Cuando lea esto, la noche de la nostalgia ya habrá pasado.
Dada la situación sanitaria del país y el mundo, espero que haya tenido una noche acorde a los requerimientos por la pandemia y no se haya puesto a riesgo ni usted, ni nadie en su entorno.
Según la definición de la Real Academia, la nostalgia es “un sentimiento de pena, tristeza y melancolía provocado por la lejanía de la patria, la ausencia de los seres queridos o la pérdida de un bien o posesión, o simplemente del pasado”.
Para los orientales del Uruguay es totalmente lo contrario.
Al hablar de esto inevitablemente me han invadido recuerdos de antaño festejando las denominadas “noches de la nostalgia”.
En el pueblo “Barriga Negra” estaban dispuestos a conmemorar la fecha y comenzaron con la organización.
La fiesta iba a ser muy grande porque festejarían tres cosas a la vez: “El día del payador”, “La noche de la nostalgia” y se cerrarían los festejos con la fecha de la “Declaratoria de la independencia”.
La cosa es que el salón de la Sociedad Agropecuaria albergaría todas las actividades.
Se comenzaría el veintitrés a las 20 horas con la venta de lechón con ensalada rusa, para llegar a las cero horas del veinticuatro con el comienzo de la fiesta musical de los payadores.
Se cumplía un nuevo aniversario del nacimiento de Bartolomé Hidalgo (1788-1822), pionero de la poesía gauchesca y por ese motivo comenzaría así la parte musical, con desafíos entre payadores y se esperaba un gran duelo entre López y Santana, el payador local, famoso por sus versos agresivos, cargados de picardía y mojados en mucho vino.
Los que llegaban a la mañana podrían desayunar lechón con rusa y vino -otra vez- y ver o participar de las fiestas camperas, jineteada, taba, carrera de la sortija y hasta de embolsados, sin pagar otra entrada.
Para la hora del mate, pasteles de membrillo y podrían disfrutar nuevamente de lechón con rusa y vino, para hacer muela y esperar que a la noche llegarán “Los musiqueros de Mas”, grupo que entretenía a la población con éxitos asegurados como “Qué le pasa a mi camión” y “La casita blanca” de los Wawancó.
Llegada la magna fecha y hora cero del veinticinco de agosto, se entonaría el himno y se bailaría el pericón, para luego seguir con un encendido discurso patriótico y terminar con gran peña folclórica.
La cuestión es que no todo se pudo llevar a cabo.
“Manucho” era el transportista que traía a la banda de musiqueros, junto a una partida de salchichón, vino y queso. Quedaron trancados en el camino de tierra del arroyo “Mangacha”, culpa de una enorme tormenta de agua nieve que se desencadenó de golpe.
El payador Santana subió al escenario borracho “como una cuba” y con la guitarra sin cuerdas ya que alguien por hacerle una broma se las quitó; y para variar, se agarró a trompadas con López, que decía lo había insultado.
Estaba difícil bailar. El piso de tierra del salón se transformó en todo un barrial por la humedad. Así que aquella fiesta se limitó a cantar el himno y a consumir las reservas de lechón con rusa y vino.
El candidato a alcalde que iba a dar el discurso de la independencia, mamao, se metió con la mujer del comisario, lo tocaron como a un tambor, a palo y cachetazo, y terminó preso.
Qué tiempos aquellos…
Esto es nostalgia, para festejar, voy a comer lechón con rusa.
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