Las elecciones departamentales y municipales modificaron el mapa político territorial, sin embargo, el conjunto de partidos de la coalición oficialista votó menos que en octubre de 2019. Según Bottinelli, la coalición está hoy lejos de ser una alianza y marcó como un fallo el no haber podido lograr múltiples candidaturas bajo un mismo lema en la capital.
Mencionaba en un artículo publicado en Factum que hay dos análisis posibles sobre las recientes elecciones. Uno territorial y otro vinculado a la valoración del periodo, sobre todo por la postergación de los comicios…
El análisis territorial es cuánto ganó de territorio y cuánto perdió cada uno. Analizar la elección de 2020 respecto a 2015 como que se produjo ahora un cambio, es saltearse que Uruguay tuvo un cambio político muy fuerte en 2019. Lo esperable era que ese cambio se reflejara. Que un partido político pase del 48 al 39 % y conserve la misma cantidad de intendencias y alcaldías parece un poco irreal.
Lo de elección de medio periodo entiendo cuando uno compara exactamente al mismo electorado. Entre una elección y otra, definitorias de gobiernos. La técnicamente perfecta es cuando cae en la mitad exacta del gobierno, como en Argentina. Hay un tiempo suficiente para que impacte el ejercicio del gobierno. Y aquí ocurrió que la postergación se da en que la pandemia generó muy fuertes hechos de gobierno. Tuvimos la pandemia, la reacción del gobierno, la ley de urgente consideración, el envío del presupuesto e incluso el planteo del desafuero del senador Manini Ríos. En el momento de la votación ya no es la continuidad plena del ciclo electoral anterior.
Lo otro que hay que ver es que lo más nítido para analizar es la comparación de los dos grandes bloques. Con una ventaja para el Frente Amplio, que es un solo partido, que se presentó como tal en los 19 departamentos y 125 municipios. El otro bloque que podemos denominar oficialista tiene la particularidad que en Montevideo votó bajo un mismo lema con los cinco de la coalición, más el PERI. En otros departamentos cada uno de esos partidos votó por separado. En diez de ellos bajo el lema Partido Nacional hay presencia de Cabildo Abierto. Por lo menos hay tres modelos distintos y es muy difícil hacer un análisis, para estimar con precisión los votos de cada uno.
Lo cierto es que, según su estudio, el bloque de partidos oficialistas alcanzó prácticamente el 50 % en estas elecciones…
Sí. El global da un 40 % para el Frente Amplio, mientras que el oficialismo o coalición multicolor ampliada el 50 %. Y queda un 10 % que lo conforman los partidos menores neutros que son el PVA y UP, más el anulado, el voto en blanco total y el parcial. El parcial es el que decide votar para el municipio pero no vota para el departamento, lo cual, políticamente, no es sumable.
O sea, que el FA en números gruesos vota igual que en octubre de 2019. La coalición vota igual que en el balotaje, no que en octubre que había votado un 54 o un 55 % con el PERI. Entonces, elección parlamentaria versus elección departamental, la coalición pierde 5 puntos de todo el electorado.
El oficialismo no revalida la votación con que fue elegida esta mayoría parlamentaria, sí revalida ser la mitad del país. Desde este punto de vista la coalición tiene un rasguño, no salió fortalecida y no se justifica ningún triunfalismo sobre este resultado. El FA no sale derrotado porque esta elección recoge ya el golpe de octubre.
Esa pérdida de votos de los partidos oficialistas que votó en gran medida a la fórmula del FA en el balotaje y en blanco o anulado ahora. Hay que hacer una salvedad, cuando uno hace esto maneja conjuntos porcentuales y no personas que pueden rotar.
Lo cual también quiere decir que no existió la remontada que festejó el FA en noviembre, sino que eran votantes que no votaron o que votaron contra Lacalle Pou, pero no estaban con el FA.
¿Cómo se explica la baja votación de Cabildo Abierto?
En el análisis más desagregado juegan, también, muchos elementos locales. Pero cuando uno lo ve macro, se compensa. Cabildo Abierto resultó decisivo en Rocha, porque el FA le ganó al PN como tal por 3 mil votos y el lema PN que es una alianza con CA le gana la intendencia por mil, porque CA aportó 4 mil. Ahí es muy importante y he visto muy poco reflejado que en Rocha no ganó el PN, sino la alianza PN-CA.
