tuvo que irse a Rivera a cursar el bachillerato, y finalmente, ante la imposibilidad de estudiar lo que le gustaba en otro lado, se instaló en Montevideo. “Al principio fue difícil porque implicaba estar muy lejos de mi familia y amigos. Afortunadamente estaba acostumbrada a convivir con otras personas por mi experiencia en el Hogar de Rivera, y eso me ayudó mucho al llegar a Montevideo. Yo quería hacer una carrera universitaria y cumplir ese sueño”.
Evidentemente para muchos jóvenes del interior el cambio que implica mudarse a la capital y asumir un nuevo y ajetreado estilo de vida es crucial para definir si quedarse o volver. Majo, como le dicen sus allegados, admite que no le costó adaptarse al movimiento, “el hecho de irme al Hogar Estudiantil de Rivera en Montevideo ayudó bastante, porque éramos varios en la misma situación que compartíamos la misma experiencia, las dificultades para andar en ómnibus por la ciudad, las distancias largas para ir a cualquier lado…”.
Otro de los grandes condicionantes al momento de decidir la partida es el aspecto económico. Los costos de alquileres, transporte, y alimentación son significativamente más elevados en la capital. Maria José, como muchos otros estudiantes, afirma: “siempre tuve el apoyo incondicional de mis padres, pero sin dudas lo que me permitió acceder a la Universidad fue la beca para el hogar, el fondo (de solidaridad) y Bienestar Universitario, a todos soy muy agradecida, porque me permitieron solventar la carrera”.
Majo cuenta que “desde el primer día que me fui siempre extrañé mi casa, la idea de venirme siempre la tuve presente. Si bien me adapté bien a Montevideo, siempre contaba los días para volver. El día que me recibí no lo pensé dos veces, al día siguiente hice la mudanza y me vine. No me planteo volver. Uno tiene que disfrutar de lo que le gusta, estar tranquilo y feliz donde se siente bien”. Su profesión, nutricionista, le permitió tener la posibilidad de volver y encontrar trabajo. “Al principio no fue tan fácil, trabajé como particular casi un año hasta que conseguí el trabajo que tengo ahora, y estoy muy contenta”.
Cada vez se está volviendo más común que algunos estudiantes del litoral o del norte opten por cruzar las fronteras a alguno de los países vecinos para continuar con sus estudios universitarios o terciarios
Milagros tiene 23 años y actualmente estudia Educación Social. Cuenta que a los 18 quería estudiar “algo relacionado a lo social”, y se fue a Montevideo para empezar Trabajo Social. “Empecé muy entusiasmada, pero en los dos años que estuve nunca colmó mis expectativas. Mi rutina allá era muy monótona, estudiar, comer y dormir, en un ciclo que se volvió agotador”.
Entonces surge otro de los aspectos que impactan en la vida estudiantil, el trabajo. Milagros, como muchos otros que pasaron por la misma situación, tuvo que empezar a trabajar para ayudar a mantenerse. “Fue mi primera experiencia laboral, tenía horarios fluctuantes, y terminaba muy cansada. Pero sentí que tenía que hacerlo para ayudar a mi familia, mi madre me mandaba la encomienda y mi abuelo me ayudaba con la residencia”.
“Quería estudiar y recibirme, pero no fue lo que me imaginé. Entonces volví a Rivera y descubrí que estaba arrancando la segunda generación de Educación Social en el Centro de Formación en Educación y ahí encontré una carrera con mucha práctica y muy conveniente”. Podría decirse que la salvó la descentralización, que dando pasos pequeños acerca algunas oportunidades a jóvenes que buscan una opción cercana y diferente a la indefectible partida a Montevideo.
La opción de cruzar la frontera
Cada vez se está volviendo más común que algunos estudiantes del litoral o del norte opten por cruzar las fronteras a alguno de los países vecinos para continuar con sus estudios universitarios o terciarios, por diferentes ventajas, que pueden ser económicas o logísticas.
Hortencia es de Tranqueras, Rivera, y decidió estudiar en Brasil. “Comencé a vivir en Rivera desde que empecé a trabajar y tenía compañeras que habían estudiado en Santana do Livramento. Un día me fui a Exatuss, la institución donde estudio, perteneciente a la Universidade Anhanguera, con la idea de estudiar algo relacionado a la informática. Ellos tienen un laboratorio de informática grande con varios cursos profesionales, y yo elegí Diseño Web”.
Para estudiar en Brasil, los ciudadanos uruguayos no presentan mayores dificultades, en el caso de instituciones privadas. Además Hortencia agrega que “el diploma que te dan tiene validez Mercosur, entonces podes tranquilamente ejercer del lado uruguayo y brasilero. Pero para la universidad te piden ser residente en Brasil, entonces me facilita mucho tener la nacionalidad”. Al vivir en la frontera, y tener un título con validez en ambos países se presenta la flexibilidad de elegir donde ejercer. Hortencia asegura que pretende ejercer en Rivera, porque “si bien la educación del otro lado es muy buena, los salarios acá son mejores”.
Un país centralizado
Las salidas al problema de la educación terciaria en el interior y la anhelada descentralización no parecen abundar. La inversión en grandes centros universitarios con carreras completas se vuelven inviables puesto que, si bien el Uruguay es un país pequeño, en un radio de 100 kilómetros en el interior difícilmente se superen los 200.000 habitantes, mientras que en ese radio en Montevideo se aglomera cerca del 70% de la población del país. Lo ideal sería un acceso universal a la educación terciaria para los estudiantes del interior, que contemple una opción lo más barata posible sin comprometer el acceso, y que sea económicamente sostenible a largo plazo aun considerando el presupuesto educativo insuficiente.
Pero el interior del país no es un sitio puntual; sus habitantes están dispersos en los 175.685 kilómetros cuadrados fuera de los límites de Montevideo. Esto es exacerbado por el hecho de que el único medio de transporte disponible es el carretero sobre una red vial centrada en Montevideo. Se debería pensar en sedes universitarias descentralizadas, con carreras acordes a las realidades económicas y productivas de cada región, y un apoyo mayor a los jóvenes que tengan que estudiar en Montevideo, hogares estudiantiles grandes y accesibles, becas de transporte que les permitan visitar a sus familias regularmente, y posibilidades de inserción laboral en todo el país.
Los exintendentes de Cerro Largo, Sergio Botana, de Canelones, Yamandú Orsi y de Rivera, Marne Osorio, son las caras visibles de la nueva Mesa del Interior, creada para paliar los efectos de la pandemia, pero que pretende atender los problemas del interior del país sin distinciones partidarias, atendiendo entre otras a la educación terciaria y su desarrollo a nivel nacional. Botana dijo a La Mañana que “hasta ahora hubo descentralización de los departamentos, pero no del país, y necesitamos que la haya. El Uruguay es el país más centralizado del continente”.
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