Siempre le gustaron las letras y nunca tuvo dudas de que quería ser abogado. A lo largo de su carrera fue profundizando su formación y experiencia en el área internacional y en paralelo se dedicó a la actividad política. También se abocó al estudio de la historia y a la música, una faceta no tan conocida del exsenador blanco. Hoy está al frente de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), organismo en el que ya se había desempeñado varias décadas atrás. Desde ese lugar, pondrá el foco en la generación de empleo en la región y en la digitalización.
Su padre, Marcial Abreu, era un ciudadano paraguayo que emigró al Uruguay en sus años de juventud. ¿Por qué se fue y qué lo trajo a nuestro país?
Mi padre llegó al Uruguay después de la guerra del Chaco; con 17 años peleó una guerra terrible, donde murieron unos 100.000 jóvenes. Quería un poco de paz, y el Uruguay siempre fue muy receptivo con los inmigrantes. Vino a estudiar con una cantidad de amigos, estudió odontología, y se casó con mi madre, que es uruguaya.
Éramos dos hermanos. Mi hermano, un agrónomo que fue el primer vicepresidente del INIA, lamentablemente falleció. Mi padre siempre me crio con la idea de que yo era uruguayo, que nunca confundiera dos nacionalidades. Él me decía: “Uruguay es tu patria y tenés que identificarte con todos los valores que hacen a tu sociedad”. Siempre lo sentí de esa forma, a pesar de que aprendí algo de guaraní, que a veces me hablaba, o la música, que siempre me gustó; de hecho, la guitarra es una especie de instrumento familiar.
Usted llegó a sacar un disco.
Sí, tengo un CD que se puede escuchar en Spotify, se llama “Con la música en el alma”. Yo cantaba, el guitarrista era un querido amigo que falleció, Juan Peyrou, y también me acompañaba Carlos Soares de Lima. Lo grabé cuando era ministro de Industria. De noche íbamos a Sondor y ahí nos distendíamos.
Ese disco es un homenaje a muchas cosas, tiene varias canciones y una de ellas está dedicada a mi padre y otra es la primera canción que le canté a mi esposa cuando éramos novios –llevamos 45 años de casados-. En mi casa heredé el gusto por la música. Tuve una relación con Los Chalchaleros cercana. Mis hijos también son músicos.
En el ámbito académico eligió la abogacía, pero se fue encaminando hacia la política internacional. ¿Cómo empezó esa carrera?
Siempre me gustaron las letras y nunca tuve dudas de que iba a seguir abogacía. Cuando terminé la carrera, fui uno de los primeros en hacer un posgrado de administración pública internacional en Estados Unidos. Estaba recién casado y mi esposa me preguntó: “¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a hacer ahora con la beca?”. La respuesta es una frase muy linda que se la digo a los jóvenes: “las puertas que se van a abrir, la madera está en el monte”.
Eso lo aplico muchísimo, porque uno va creando su propio camino, no tiene que esperar que las cosas se den, va impulsando lo que sueña, que a veces se cumple y a veces no, pero siempre tiene que ser producto de la iniciativa. Yo entré a querer lo que hacía, que eran los estudios, mi actividad, todo vinculado con la política o las políticas públicas.
¿Y cómo se vinculó con la política?
Yo me vinculé con el Partido Nacional porque fui compañero de clase, desde los cinco años, de Washington Beltrán (Storace) y de Enrique Beltrán (Rohr), los hijos (de Washington y Enrique Beltrán Mullin). Con sus entrañables familias compartíamos la actividad política de Reconstrucción Blanca, la vieja lista 400, y me integré a un grupo de amigos con los que todos los domingos íbamos al cine y al diario El País.
Fui teniendo una intensa relación afectiva que la mantengo hasta ahora, son como mis hermanos. Entonces integré la juventud, después la presidí, con 22 años, y fui candidato a diputado por la lista de 400, con 24 años, con Wilson y con Washington Beltrán.
En el gobierno de Lacalle Herrera usted ya era senador y él lo nombró canciller en la mitad de período. ¿Cómo recuerda esa época?
