John F. Kennedy fue el presidente electo de Estados Unidos más joven después de Theodore Roosevelt. Provenía de una exitosa familia católica, de origen irlandés, que se abrió camino con gran dificultad en un medio donde los prejuicios religiosos pesaban mucho. JFK llegó a preguntar en un discurso "si los católicos perdían sus derechos a ser presidente u ocupar otros cargos públicos desde el día en que eran bautizados". Combatió como voluntario en la guerra contra Japón siendo condecorado por su conducta "extremadamente heroica ...". Durante su convalecencia (1953/4) escribió Perfiles de Coraje libro que ganó el premio Pulitzer a la mejor biografía. En él se exaltaba la conducta de ocho senadores a lo largo de la historia de EE.UU., que no vacilaron en afrontar enormes dificultades con tal de ser honestos con su conciencia y leales a sus electores. Elegimos el caso de Edmund G. Ross porque esta historia se desarrolla cien años antes, como consecuencia del también misterioso asesinato de Abraham Lincoln. Además, el vicepresidente que lo sucede lleva el mismo apellido del que sucedería al propio JFK. Este llamado a sacudir la corrupción y la esclerosis política define su vocación por el heroísmo, que lo hacía sospechoso de que algún día pudiera ser el removedor del establishment. El magnicidio que pone fin a su vida, el 22 de noviembre de 1963, uno de los crímenes políticos más cubierto de misterio de la historia, nos lleva a la conclusión que toda apelación al coraje político preocupa mucho a los lobbies en que se apoya el poder no visible...! Habría que releer la obra de la escritora Taylor Cadwell, Capitanes y reyes ( The Capitans and the Kings), best seller mundial hace 45 años, para entender algo de la siniestra trama que oprime a nuestro mundo.