Lo segundo que quedó claramente demostrado en este partido nuevo, es que no tiene pertenencia ni tradición y está esencialmente formado detrás de una figura caudillesca. Y es muy distinto cuando está la figura del candidato de cuando no está. CA es Manini Ríos. Es un problema que tiene muchas veces como grupo y no como partido el MPP, que ha votado siempre de manera diferente con y sin Mujica, aunque es diferente porque tiene más adhesión y arraigo.
Todavía existe un arraigo fuerte a los partidos tradicionales dentro de la coalición, ¿eso la afecta?
Desde la reforma de 1996, pero acentuado en la elección departamental de 2015, se están haciendo saltar las bases del sistema electoral uruguayo. Sistema que estaba basado en partidos, que eran los mismos tanto en lo nacional como lo local. Y que, por principio establecido en la ley del 25, ningún partido registraba en su lista personas públicas o notoriamente pertenecientes a otro partido, y eso sigue rigiendo aunque ya no se aplica. Ese es un primer problema, qué se va a hacer con el sistema de partidos.
Lo otro es que creo que hay que analizar con mucha prudencia, porque aquí se ha ido a dos modelos extremos. O han votado los partidos por separado, o han votado en una coalición con candidatura única. Y hay un modelo intermedio que pudo haberse aplicado en Montevideo por el cual va la coalición bajo el mismo lema y van candidatos de las distintas opciones. Yo creo que lo que está fallando es la coalición de partidos diferentes con candidatura única.
“No existió la remontada que festejó el FA en noviembre, sino que eran votantes que no votaron o que votaron contra Lacalle Pou, pero no estaban con el FA”
No se debe confundir y mirar al FA como una coalición. No lo es. El FA es un partido político, surgió como alianza, con autoridades y estructura de base común, con mandato imperativo. Además, desde 1984, es decir, desde la restauración institucional, es un partido sociológico. En una coalición como pasa en el multicolor, la gente es colorada, es blanca o es cabildante. En el FA casi la totalidad son frenteamplistas, quedan muy pocos cuya definición es ser comunista o socialista. No es lo mismo una candidatura única en un partido que en una coalición.
¿Puede terminar siendo una alianza esta coalición multicolor?
No sé. Pero hoy la gente no tiene pertenencia a una coalición. La candidatura única fuerza a la gente a adherir a algo que no adhiere naturalmente. El tema es si hay o no voluntad de alianza, yo no he visto por ahora. Una cosa es coalición que se caracteriza como elemento definitorio por ser puntuales, aunque dure medio siglo, son acuerdos a término, si se quiere hasta con renovación automática, pero para objetivos concretos sin que nadie pierda su individualidad. Una alianza es un mantenimiento de la individualidad debilitándola y creando una nueva entidad. Las alianzas no pueden durar demasiado, porque si crean una nueva entidad van generando una pertenencia, que se traslada de lo particular al colectivo.
Probablemente, pueden generarse dos pertenencias como fue, por ejemplo, en el Partido Colorado durante la primera mitad del siglo XX, donde siendo todos esencialmente colorados, unos se consideraban batllistas, otros independientes (riversistas, baldomiristas, etc.). Para eso tiene que haber una voluntad y hasta ahora la forma en que se ejerce este gobierno, particularmente en el PN no se ve esa voluntad. Lo ha dicho el secretario general del Partido Colorado, recordando que no es un partido blanco, sino multicolor, marcando que se está muy lejos, no solo de una alianza, sino de una coalición sólida.
El propio Julio María Sanguinetti dijo que el país “va arribando a un nuevo bipartidismo”…
Matizaría eso porque creo que el país está yendo hacia un bibloquismo. Donde de un lado hay un partido político, que podrá votar mejor o peor, tener sus conflictos internos, pero tiene la solidez que han tenido otros partidos históricos. Del otro lado, hay por lo menos tres partidos relevantes de los cuales uno puede tener más dudas sobre su continuidad que es CA, porque técnicamente por ahora yo lo definiría más como un movimiento, con una plasticidad que puede hacer que forme parte de distintos proyectos. Los otros dos vienen con casi 200 años de historia.
