Dice cosas importantes hablando con sencillez, definió un profesor amigo y común integrante de la Sociedad Rodoniana. En entrevista con La Mañana, el arquitecto Willy Rey, un apasionado de la historia y el arte, consideró que Uruguay tiene un patrimonio arquitectónico que todavía no ha encontrado su verdadero lugar en la historia universal y anunció que la Isla de Flores será candidata del país para integrar la lista del patrimonio mundial.
¿Dónde estamos exactamente en esta sede?
Estamos ubicados en un bien de enorme interés patrimonial. Creo que el mayor significado está atado a una manera de ver el patrimonio y la historia. Fue declarado monumento histórico nacional y mucho más tarde se incorporó como sede de la Comisión en el marco de una mirada conciliatoria de la historia que tuvo Pivel Devoto. Así como se fue comprando la casa de Rivera o en el siglo XX la casa de Batlle y de Herrera, en ese esquema es que se incorpora esta casa donde se supone vivió Oribe. Muy probablemente fue así, aunque no como se creía antes que lo hizo cuando era presidente de la República. El patrimonio jugaba para Pivel Devoto un papel muy importante en el mismo sentido que la historia.
¿Hoy en el mundo se va a contramano de esa tendencia conciliatoria?
Las primeras manifestaciones de interés por los bienes culturales tuvieron paradójicamente una razón muy contraria a la que hoy vemos y asignamos al patrimonio. Las primeras grandes piezas que los romanos empiezan a atesorar son resultado del expolio, de lo que roban a otros pueblos. Y eso siguió así un largo tiempo. También lo vemos en el museo Británico. Detrás de esas operaciones existía la visión de un imperio sobre el mundo. Esto fue cambiando y muchas colecciones empezaron a ser reclamadas. En varios casos se accedió bajo el entendido que el patrimonio tiene que unir, más que separar.
El patrimonio es un bien conciliador, que tiende a cohesionar a las comunidades en sí mismas, pero no necesariamente fomentar el chovinismo de ellas. Los últimos sucesos que tienen que ver por ejemplo con la explosión de las imágenes de Buda en Afganistán o el destrozo en la ciudad siria de Palmira, van mostrando como se asiste a una intencionalidad muy fuerte de destruir sobre todo aquel patrimonio que es de la humanidad. Hay una especial puntería a disolver todo aquel bien que puede ser bien de la humanidad en su conjunto.
Los movimientos que desmonumentan y hacen revisionismo sobre personajes de la historia, ¿podrían tener espacio en Uruguay?
No lo veo tan claro que en Uruguay pasen cosas como estas. Uruguay es un país muy mesurado, muy cuidadoso. Pero es verdad que hemos asistido a lo largo de la historia relativamente reciente a afectaciones a monumentos porque representan una línea política, por ejemplo. Creo que los monumentos del pasado hay que sufrirlos. El patrimonio se disfruta, pero se sufre también. Por algo ese monumento está donde está y hay que respetarlo, aunque no nos guste. En ese caso el patrimonio ayuda a formar mejores personas y ciudadanos.
¿Cómo se dio tu gusto por el arte? ¿Cuánto influyeron tus padres?
Mi padre que era un catedrático, psiquiatra, ejerció en realidad una influencia indirecta. Cuando tenía 13 años fui a ver una exposición sobre surrealismo al Museo Nacional de Artes Visuales que fue para mí el punto de inflexión. Me interesó mucho, aunque entendí muy poco. Cuando volví le conté que vi eso y me dio material, porque el surrealismo conectaba con el psicoanálisis. El arte me empezó a interesar de manera muy clara y directa. La materialización en los estudios formales se dio a través de la arquitectura. Pero ese estudio no eludía mi interés por el arte y por la historia del arte.
¿Qué destacarías como principales referencias de la arquitectura en Uruguay?
Uruguay tiene una historia corta, aunque siempre más larga de lo que suponemos porque en realidad empieza en el mundo virreinal. Esa historia también es muy rica y normalmente no la asimilamos como propia. Nuestro país tiene una importante trayectoria fundamentalmente en lo que hace a su arquitectura moderna. Si tuviera que decir cuál es el patrimonio arquitectónico más rico que tiene el país, no tengo duda que es el que se produce entre 1920 y 1970. Todavía no ha encontrado su verdadero lugar dentro de la historia universal, pero sí en la latinoamericana. Se trata de un proceso de enriquecimiento de la cultura arquitectónica que es realmente excepcional y absolutamente en paralelo con el proceso de la modernidad europea.
