Bueno, ya pasaron las elecciones. Cuando usted lea esto, podrá estar feliz o muy enojado por el resultado. Recuerde que “aguantar y tomar quina es la mejor medicina”.
La cuestión por la que voy a escribir hoy es más que nada una reflexión que tiene que ver con el comportamiento social de los uruguayos, más precisamente de los capitalinos.
Fuimos testigos de una campaña grosera, ordinaria, berreta, donde la grasa se veía correr por el cordón de la vereda. Hubo de todo: candidatos acusados de ocultar abusadores, estafas, gastadoras compulsivas de los dineros públicos, malas administradoras, ceceosos con mala memoria, un senador que apoyaba a un candidato expresando a viva voz que las diferencias conceptuales con la oposición eran cuestión de taquitos y de genitales.
No podían faltar las convocatorias a expresarse por los derechos de los que tienen opciones diferentes en sexualidad, mezclada con reclamos por la LUC y presupuestos de la educación.
En pleno tiempo del crecimiento de la pandemia se vio una enorme expresión de inconscientes. Un altísimo porcentaje de gente salió sin tapaboca, compartió mate, cerveza, vino, abrazados o a escasos centímetros unos de otros, filmando, sacándose fotos, con algún muy notorio personaje de farándula en chancletas, esa de la que hacemos gala los orientales del Uruguay. Da una muestra brutal de la inmadurez y la nula conciencia de la enfermedad que acosa y diezma la población mundial.
Estos mismos participantes son los que luego subieron a los ómnibus interdepartamentales, muchos sin cambiarse siquiera la ropa, otros sin bañarse y fueron a votar al interior, aumentando así la posibilidad de propagación de la enfermedad. Se comieron un asadito o algún guisito con los parientes, prodigando brindis, besos y abrazos a padres, tíos y abuelitos, a los cuales los pusieron en altísimo riesgo de contraer la enfermedad.
Claro que cuando lleguen las nuevas olas de contagio de la enfermedad, será culpa del gobierno. Quizás apunten a que el mayor responsable es el ministro Salinas porque es de Manini, o Lacalle Pou porque permitió que un maninista sea ministro de Salud, o Larrañaga porque no “reprimió a palo” como lo hubieran hecho los militares… que son todos maninistas y es su especialidad; igual, también iban a reclamar por esto, que les venía al pelo.
Aquí, en estas tierras, la misma que en el siglo pasado alguien dijo: “Los uruguayos son ingobernables”, máxima que parece un conjuro o maldición, tiene una variable en estos tiempos: “Los uruguayos son un pueblo de inconscientes que no razonan y no saben hacerse cargo de sus errores u horrores”.
Todo esto me trajo a la memoria una elección en el club de bochas “La Arrimada” y donde el “chango Prieto” era el presidente hacía más de 30 años.
Llegó el tiempo de elegir nuevas autoridades y unas semanas antes el “turco Nair “, candidato opositor, hizo correr la noticia de que en el Club había epidemia de paperas y esto, a los hombres, le podía traer como problema mayor la incapacidad de procrear.
Se pidió un cambio de fecha, una postergación, pero como no fue posible convocar la asamblea -no existía Zoom ni whatsapp- no se pudo realizar y las elecciones quedaron como estaban pactadas.
Había una sola mesa de sufragio y el que fue a votar fue el turco Nair con su gente, que sabían de la mentira.
Y a pesar de toda la gran farsa, ganó la elección.
Lo votaron los ignorantes y los inconscientes y los que son cómplices de la mentira.
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