Pero el trasvasamiento electoral tan fluido que hay entre el voto blanco a candidaturas coloradas como en Rivera, o de votantes colorados a blancas como en la mayoría de los departamentos del país, hacen pensar que ya esa frontera se ha debilitado mucho. Son tránsitos que no dejan de tener peligros porque hay mucha gente que puede adherir muy firmemente a una de las partes, pero no al nuevo conjunto que surge. Es todo un tema a explorar. Veo que podría haber más voluntad desde el Partido Colorado porque ha quedado en una situación política complicada y de CA por esa cuestión más movimentista y naciente, que del PN que hace un diagnóstico de ser un partido muy fuerte e incluso desde algunas declaraciones considerando que el bipartidismo es FA-PN, con intención de fortalecer esta dicotomía.
Lo que hubo en noviembre del 2019 es una coalición electoral y ahora en Montevideo también. Y hay una coalición legislativa para aprobar leyes y una coalición parlamentaria para sostener al gobierno que se expresó, por ejemplo, en esa curiosa interpelación de oficialismo contra oficialismo en el caso UPM, pero que funcionó. Hay también un acuerdo de gobierno con un partido dominante y partidos que participan en el gobierno en funciones auxiliares. Pero una coalición es cuando el conjunto discute las medidas relevantes a adoptar, en órgano donde estarían todas las partes de la coalición. En Italia, en este momento gobierna una coalición donde el presidente, neutral entre las partes, toma las decisiones con los dos vicepresidentes que cada uno responde a cada partido de la coalición, el movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático.
Dos figuras como Mujica y Sanguinetti anunciaron su retiro del Parlamento… ¿cómo repercute?
En julio creíamos que íbamos a tener a todas las figuras sentadas en el Parlamento, Sanguinetti, Talvi, Manini Ríos del lado del oficialismo y por otro lado Mujica y Astori. Estamos asistiendo ahora claramente a una renovación generacional donde los mayores se están retirando, aunque parcialmente porque Sanguinetti va a continuar como secretario general del Partido Colorado.
Parece abrirse paso la llamada generación del 83’…
Sí, uno ve figuras sobre todo del periodo final de ese periodo y del inicio de la restauración institucional que, naturalmente, aparecen con una perspectiva distinta a los formados o matrizados previamente al golpe de estado, con otro funcionamiento político y social del país. Creo que la elección departamental provoca en el FA la emergencia a un primerísimo plano de dos figuras, la de Yamandú Orsi y la de Carolina Cosse. En el caso de Orsi fue bastante claro y explícito el gesto que hizo Mujica, que no solo anuncia que renuncia al Senado, que ya había hecho en la legislatura anterior, sino su retiro y da una explicación del coronavirus como algo que no se va rápidamente y su problema inmunológico que lo hace extramadamente vulnerable y lo obliga a pasar a otro tipo de actividad diciendo que privilegia la vida. Y de noche va a saludar y a abrazar a Orsi, pasándole claramente la antorcha y lo proclama como un sucesor. Emerge también Carolina Cosse en un dato que a veces se saltea y es que esta intendencia de Montevideo sumada a la de Canelones es muy distinta a las tres anteriores. Ahora esas intendencias son los máximos lugares de poder del FA, como lo fueron en las tres previas a la llegada al gobierno nacional. Esta intendencia políticamente tiene un relieve mayor. Del lado del PC se abre ahora una gran interrogante porque Sanguinetti hace su segundo retiro, luego sintió la obligación de volver no solo para levantar a su partido, complementándose con Talvi, sino también para impulsar la coalición. Él veía, y lo dijo explícitamente, que cualquier partido por sí solo no estaba en condiciones de derrotar al FA y solo podía gobernar una coalición. En este sentido es el gran autor de la coalición. Y ahora siente que esa misión la cumplió y necesita impulsar una renovación que sea definitiva. El PN lleva sobre los otros partidos que llega al gobierno ya producida la renovación, con un presidente que llega al gobierno con menos de 50 años y se están produciendo recambios a nivel senatorial, de diputados y ministerios. Se puede decir que el gobierno concluye un proceso de renovación y en este sentido le gana un tiempo a los otros.
“El fuero parlamentario no tiene un sentido estamental, sino institucional y de representación”
Para Bottinelli, “hay que tener mucho cuidado en analizar los fueros en función de lo momentáneo”. Esta semana el senador Sebastián Da Silva, del Partido Nacional, ingresó un proyecto de ley constitucional para modificar el fuero parlamentario en nuestro sistema, con un texto calcado del que presentó en 2016 el entonces senador Luis Lacalle Pou, aunque nunca fue tratado.