Si algún edificio como el Palacio Lapido o el edificio Centenario estuviesen en Europa estaríamos viéndolos en los principales libros de arquitectura. Como referentes obviamente nombres como Vilamajó, Cravotto, Scasso, Fresnedo, De los Campos, Puentes, Tournié…
El crecimiento de la ciudad de Montevideo extramuros, ¿tuvo alguna peculiaridad? ¿La construcción de la rambla le dio una característica especial?
Montevideo tiene una especie de tensión entre una ciudad con una fuerte estructura de barrios, con su identidad, que quizás hoy no tienen la fuerza que tenían cincuenta años atrás, con algunas operaciones que afectan a toda la ciudad, que son como costuras, como es el caso de la rambla. La rambla es una operación muy fuerte que se dio en la ciudad, que hoy sería muy discutida porque tuvo algunos efectos ambientales que posiblemente no serían admitidos actualmente y porque socialmente implicó pasar por arriba a una parte de la ciudad que no se quería ver como el prostibulario. Fue una operación de homogeneización muy grande.
Cuando la miramos en perspectiva histórica podemos hacerle estas críticas, pero cuando atendiendo al resultado para la ciudad fue positiva, potente, bien hecha y dio a la ciudad una característica de ciudad marítima. Montevideo nace opuesta al mar, porque los españoles plantean una ciudad de carácter mediterráneo, luego el puerto se abre y se constituye en eje fundamental. A comienzos del siglo XX la ciudad se vuelca al mar. La rambla es un paseo único y excepcional, quizás uno de los más fuertes recuerdos que cualquier extranjero se lleva de Montevideo.
Hablabas de los barrios. ¿La descentralización administrativa de las alcaldías contribuye por ejemplo a mantener el patrimonio de los barrios?
Creo que es saludable una estructura de alcaldías. No siempre la estructura coincide con las estructuras históricas de los barrios. Esto no quiere decir que las alcaldías no puedan operar positivamente en ese sentido. Creo que los alcaldes en general han tenido una mirada positiva de conservación o recuperación del patrimonio.
¿En qué barrio te criaste?
En Pocitos, donde actualmente vivo. Pero estuve un periodo largo de mi vida en el Centro, por Plaza Independencia.
A veces uno tiene la sensación que el Centro se ha ido devaluando en la ciudad, sobre todo por una tendencia a la fragmentación hacia la costa y la periferia. ¿Cómo se puede desde el patrimonio contribuir a revertir esa fragmentación?
No es una sensación, es una realidad. El patrimonio no es el principal instrumento para evitarlo, pero es uno más. Cuando hablamos de centro posiblemente lo hacemos respecto del Centro histórico, pero hoy abarca mucho más. El World Trade Center hoy es parte de la centralidad, la vieja city ha perdido el valor de tal, con lo bueno y malo. La pérdida de poder y decisión coincide con un proceso de vaciamiento de población. Hoy la Ciudad Vieja es un espacio vacío y los espacios vacíos son problemas dentro de las ciudades. Paradójicamente tiene todas las condiciones para tener una densidad alta y eso llama la atención a un extranjero.
Está faltando una política audaz que apuesta con fuerza a un mayor residencialismo en estas áreas que están bien servidas, a partir de estímulos potentes, cosa que hasta ahora la Intendencia no ha hecho. Si queremos gente en la Ciudad Vieja y densificar muchos baldíos, generando nuevas residencias, démosle a esos inversores y quienes van a vivir allí beneficios fiscales potentes sobre todos de las cargas que corresponden a la Intendencia. A una persona que decide restaurar un monumento histórico se le da un beneficio de entre 50 y 100% de la contribución inmobiliaria por un año, pero luego hay que hacer el trámite de vuelta. Apostemos fuerte, démosle diez años o veinte al que quiere construir o reciclar edificios históricos a vivienda.
