La campaña no se centra en rechazar los productos vegetales que representan el trabajo de miles de agricultores, sino en no engañar al consumidor al que se le ofrece algo que claramente no lo es.
El Comité de Organizaciones Profesionales Agrícolas y el Comité General del Cooperativismo Agrario en la Unión Europea lanzaron una campaña con el fin de evitar las denominaciones de carne de productos que no lo son.
En un comunicado al que accedió La Mañana ambas organizaciones reclaman que se pare con “las denominaciones cárnicas y lácteas surrealistas” y advierten que “el debate sobre el uso de denominaciones de productos cárnicos y lácteos para las imitaciones vegetales es mucho más complejo de lo que parece a primera vista” y si en noviembre el Parlamento Europeo permite “vacíos legales en las denominaciones de alimentos para proteger las ‘salchichas veganas’ o las ‘hamburguesas veganas’, abrirá una caja de Pandora que repercutirá en los consumidores y los ganaderos a largo plazo”. Ante ese riesgo, “el sector ganadero europeo se posiciona sobre la temática e inicia la campaña europea “Ceci n’est pas un steak”, que en la traducción al español la presentan como “Esto no es una hamburguesa”.
El Comité de Organizaciones Profesionales Agrícolas (COPA) cuenta 60 organizaciones de los Estados miembros de la Unión Europea, y 36 organizaciones colaboradoras de otros países europeos como Islandia, Noruega, Suiza y Turquía; en tanto que el Comité General del Cooperativismo Agrario de la Unión Europea (Cogeca) representa unas 40.000 cooperativas agrarias que dan empleo a unas 660.000 personas.
El comunicado de COPA y Cogeca expresa que el Parlamento Europeo no ha podido alcanzar un acuerdo sobre las denominaciones para la carne y de productos como la “hamburguesa vegana” y “salchicha vegana”, y que el europarlamentario Eric Andrieu propuso que el tema pasara a la Comisión Europea (CE).
Diferir el tema a la CE es “inaceptable para los agricultores” que instan al Parlamento Europeo “a estudiar con la mayor atención el impacto y las consecuencias de la generalización de estos términos, lo cual fomentaría prácticas comerciales engañosas e injustas”.
El presidente del grupo de Trabajo sobre carne de vacuno de COPA, Jean-Pierre Fleury, dijo que “el sector ganadero europeo no pretende oponerse” al desarrollo de opciones alimenticias, “simplemente pedimos que se reconozca y se respete el trabajo de millones de agricultores y trabajadores del sector ganadero europeos”.
“No tengo miedo de decir que se trata de un caso patente de secuestro cultural”, subrayó, y añadió que hay “agencias de marketing” que “están aprovechando esto para confundir deliberadamente a los consumidores, al promover la opinión de que reemplazar un producto por otro no afecta a la ingesta nutricional”.
Es un “camino empedrado de buenas intenciones, pero desembocará inevitablemente en la aparición de otras denominaciones confusas a largo plazo”, agregó Fleury.
Estamos a punto de crear un mundo en el que “el marketing se encuentra desconectado de la verdadera naturaleza de los productos, con el peligro de que la situación se descontrole”, fundamentó.
Cuestiones fundamentales
COPA y Cogeca expresan que la campaña “Esto no es una hamburguesa” plantea “cuestiones fundamentales sobre la información al consumidor, nuestro patrimonio cultural y el poder del marketing moderno, que mezcla alegremente los intereses y valores de las grandes empresas”.
Confundir productos de origen animal como vegetal parte de la ignorancia de que “a los agricultores europeos les interesa producir tanto proteínas vegetales como animales, y que no se oponen a la producción de proteínas vegetales para productos veganos”.
Sucede que “las imitaciones vegetales que tienden a copiar las denominaciones y las características de los productos cárnicos y lácteos deberían elaborar su propia estrategia” para llegar al público consumidor. “El sector vegetal debe intensificar su esfuerzo creativo. En lugar de invertir en actividades de lobby, estas empresas deberían desarrollar nuevos conceptos de marketing, con miras a obtener el reconocimiento de los consumidores y a resolver la paradoja fundamental de la industria de las imitaciones vegetales”, destacan en el comunicado.
Finaliza destacando que “ninguna industria que aspire a consolidarse en el mercado necesitaría construir su reputación enfocando sus esfuerzos de marketing en los productos ya existentes y en una lucha contra ellos”.
La campaña cuenta con el apoyo de las siguientes organizaciones de la Unión Europea: Clitravi (Industria europea de la transformación cárnica), Effab (Foro europeo de ganaderos de reproducción), AVEC (Asociación de transformadores de aves y de comercio avícola en la UE), IBC (Confederación internacional de carniceros), UECBV (Unión Europea del comercio de ganado y carne).