Yo era el segundo candidato al Senado de Gonzalo Aguirre y era muy joven cuando salí electo senador. En ese momento murió Dardo Ortiz, así que yo pasé a ser el presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales, de Hacienda y de Constitución y Legislación, supliéndolo a él.
Yo no integraba la lista del Herrerismo, pero tenía una buena relación con el presidente, que siempre fue un hombre de partido. A la mitad del período me designó y ahí empezó una gestión en Cancillería muy intensa, porque teníamos las negociaciones del Mercosur y asumí la Presidencia de la Ronda de Uruguay del GATT, entre muchas otras cosas. El Ministerio era muy activo y hubo dos o tres episodios que fueron muy difíciles, que todavía se recuerdan, como el caso Berríos y la extradición de los etarras.
“La Aladi tiene que ser moderna, incorporar la digitalización a todo el sistema de facilitación de comercio, buscar una mayor relación entre el micro, pequeño y mediano empresario con los otros países”
Después de eso estuve cinco años dedicado a la profesión y fui candidato a la Vicepresidencia, con Lacalle en el año 1999 y con Larrañaga en el 2004. En la primera simplemente acompañaba y en la segunda salí electo senador. En el 2000, cuando ganó el Dr. Batlle, él me invitó a ser ministro de Industria.
¿Cómo fue integrar el gabinete en esa coalición de blancos y colorados?
Trabajé en la coalición más de dos años, muy bien. El presidente Batlle, con su estilo, era un hombre muy inteligente, creativo, activo en las visiones internacionales, con un conocimiento profundo de la historia. Con él yo me sentí muy cómodo, nos llevamos siempre muy bien. Luego la coalición se terminó por razones de estrategia electoral. Yo no fui partidario de retirarnos, pero lo decidió la Convención del partido.
También fue dos veces precandidato a la Presidencia.
Sí. La primera vez, en 2003, el grupo se llamaba Reconstrucción Nacional, y tuvo un movimiento con mucha expectativa. Lo mismo sucedió en 2014 con Dignidad Nacional. El grupo tenía mucho respaldo y, aunque fuera montevideano, el apoyo más importante lo tuve siempre en el interior; yo recorría mucho el país.
¿Por qué no cuajaron esas candidaturas?
Por falta de dinero. Si no conseguís recursos, y no son pocos, lo que tenés se te va en la política volando, y yo tengo una familia que fue lo que más prioricé siempre –mi esposa, mis cuatro hijos-. Está bien que uno haga todo un esfuerzo, pero el financiamiento de una campaña política tiene que ser importante, porque si no, no tenés la menor posibilidad. La política te absorbe y uno tiene que establecer prioridades. En eso la familia siempre fue lo primero y todavía lo sigue siendo.
Fue uno de los impulsores del Consejo Uruguayo para las Relaciones Internacionales (CURI), el cual hasta hace poco presidía. ¿Cómo nació?
En Argentina hay un organismo que se llama CARI (Consejo Argentino de Relaciones Internacionales). Lo presidía su fundador, el excanciller Carlos Muñiz. Hace más de 15 años me llamó y me dijo: “Sergio, tendrías que hacer el CURI, tratá de dirigirlo; si no funciona alrededor tuyo, no tiene fondo”.
Empecé a hacerlo de a poco y cuando quise acordar se desarrolló con un presupuesto de 9.000 dólares al año, un gran aporte de varias generaciones, de exministros, gente joven, cantidad de mujeres que se han incorporado, historiadores, personas de nuevas disciplinas como la energía o el tema ambiental. El CURI es una escuela de formación y de actualización de los estudios.
No es la primera vez que trabaja en Aladi. ¿Cómo fue su pasaje inicial por la asociación?
Cuando volví de estudiar el posgrado en Estados Unidos me presenté a un concurso en Aladi y lo gané, y fui seleccionado director de Administración y Finanzas. Hubo una reestructura, no fue una cosa muy fácil porque eran temas un tanto difícil de materias de reorganización. Estuve unos ocho años.
Un día, después de correr por la playa, llegué a mi casa y le dije a mi esposa: “renuncio a la Aladi”. Me dijo: “¿Vos estás loco? ¿Cómo vas a renunciar?”. Estoy hablando de una Aladi donde el sueldo era importante y mi cargo era muy alto, pero yo me quería postular al Senado. Obviamente me acompañó, resignada, con el temor normal, y fui electo senador.