La ley de vivienda de interés social ha mostrado que hay inversión en la zona sur del Centro, con muy buenas arquitecturas incluso, pero quizás escapando de lo que ha sido el propósito de la ley que era apuntar a los sectores de menos recursos. Hay que trabajar con estímulos fuertes, es la manera de planear y dirigir el crecimiento de una ciudad.
Mencionaste la vivienda social. ¿Se pueden contemplar aspectos del patrimonio a la hora de plasmar estas políticas de construcción?
La vivienda social muchas veces está pidiendo ocupar espacios que pueden estar alejados del centro por una razón de costo. Eso no debe implicar ocupar áreas que no tienen servicios. Pero creo que es necesario tener líneas crediticias que tiendan a potenciar la localización de vivienda de interés social en áreas históricas. Teniendo en cuenta también que no se pueden generar ghettos. La mejor sociedad y ciudad es aquella donde conviven pobres, sectores de clase media y ricos en ámbitos relativamente comunes.
Otro centralismo se da a nivel nacional, de la capital respecto al interior del país. ¿Qué reflexión te merece el tema del patrimonio en el interior? ¿Qué orientación hay desde la Comisión?
La respuesta a esta pregunta puede tener un abanico grande de lugares desde donde responderse. Por un lado hay un tema institucional porque nosotros tenemos una Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación ubicado en Montevideo. Desde aquí es necesario mirar un patrimonio que está en todo el país. Y hoy podríamos decir que más o menos tenemos en el interior un número de monumentos históricos bastante análogo al que tenemos en Montevideo. Debido a ello tenemos que estar en el Interior tanto como en la capital. El otro día el director del ministerio decía que yo era la persona que había hecho más kilometraje en este periodo y posiblemente tendré que hacer mucho más.
En el interior hay una apreciación del patrimonio. En la capital influye el tamaño de la ciudad, el anonimato en que se encuentran muchos monumentos históricos mientras que, por el contrario, los bienes culturales en el interior estén mucho más cerca de la gente. Cada vez que hay un problema, rápidamente suena el teléfono en Montevideo, como cuando cayó un rayo en la estatua de la Libertad en Mercedes. Hay en el interior al igual que en Montevideo bienes que tienen valor nacional y otros valor departamental.
Por otro lado, cabe determinar cuáles son las categorías de protección que no sean exclusivamente nacionales. Hace pocas semanas estuve en Malabrigo donde hay una magnífica estación de ferrocarriles que ha sido muy trabajada por la gente. Esa recuperación le agrega valor al objeto y va adquiriendo un sentido de referencia para la nación en su conjunto. Los bienes no son solamente lo que son sino lo que potencialmente pueden ser. En esa potenciación las comunidades tienen mucho para decir.
Tu integras la Sociedad Rodoniana. Rodó hacía una vinculación entre la estética y la ética. Cuando uno recorre la ciudad ve la vandalización de los espacios públicos y graffitis, a los que el ciudadano se acostumbra. ¿Hay una degradación ética en ese deterioro patrimonial?
Creo que la belleza es un derecho. En una línea schilleriana y rodoniana, en que la estética es un camino importante hacia la ética, la estética empieza a transformarse en un derecho. La degradación de las fachadas habla de una degradación cultural pero también de otra cosa. Un monumento creado en 1920 tenía un potencial semántico, comunicacional, que hoy no tiene. El mismo monumento tenía una carga de signos y mensajes que eran abiertos y hoy se han vuelto crípticos. Hay una tarea también de abrir esos mensajes. Por eso valoro mucho la tarea de divulgación.
Me encanta la investigación académica para expertos pero también una parte importante de lo que hago tiene que ver con la divulgación, si no lo otro es una tarea de gabinete con escaso impacto en la sociedad que nos toca vivir. La academia tiene mucho para decir en esto y creo que debería tener más compromiso del que hoy tiene.
Otro patrimonio es el llamado inmaterial. ¿Qué desarrollo tiene en Uruguay?
