Es el responsable del sello editorial “Tierradentro” y desde 1992 director de los Museos de la Intendencia de Durazno. Se trata, sin dudas, de uno de los principales investigadores y difusores de la cultura del interior del país. En entrevista con La Mañana, Padrón Favre abordó sus años de formación, ponderó la importancia del cuidado de los archivos documentales, reflexionó sobre la genealogía de los uruguayos, sobre la figura de Fructuoso Rivera, la independencia nacional y los desafíos de la educación en el siglo XXI.
Comencemos conociendo sobre tu origen familiar y lugar de nacimiento.
Yo nací en Durazno pero sin raíces duraznenses. Tal vez mi vocación por el interior del país surgió de la propia familia porque mi padre nació en Artigas con raíces salteñas y mi madre era de Nueva Palmira pero mi abuelo argentino. Entonces desde muy niño visitaba todos estos lugares. Uso los dos apellidos pero no por arrogancia sino para hacer homenaje a mi madre, que fue decisiva para que yo tomara la orientación de la historia. La familia era muy afecta a hacer salidas de campamento y cuando no íbamos a la pirámide de los 33, íbamos a la llamada pirámide de Solís. Escuchaba los relatos en los que me decían “acá desembarcaron los 33 orientales”, “acá esperaron los indígenas y mataron a Solís”…
Esto de vincular los hechos históricos con la geografía es algo que a veces los profesores olvidan, quedándose solo con la línea del tiempo…
Totalmente. Alguna caricatura me hicieron una vez como profesor y era con el mapa marchando para la clase. Nunca entendí una clase de historia sin mapas. Y la verdad que ahora con el Google Earth es un placer, soy un fanático. Hay que hacer un homenaje a la educación tradicional uruguaya donde geografía era en buena medida geografía física y geografía política. Hoy de repente alguien sale del bachillerato y no conoce las principales penínsulas del Mediterráneo, por ejemplo.
¿La vocación era firme por la historia o pensaste en dedicarte a otras disciplinas?
En realidad mi primera opción era ser arqueólogo. Tuve la suerte de que en Nueva Palmira vivía don Lucas Roselli, que hoy tiene un museo que lleva su nombre, un hombre fantástico porque siendo un herrero por vocación desarrolló estudios de arqueología, paleontología e hizo hallazgos que tienen hasta hoy validez internacional como nidos fósiles de insectos. Mi madre me llevaba a juntar piedras y conversar con él para ver si eran de los indígenas o no. Al principio le erraba como las peras, pero después fui afinando el ojo. Con 15 años me largué a uno de los congresos de arqueología que se organizaban en Fray Bentos y ahí entre en amistad hasta el final de sus días con Antonio Taddei, el padre de la arqueología moderna uruguaya, ¡que además era de Durazno!
Sin embargo enfilaste para la historia…
En determinado momento, pensando en una salida laboral con mayores posibilidades opté por la historia. Sobre todo por la historia de mi departamento y del interior del país. Ya al final de la carrera empecé a ver que se desconocía muchísimo sobre eso.
¿Qué maestros te marcaron en ese proceso?
Diría como estudiante me marcó el profesor Ángel Corrales sobre todo porque desde el primer día nos metió en los archivos y en su conocimiento. Eso fue desde el punto de vista práctico muy importante. Después seguí toda una línea de pensamiento de Pivel Devoto, de Reyes Abadie, de Methol Ferré y Ares Pons. Y en lo local sin dudas el Dr. Huáscar Parallada que es el gran fundamento de la historiografía de Durazno.
Hablabas recién del trabajo en archivos. ¿Cómo ves la situación actual de los archivos en nuestro país, su difusión y cuidado?
Es un tema delicado. Creo que se hicieron buenos avances en la gestión de Alicia Casas pero venimos con problemas serios que vienen desde la historia, especialmente con la presencia de archivos en el interior del país. Nunca se atendió el cuidado, la formación y la existencia de archivos en el interior y por eso se perdió muchísima documentación. Tal vez uno de los errores mayores fue el traslado de los archivos judiciales hacia Montevideo en la década de 1970. Se concentraron todos en un local en la calle San Martín hasta nuestros días y en lugar de haber sido protegidos, en muchos casos han sido profundamente deteriorados y me han dicho que algunos han sido casi destruidos por problemas de humedades y lluvias.
Cuando creamos el museo Casa de Rivera en la segunda administración de Iturria en 1992 de inmediato lo concebimos como museo y archivo. Hoy la Biblioteca Nacional y el proyecto Anáforas están dando pasos importantes para la digitalización por ejemplo de colecciones de prensa, pero los documentos están en Montevideo y hay que viajar hasta allí. Hay un desinterés bastante marcado de casi toda la dirigencia política, de todos los partidos, por el estado de los acervos en las bibliotecas y los archivos, porque han pasado cosas y nunca fueron motivo de pronto de un llamado a sala o un gran titular en la prensa.