Ahora le toca volver, pero esta vez como secretario general. ¿Cuál será el centro de su actividad?
El Dr. Lacalle decidió postularme a un cargo en el que fui electo por consenso. No es lo mismo que unanimidad, pero nadie se opuso. Eso es muy importante porque estamos en un momento político donde Venezuela, Cuba, Brasil, Colombia y otros países están enfrentados.
Acá hablamos de comercio y ahí está el centro de mi actividad. Nosotros estamos en un continente que es el más desigual del planeta, y con el Covid-19 hemos perdido más de 30 millones de puestos de trabajo de micros, pequeñas y medianas empresas y sobre todo empleos informales.
Es importante entender que la Aladi no tiene cláusula democrática. ¿Por qué? Porque tampoco la tiene la OMC. Si no, tendríamos que decirle a China que no estuviera. Esto es comercio.
¿Dónde estará puesto el foco en ese sentido?
Tenemos que hacer un esfuerzo por recuperar trabajo para darle dignidad a la gente, y hacernos todos responsables –de la ideología que fuere- de que el resultado que tenemos hoy es derivado de nuestras ineficiencias, de la falta de integración, de las políticas nacionales, pero es algo que toda una población de una enorme diversidad no se merece.
“No podemos tener de rehenes a los que más sufren, a los más vulnerables, a los que se quedan sin trabajo, a los que se mueren de hambre”
¿Qué rol puede cumplir la Aladi en la salida de la crisis regional pospandemia?
La Aladi tiene que ser moderna, incorporar la digitalización a todo el sistema de facilitación de comercio, buscar una mayor relación entre el micro, pequeño y mediano empresario con los otros países, es decir, vincular las cadenas de producción. Tiene temas muy importantes como los servicios, el transporte multimodal, la hidrovía Paraná-Paraguay, la energía, el medio ambiente.
La tecnología es clave por el impacto que tiene lo digital sobre el comercio. Los instrumentos tienen que ser bien modernos y el comercio tiene que ayudar a superar la confrontación y las luchas ideológicas. No podemos tener de rehenes a los que más sufren, a los más vulnerables, a los que se quedan sin trabajo, a los que se mueren de hambre. Todo lo que se pueda hacer acá depende de la voluntad política de los países.
¿Cuáles son las oportunidades comerciales para la región en este contexto complejo?
Para las micro, pequeñas y medianas empresas, que han perdido las cadenas de valor, vamos a tener la Expo Aladi en octubre, aunque esta vez se hará virtual. Son escenarios de negocios donde les facilitamos a los empresarios que puedan encontrarse.
Además, algunos acuerdos digitales han venido avanzando, como el certificado digital de origen, que es para poder exportar, o hasta las cosas pequeñas como el roaming, que se ha establecido dentro del Mercosur. Son instrumentos que van haciendo al comercio de bienes, pero también al de servicios.
En su discurso de asunción, además de estos temas, planteó la importancia de la convergencia. ¿Qué se puede hacer para favorecerla?
Ese es el principio que permite que los países vayan convergiendo en sus propios tratados. El Mercosur y la Alianza del Pacífico están dentro de la Aladi, entonces yo voy a tratar de que ambos procesos de integración puedan unificar normas, buscar complementaciones en todos sus aspectos. No es fácil, pero la integración necesita un empuje que está vinculado con el empleo.
¿Qué está pasando hoy en la OMC?
La OMC se está vaciando de contenido y de apoyo político, porque hay dos actores en el mundo que están desarrollando sus acuerdos en forma de comercio administrado: Estados Unidos y China. Ellos actúan fuera de la OMC y de todas las otras organizaciones que tienen reglas.
Cuando se actúa fuera de las reglas, y más al tratarse de países como estos, que son grandes potencias, en realidad, les restan a los demás Estados, en particular, a los más pequeños, a las economías más débiles, en el sentido de tomar decisiones y de tomar precios, les restan la seguridad jurídica. Ahí se impone la ley del más fuerte, lo cual es tan peligroso como real.