En las últimas semanas ha estado sobre el tapete la cuestión del
desafuero de un legislador. Ahora existe un planteo para eliminar el fuero
parlamentario. ¿Cuál es su análisis?
Primero el concepto del fuero, que no es crear un privilegio a la persona para que quede por fuera de los juzgamientos, sino que hay dos teorías que pueden unirse y no son contradictorias.
Una es proteger a la institución parlamentaria y no a cada individuo en particular. Se considera que la institución parlamentaria es la más débil desde el punto de vista fáctico porque no tiene la fuerza y no tiene la posibilidad de ordenar la detención de alguien como tiene el Poder Judicial.
El Senado romano no necesitaba fueros, entre otras cosas, porque tenía mando directo de legiones. Cuando el monopolio estatal de la fuerza pasa al Ejecutivo, es cuando el Parlamento requiere defender su independencia y ahí surge el concepto del fuero.
El pedido de desafuero no es un trámite, sino que es un juicio preliminar que hace el órgano parlamentario, si hace lugar a la formación de causa o no.
Se habla a veces de otro tipo de fueros, como el sindical…
Ahí se habla de otros temas que no tienen que ver con la justicia, sino por ejemplo en el caso del fuero sindical con el despido, con la persecución del dirigente sindical. La sustancia no es diferente, es proteger a quien ejerce una función representativa.
Pero no hay que confundir, si vamos tiempo atrás había también fuero eclesiástico, nobiliario y militar. Tenían un sentido de estamentos privilegiados. En el fuero parlamentario no es en un sentido estamental, sino institucional y de representación.
¿Por qué aparece una tendencia en algunos países proclive a eliminar el fuero?
En las últimas décadas, aparece el problema de la existencia de fenómenos importantes de corrupción. Hay que distinguir dos cosas. En Italia se diferenció entre corrupción política y corrupción personal, si se financia un partido político o se enriquece la persona. Todo es condenable, pero es distinto. En el mundo si difundió la expresión Mani Pulite. Allí surgió la lucha contra el fuero y empezó en Occidente una corriente.
Existe el fuero total como el uruguayo, otro es impedir la detención, pero habilitar el juicio aunque no automático, sino con autorización. Quienes defienden el debilitamiento del fuero sostienen que nadie está por fuera de la justicia y quienes defienden el mantenimiento del fuero tienen dos argumentos que no son contradictorios.
Por un lado, que una cosa deseable es protegerse de la corrupción política, pero otra es protegerse de la judicialización política. Tenemos muchos casos, incluso recientemente de judicialización política. En las últimas elecciones italianas de comienzos de 2018 no pudo ser candidato Berlusconi, lo cual pudo haber cambiado todo el resultado electoral y la formación de gobierno. Y en mayo, la misma justicia lo sobreseyó. Es una clara interferencia.
Lo otro es que, si bien formalmente se mantiene la independencia del legislador porque no puede ser privado de libertad, en qué calidad ejerce su función si hay un poder judicial investigándolo. En general, la defensa de que no haya fueros parte del supuesto de que los jueces son personas que están más allá de la política y de la influencia popular, que son absolutamente puros. Y, en general, las instituciones existen porque se parte de que los hombres son todos falibles. Está demostrado, y esto los politólogos lo podemos decir con más facilidad que los juristas, que la magistratura siempre se descubre que termina influida y gira al compás no de los intereses de los que mandan, sino de las oscilaciones de la opinión pública.
¿Y sobre la posibilidad concreta de que se elimine o modifique el fuero en Uruguay?
La Constitución es terminante en la medida que está basada en el concepto más puro del iuspositivismo con algunos escapes de iusnaturalismo. Además, con la concepción románica de la importancia sustancial de la garantía en el proceso, se establece con mucha precisión como se ejerce el fuero y el desafuero.
No cabe ninguna ley que pueda modificar el fuero. Se exige que el Cuerpo se expida cada uno por 2/3 de votos para que haya lugar a la formación de causa. Por eso nadie puede interpretar que puede haber causa sin pronunciamiento del legislativo. Otra cosa es que se impulse una reforma constitucional que puede eliminar el fuero, pero requiere que se plebiscite el tema.
Hay que tener mucho cuidado en analizar los fueros en función de lo momentáneo. No hay partido político en Uruguay que en algún momento no haya tenido la necesidad o conveniencia de amparar a uno de sus miembros en el fuero o similar como suspensión en el cargo.
TE PUEDE INTERESAR