El patrimonio inmaterial del país está empezando a andar. Estamos en una instancia donde una vez aceptada la convención de Unesco en la materia nos obliga a ingresar en toda una línea de trabajo, de investigación, de inventario y de puesta en valor que está en el marco de una serie de prescripciones y de planteos. De todas maneras, yo tengo una mirada que tiende a no separar el patrimonio material del inmaterial. Me gusta más hablar de bienes culturales. Tener una mirada integradora. Pero el patrimonio inmaterial como definición ha sido una necesidad. Tengo la impresión que en unas décadas o quizás antes vamos a pasar a una mirada más integradora.
Estamos a pocos días del fin de semana del Patrimonio. ¿Cómo se prepara la Comisión en circunstancias excepcionales con la pandemia? ¿Cuál es la propuesta este año?
El Día del Patrimonio tiene una unidad temática que es la medicina y la salud, en una relación con lo que vivió el mundo en forma impactante en un tiempo extremadamente corto. Todavía no somos muy conscientes de lo que nos tocó vivir, pero sí que vivimos un tiempo muy intenso. Nos pareció interesante pensar que había que tomar la situación como un factor clave de potenciación de lo patrimonial y al mismo tiempo como homenaje a todos aquellos que fueron protagonistas y siguen siéndolo en un proceso de pandemia como el que vivimos.
Llevará el nombre del doctor Manuel Quintela y ayudará a conocerlo mejor. Hace muchos años cuando se llamó ingeniero Eladio Dieste la gran mayoría de los uruguayos no sabía quién era y nosotros los que estábamos más vinculados a la arquitectura pensamos que era un nombre absolutamente cotidiano y no era así. Cuando propusimos el nombre de Quintela fue una alegría en el ámbito académico, hospitalario y profesional médico.
En la Isla de Flores está el antiguo leprosario, ¿cuál es la situación actual?
Es una buena pregunta porque la Isla de Flores, y este es el momento de anunciarlo, será el ámbito de trabajo y candidata del país para integrar la lista del patrimonio mundial de ahora en más. Eso tiene como propósito poner en valor este lugar, cambiar la mirada que hubo hasta ahora y entender que es un ámbito que tenemos que proteger e invertir. La isla cuenta hoy con una ONG que trabaja en poner en valor ese lugar. Es un sistema nacional de áreas protegidas, es monumento histórico nacional y además ya está integrada a la lista indicativa de la Unesco como primer paso necesario para estar en la lista mundial.
Han surgido algunos planteos de hacer un monumento por la lucha contra el coronavirus. Además, se reitera la polémica por los monumentos religiosos en la rambla. ¿Qué rol juega la Comisión?
Tiene incidencia porque los bienes están ubicados en un área que tiene protección como los que están sobre la rambla. Cualquier monumento o edificio requiere de la aprobación de la Comisión para materializarse. Los criterios están muy fundamentados en una valoración de tipo paisajística, estética, ambiental podría ser, y en lo posible ajeno a miradas de tipo religioso-biológica. No le debería competer a esta Comisión mirar desde ahí. La rambla es un espacio bastante plural en lo que hace a imágenes, entonces creo que eso hay que seguirlo manteniendo. Es una dimensión muy uruguaya y un valor.
¿Te referís a un laicismo positivo?
Si. Soy bastante crítico en general del laicismo uruguayo. Creo que se ha transformado de a poco en una nueva religión. Creo en un laicismo abierto, que es capaz de admitir las más variadas creencias y no centrarse en una mirada que tiende a buscar la apertura por la negación de lo que está.
“El tema patrimonial está instalado en la agenda política”
Sobre la campaña electoral. ¿En qué medidas los candidatos tomaron la cuestión patrimonial?
Tengo una audición de radio donde participaron tres de los cuatro candidatos de Montevideo, Raffo, Cosse y Villar. Los tres hicieron hincapié en la importancia de lo patrimonial bajo distintos enfoques. El tema patrimonial está instalado en la agenda política, esto me parece fundamental. Hace treinta o cuarenta años a nadie se le antojaba poner lo patrimonial dentro de la agenda políticas nacionales. Ha sido un proceso que se ha ido ganando en el tiempo por la acción de distintos actores e instrumentos de gestión. El Día del Patrimonio jugó un papel fundamental en este sentido. Esto ha llevado a que el interés de la gente hiciese que el sector político lo incorporara a la agenda. Creo que de ahora en más el patrimonio va a continuar creciendo y cada vez más esta cuestión será tema de interés.
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