Volviendo al tema de la genealogía, pero esta vez de los uruguayos, un tema que has trabajado en varios ensayos. ¿Por dónde empezar a plantear esta cuestión?
Seguramente el hecho que me recibí y volví a mi tierra, con un compromiso de conocer más el interior, estimuló que generara una mirada alternativa a la hegemónica que ha predominado siempre en la capital. Una mirada asociada a un viejo proyecto político de los unitarios y del centralismo urbano, influido por ser Montevideo un puerto, el lugar por donde entraron millares de inmigrantes. De ahí que “todos venimos de los barcos”, lo que supone un modelo de país trasplantado donde prácticamente había un territorio casi vacío demográficamente que fue llenado por los distintos aluviones procedentes de Europa, olvidando que también vinieron de África.
Yo planteo un matiz a esa mirada. Por eso en algún ensayo escribí “no venimos solo de los barcos”. Porque de la misma forma existieron y existen otras corrientes provenientes desde el interior del territorio, que identifico sobre todo con los indios de las misiones, los paraguayos, los habitantes de las provincias argentinas y tal vez la más importante de todas por el peso demográfico y permanencia que es la brasileña.
Tú has planteado, y no fuiste el único, algunas diferencias con la visión del Uruguay charrúa…
Está unido a lo anterior. ¿En qué se sostiene que Uruguay viene de los barcos? En que no había herencia indígena. Ese país “vacío” suponía que los indígenas que habían existido habían desaparecido todos. Por eso el mito charruísta era funcional al proyecto de Sarmiento y sus discípulos que lo hubo muchos y los hay en Uruguay, de transformar este territorio en una isla europea.
“El mito charruísta era funcional al proyecto de Sarmiento y sus discípulos que lo hubo muchos y los hay en Uruguay, de transformar este territorio en una isla europea”
Sin embargo, la investigación histórica por ejemplo de Rodolfo González Rissotto, que fue el primer fallecido por coronavirus este año, junto a su esposa recorrieron los archivos de las parroquias de todo el país demostrando una presencia guaraní-misionera enorme. Fue lo que me pasó a mí cuando era estudiante de facultad y me mandaron a investigar en el Archivo General de la Nación los padrones de Durazno de 1834. Vi que decía “fulano de tal: indio”, “fulana de tal: india”, “sus hijos: indios”… y empecé a sacar las cuentas y entonces en 1910 o 20 todavía había indígenas viviendo en Uruguay. Pero los manuales de historia decían que con las campañas de Rivera habían desaparecido todos los indígenas.
En este momento que en Occidente reaparece la moda de “desmonumentar” figuras de la historia. ¿Cómo ves la polémica en torno a Fructuoso Rivera?
Es la misma burbuja intelectualoide o de sus herederos, de los que dijeron a los sacerdotes “váyanse con sus amigos los gauchos” en 1811, los que trataron a Artigas de “gaucho bárbaro” y “Atila de las pampas”, los que desterraron a Rivera con su propio color político en 1847, los que asesinaron o incitaron a asesinar a Venancio Flores en las calles de Montevideo, los que usaron a Aparicio Saravia para asustar al Partido Colorado pero cuando adquirió mucho liderazgo lo eliminaron como “perro rabioso” que había que matar. Digo que son burbujas porque generalmente conocen muy poco el país.
Lamentablemente el trágico fin de los charrúas hay que ponerlo en el contexto histórico y preguntarle a la población que vivía a lo largo y ancho del territorio nacional, en la soledad de los campos, a familias que tenían terror que un grupo de charrúas asaltaran la estancia y mataran, como hay muchos documentos. Esas burbujas intelectuales han tenido mucho poder en la historia del país, saben recostarse al poder, pero hasta el día de hoy tienen una ajenidad con lo que ha sido realmente el sentir de la masa silenciosa de la población del país.
¿Rivera fue un continuador de Artigas?
Tengo precisamente un ensayo titulado “Don Frutos Rivera, el artiguismo posible”. Es un tema largo de hablar, evidentemente. No se trata de agarrar un metro a ver cuál de nuestros líderes era más artiguista que otro. Pero hacer de Rivera la negación de Artigas tomando las cartas de 1820 es realmente de una metodología de análisis histórica muy burda. Lo que habría que analizar es el hacer más que el decir. Su praxis política por ejemplo con los que habían recibido tierras en la época de Artigas, la relación con los indígenas que eran factor de trabajo como el guaraní-misionero, el origen social de su oficialidad con indígenas, morenos, pardos y mestizos, o el proyecto de unir este territorio en un espacio mayor con las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Río Grande del Sur no en un solo país, sino en una especie de liga de repúblicas. Creo que la figura de don Frutos Rivera, con sus luces y sombras, porque no soy un apologista, ha sido una figura muy mal tratada y poco comprendida, incluso por personas de su propia divisa.