El manifiesto
El uso de denominaciones cárnicas para productos de origen vegetal plantea cuestiones fundamentales sobre la información al consumidor, nuestro patrimonio cultural y el poder del marketing moderno, que equipara libremente intereses corporativos y valores morales. En calidad de agricultores y ganaderos europeos que somos, nos interesan tanto las proteínas vegetales como las animales, y reconocemos y aceptamos que parte de los consumidores europeos desea que haya más productos de origen vegetal en el mercado. Si bien aplaudimos que estos productos de origen vegetal utilicen sus propias denominaciones y características, no somos partidarios de que las imitaciones empleen denominaciones cárnicas. Exigimos un marketing que no sea desleal y que sea coherente y respetuoso tanto de cara a los consumidores como a la labor de larga data que llevan a cabo generación tras generación de agricultores, ganaderos y carniceros de toda Europa.
Dado que en los últimos años se han incorporado cada vez más multinacionales al mercado vegano, han ido surgiendo imitaciones de origen vegetal de productos cárnicos y lácteos que emplean denominaciones como “filete”, “hamburguesa”, “salchicha”, etc. Está claro que comercializar productos que no son ni lácteos ni cárnicos de esta manera puede inducir a los consumidores europeos a pensar erróneamente que tales imitaciones son un sustituto «equivalente» de los originales. En realidad, aquí no se trata de la eterna pugna entre consumir carne o no, sino simplemente de llamar a cada cosa por su nombre. Lo lógico es que si hay productos totalmente distintos, los nombres también tienen que ser totalmente distintos. Aunque las “salchichas veganas” y “hamburguesas vegetales” lograran contar con un tenor proteico significativo, éstas no presentan de ninguna manera los mismos valores nutricionales que sus homólogos cárnicos, ya que sencillamente no contienen carne. Y aunque los consumidores fueran conscientes de que una “hamburguesa vegana” no lleva carne, se les hace creer erróneamente que se trata de un equivalente nutricional perfecto. A nadie se le ocurriría llamar a una albóndiga “falafel de carne”. Si ahora decidimos permitir este tipo de descripción engañosa de los alimentos, estaríamos dejando la puerta abierta a cuestiones futuras mucho más importantes: ¿qué nos impedirá utilizar nombres de frutas para productos que no las contienen?
Las denominaciones cárnicas están profundamente arraigadas en nuestro patrimonio cultural. El “bacon”, el “jamón”, el “carpaccio”, el “bistec”, el filete, la chuleta y el “salami” son todas ellas denominaciones tradicionales que se han configurado a lo largo del tiempo gracias al trabajo de ganaderos y carniceros, y presentan bastantes diferencias entre las distintas regiones, lo que las hace únicas. Hoy por hoy, nadie tiene que explicar lo que son estos productos o qué esperar cuando los compra. Por este motivo, hasta ahora, estas denominaciones jamás habían necesitado protección. Si protegemos nuestro patrimonio regional y local mediante Indicaciones Geográficas y Denominaciones de Origen Protegidas, deberíamos ser coherentes y proteger las denominaciones de otros bienes comunes que también son fruto de nuestro patrimonio. Este patrimonio común está ahora en juego con el auge de la comercialización de productos similares. La industria de la imitación se ha aprovechado de un vacío legal a nivel europeo para aprovechar el potencial de estas denominaciones comunes a su favor.
El sector de los productos de origen vegetal afirma ser creativo e innovador, pero debería entonces también ser justo. En concreto, en el contexto actual, tienen la posibilidad de lanzar nuevos productos con denominaciones novedosas para ganarse el reconocimiento de los consumidores y lograr el éxito comercial. ¿Cómo puede alegar el lobby de los productos de origen vegetal que no engaña a los consumidores si afirma que necesita utilizar denominaciones cárnicas para transmitir información sobre la textura y el sabor de sus propios productos? Si un producto se declara distinto de otro, debería contar con su propio nombre o denominación. Ninguna industria que aspire a consolidarse en el mercado necesita construir los cimientos de sus campañas sobre las de productos ya existentes ni enfrentarse a ellos.
Para el sector ganadero europeo, no se trata de un enfrentamiento, sino de un llamamiento a que se reconozca y se respete el trabajo de millones de agricultores y trabajadores del sector ganadero europeo. Mantienen vivas nuestras zonas rurales al tiempo que proporcionan a nuestros ciudadanos productos lácteos y cárnicos de calidad, que todas las generaciones pueden disfrutar y consumir como parte del patrimonio culinario europeo y de una dieta equilibrada. El marco jurídico que protege las denominaciones en el sector de los productos lácteos ha creado un entorno lleno de dinamismo y ha logrado garantizar la seguridad en las relaciones con los consumidores. Por eso, no sólo queremos que se garanticen estos aspectos, sino que se aplique el mismo nivel de protección a todos los productos ganaderos.
Por los motivos expuestos, la cadena ganadera europea insta a los eurodiputados a defender la Enmienda 165 original tal y como se aprobó en el informe de la ComAgri sobre el nuevo Reglamento de la OCM en abril de 2019 y no aceptará ninguna concesión al respecto. No podemos poner en peligro el derecho de los consumidores a disponer de información fiable sobre las características y los valores nutricionales de los productos que compran.