China es el primer exportador de bienes y el tercer exportador de servicios, y eso también se refleja en las cadenas de producción, donde dos tercios del comercio global es intrafirma, es decir, las firmas van estableciendo las cadenas. Esta es la realidad.
“El Mercosur y la Alianza del Pacífico están dentro de la Aladi, entonces yo voy a tratar de que ambos procesos de integración puedan unificar normas, buscar complementaciones en todos sus aspectos”
¿El multilateralismo está en crisis?
Claro, hay una crisis enorme, porque ya estamos en otro mundo. La Guerra Fría ya es historia y hay otros temas como la globalización, los países verdes, la ecología, el desarrollo sustentable. La tecnología y los servicios han cambiado, pero las organizaciones multilaterales no están recogiendo dentro de su propio cuerpo las discrepancias o las normas, lo están haciendo Estados Unidos y China bilateralmente por su lado.
El presidente Lacalle Pou reafirmó su compromiso con el multilateralismo ante Naciones Unidas.
Ese también fue el mensaje que de alguna manera se transmitió a través de mi candidatura a la Aladi, por eso salió por consenso. No es una candidatura de enfrentamientos entre países, sino de un compromiso con este sistema, que ya hoy tiene problemas y en el mediano plazo puede tener consecuencias muy negativas porque uno va a estar ausente de las decisiones que tomen los grandes países, sin reglas que den garantías a los demás.
En 2018, Aladi participó en la reunión sobre el Corredor Bioceánico Central. ¿Se va a continuar apoyando?
Se apoyará todo lo que sea transporte y transporte multimodal. Hay que impulsar los servicios, que son los que te dan competitividad. Si los costos de transporte son muy altos no podés llegar con tu producto final para ser competitivo, incluso en Uruguay.
El pilar de la familia y la condecoración en Paraguay
Además de heredar de su familia la vocación por la música, siempre le gustó el deporte. Durante más de 20 años corrió la San Fernando y ahora está tratando de volver a las carreras. “Cuando era canciller corrí la San Fernando con la camiseta 400, que era la lista de Washington Beltrán, que era mi lista inicial, y me miraban corriendo y decían: ¡Vamos, ministro!”, recuerda.
De joven también se dedicó al fútbol y tenía un cuadro llamado La Calandria, donde jugaba con Jorge Zabalza y con la familia Beltrán.
Su madre tejía y tenía una enorme manualidad y gran creatividad. “La casa se iba nutriendo de distintos aspectos que venían de varios lados”, dice sobre la riqueza cultural con la que creció.
De las cosas más “lindas” que vivió gracias a la política fue hacer un discurso en Naciones Unidas, en el 94, al que lo acompañó su familia, que es y será su gran pilar. De la actividad como canciller también destaca el haber conocido a Fidel Castro, a quien define como “un hombre con una atractiva personalidad”, con el que protagonizó diversas discusiones, sobre todo, de carácter político. También tuvo la oportunidad de encontrarse con el papa Juan Pablo II en una audiencia particular a la que fue con su esposa.
Uno de los recuerdos más importantes que conserva y que todavía lo emociona, fue cuando viajó a Paraguay siendo ministro de Relaciones Exteriores, donde lo condecoraron con honores de jefe de Estado por ser hijo de un guerrero del Chaco. Su padre lo acompañó y al arribar a Asunción fue invitado a revistar las tropas, lo que hicieron a la par. “Yo iba con mi padre al lado y lo escuchaba emocionado. Cuando terminamos la vuelta, muy protocolar, él me agarró el brazo y me dijo: ‘hijo, ahora me puedo morir tranquilo’.
Eso para mí fue una especie de compensación a todos los sinsabores o dificultades que la política tiene”, expresa en una larga charla con La Mañana. Sergio es miembro de número de la Academia de Historia, es historiador y disfruta del estudio del Uruguay y el Paraguay. La semana pasada, inclusive, hizo una conferencia por Zoom sobre Artigas en el Paraguay. En 2013 publicó el libro “La vieja trenza”, cuya cuarta edición ya está agotada. Se trata de “la visión histórica de la relación porteño-lusitana y el efecto sobre el Uruguay, que no es de ayer, sigue siendo de hoy”.
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