Estamos en vísperas de la fecha del 25 de agosto, ¿cuál es tu reflexión sobre nuestra independencia?
Creo que está bien conmemorar esa fecha. Siempre y cuando se explique correctamente que no es la fecha de independencia de Uruguay sino una expresión soberana del pueblo oriental de no querer pertenecer al Imperio del Brasil. De alguna manera se vuelve a un sentimiento que era totalmente lógico de reintegrarse a la unión de las provincias. El problema es que, sobre todo las dirigencias de Buenos Aires, tanto en el periodo artiguista como en ese otro, hacen todo lo posible para que los orientales tengamos náuseas de ellos. Mucho más que Gran Bretaña, que por supuesto podía tener intereses en balcanizar América y los ríos internacionales, la principal razón estuvo en el pésimo manejo desde el primer Triunvirato, cuyo primer secretario fue Rivadavia. La figura que incide en la fractura de la unión entre Rivera y Lavalleja en el año 1826, y en someter al segundo cuando insiste en resistir en Durazno para mantener la unidad del ejército provincial, era precisamente el nominal presidente de la República Argentina, Bernardino Rivadavia. La prueba está en que felizmente en Uruguay hubo libertad de prensa desde el principio y cuando recorres esa prensa no hay expresiones de nostalgia de volver a la unidad con las Provincias Unidas, ni el propio Oribe en todos los años del Cerrito.
El año que viene es el bicentenario de la Villa San Pedro de Durazno. En un libro reciente has trabajado la historia de la educación en el departamento.
La idea es dar una mirada de la historia de la educación donde aparecieran más las comunidades, la propia sociedad y el esfuerzo de los parajes del campo, para construir e ir logrando avances en materia educativa. Generalmente las historias de la educación macro, que las tiene Uruguay y muy buenas, por un tema de dimensiones no lo pueden atender entonces son más institucionalizadas. Porque el gran tema no es solo la formulación de lo que se debe hacer sino cómo aterrizarlo.
Posiblemente ese sea el gran aporte que hace Lorenzo Latorre y sus asesores con el proyecto de José Pedro Varela. El proyecto era muy interesante teóricamente pero me hace pensar que en cuanto a su estructura descentralizada era precoz para la realidad del país. Cuando se lo invierte por una estructura centralizada fue muy exitosa para la época. Lo que no quiere decir que 150 años después la tengamos que mantener, esa es otra historia…
Vengamos a la actualidad. Siempre has sido un gran defensor de la descentralización de la educación y la cultura. En el marco de esta pandemia con la educación a distancia, ¿se abre una oportunidad?
Hay una enorme oportunidad. El Uruguay en el siglo XX para mí no fue un país, fue una ciudad-estado. Se concentró absolutamente todo en Montevideo. Aquel Uruguay bastante polifónico del siglo XIX donde había polos de desarrollo en distintos puntos del país, luego prácticamente se apagan. La educación universitaria fue tal vez una de las máximas expresiones de esa hegemonía unipolar, con un atraso en materia de descentralización universitaria realmente vergonzoso.
“Esta pandemia, cuando la marea baje, creo que entre las cosas positivas que nos va a dejar es un fenómeno de descentralización en materias de servicios”
Se vienen dando pasos, lentos, pero importantes como por ejemplo la creación de los CERP en el segundo gobierno de Sanguinetti o la creación de la UTEC en el periodo de Mujica. Y alguna descentralización, pero tímida, que lleva adelante la UdelaR. Pero la tecnología de hoy permite acelerar ese proceso. No tiene sentido que para hacer carreras teóricas se obligue a jóvenes del interior del país a trasladarse a una pensión en Montevideo para ir a escuchar sentados a un profesor que solo habla. Esta pandemia, cuando la marea baje, creo que entre las cosas positivas que nos va a dejar es un fenómeno de descentralización en materias de servicios como educación y salud, también en el periodismo. Será un Uruguay nuevamente multipolar.
La guitarra y la música criolla
“Mi segunda pasión es la guitarra. Estudié y llegué a dar clases incluso. Primero estudié en Durazno con Samuel De León, tuve la suerte también de seguir con Atilio Rapat, un famoso profesor. No fui buen alumno pero es una de las experencias de vida más hermosas haber compartido con él encuentros maravillosos. Hasta el día de hoy tengo por la guitarra un aprecio muy especial y escribí hasta un libro sobre Julio Martínez de Oyanguren, un destacado guitarrista uruguayo. Soy un investigador aficionado además de don Agustín Barrios, el gran músico paraguayo que tuvo una unión con el Uruguay muy importante. Me interesa la línea criollista, muchos autores que de pronto no son tan renombrados pero ocupan un lugar en la creación musical del Río de la Plata”.
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