En una fecha tan significativa para el periodismo, como es la del 23 de octubre, queremos evocar a un periodista de La Mañana, que entre las muchas adversidades que superó, tuvo que sufrir la injusta prisión por un fútil artículo del que se hizo responsable.
Durante el festejo de los 103 años de La Mañana el 1° de julio de este año (por Zoom), me emocionó mucho escuchar a Julián Safi, a Danilo Arbilla, a Gustavo Teba, entre otros, recordar a ese hermano tan querido que era Bruno. “Hoy que se dio una histórica jornada, con la presencia de tantos eslabones de la vida, expresé emocionado en esa oportunidad, aludiendo a mis nietos allí presentes, y a la vez evocando a nuestros amigos y ancestros. Pienso que las personas, sobre todo si se trata de seres queridos, perduran en nuestra retina, con la edad y con la figura en que partieron de este mundo. Bruno se fue con 35 años y en toda su breve vida se expresó como un gran idealista, y padeció con sobrio estoicismo las sucesivas adversidades que le tocó vivir, donde las contradicciones a veces predominan en el complejo y misterioso nudo de la vida…”
Del recuerdo de sus iniciadores en el periodismo sólo voy a reproducir algunas de las opiniones de dos maestros de la prensa nacional, que hicieron historia como periodistas de la empresa SEUSA (La Mañana y El Diario).
En ese emotivo encuentro virtual, Danilo Arbilla expresó: “Quiero mucho a La Mañana porque jugué un tiempo con esa camiseta, y uno se apega a las camisetas. Yo tengo en mi casa la medalla que nos dieron a los que trabajamos en La Mañana cuando se celebraron los 50 años, una gran recepción en el Victoria Plaza. Muy contento de estar con ustedes, de que un medio de difusión permanezca, siga, y festeje. También tengo un recuerdo para Bruno Manini, una vez me lo trajeron en la noche diciendo que ‘este chico va a empezar a trabajar, lo ponemos al lado tuyo’, yo dije me lo trajeron para controlarme, ‘no, lo trajimos para que le enseñes’. Bruno era un gran chico, lo quería mucho”.
Y Julián Safi agregó: “No quiero dejar de mencionar a Bruno, porque si bien Arbilla fue el maestro periodístico de Bruno, cuando él se iba y terminaba su labor, Bruno se quedaba con nosotros a jugar al ajedrez para hacer tiempo para ir a la Onda, y fue compañero de la noche bohemia de aquel entonces, un tipo formidable. A Arbilla le disputo la edad y la antigüedad, no le disputo la calidad periodística, pero verlo ahora, cuando, la verdad, somos tan pocos los que quedamos, para escribir sobre cómo era La Mañana de la época, los contamos con los dedos de la mano…”
“Apenas salido de la adolescencia –cuando lo conocimos-, era un niño y era un hombre”, escribía Carlos Estellano, redactor responsable de Últimas Noticias, en su sentida nota.
“Ha sido conocido, fuera del ámbito familiar, como excepcional amigo”, aparecía en otro de los recordatorios que con motivo de su fallecimiento fueron publicados no precisamente en La Mañana, donde Bruno se desempeñó como cronista durante más de 15 años. “Ha sido conocido en lo profesional como periodista cabal: vivió el acontecer, vivió la información, vivió el saber y practicó la ética sin claudicaciones. Bruno ha alternado el trabajo con la cultura, destacándose como Licenciado en Filosofía, en el curso de la Universidad Católica de Porto Alegre. Seguiría una larga lista de esfuerzos, experiencias, aprendizajes, en las limitaciones de poco más de tres décadas…
Pero también se lo recuerda por las desgracias, el infortunio, el empecinado revés que paso a paso le tocó vivir, en los escasos años que le deparó el futuro con duras zozobras.
Los “mansos corderos” que juzgaban opiniones políticamente incorrectas en el mundo estudiantil.
Siguiendo un impulso de solidaridad familiar, ingresó a la Facultad de Agronomía, en aquel entonces, ya inundada por el clima de dogmática intolerancia que se había desparramado en nuestro país, a partir de la conferencia de OLAS. Ya casi finalizando el primer año, un grupúsculo de estudiantes, auto considerados los representantes del gremio estudiantil, organizaron una asamblea con ribetes de Coliseo romano, con asistencia obligatoria de todos sus compañeros en la que después de un simulacro de juicio –con fiscal acusador y todo-, dictaron el arbitrario veredicto de que no podía seguir cursando sus estudios. Esos circos, eran montados con tanta fuerza intimidatoria, que los que estaban en desacuerdo no atinaban a expresar su oposición.
Seguramente los manuales de “historia reciente” que pululan hoy en los centros educativos, han omitido evocar esa práctica de prepotencia, que se denominaba “desgremializar” de uso tan difundido por ciertos sectores minoritarios del estudiantado de aquellos años. Una minoría de exaltados dictaba letra y a la mayoría se la obligaba a guardar silencio… Un disgusto más que provocó la pérdida prematura de su padre.
Cuando se propuso formar una familia, a los 20 días de contraer matrimonio, sufrió la trágica pérdida de su bella y joven esposa. Nuevamente veía frustrarse fecundos caminos que su sana ilusión aspiraba. Pero su respuesta a estas muecas del destino nos hacía acordar a esos muñecos “tentempié” que se les regalaba a los niños, que consistía en derribarlo y que el lastre de plomo en su parte inferior, inmediatamente lo restituía a la posición vertical.
A prisión por tres palabras. La ecuanimidad de la justicia en tiempos de “El Proceso”.
Otro de los grandes sinsabores lo recibió cuando después de haber abrazado con calor la carrera periodística, un día es detenido el redactor responsable del semanario Amanecer, donde él, esporádicamente, colaboraba con algún artículo. Cuando se enteró, lo primero que hizo fue presentarse en la comisaría para declarar que la gacetilla que había provocado la ira del gobierno, la había escrito él. A partir de ahí, (esto sucedió a poco de la disolución del parlamento en 1973) fue conducido a la justicia. Era la época del “Proceso cívico-militar” y se le aplicó una severa pena de prisión por “desacato”.
En los meses que fue privado de su libertad, en la cárcel central –siempre amenazado de que iba a ser trasladado al temible penal de Miguelete- contaba después a sus amigos, en tono jocoso, sin rencor, algunas anécdotas que, si no fueran lamentables, diríamos que eran divertidas.
A la hora del recreo de los reclusos, era común que cada uno se sincerara por qué motivo estaba privado de libertad. Cuando le tocó el turno de su confesión dijo “yo estoy acá por tres palabras que escribí y ofendieron a un ministro”. Y nos contaba: los detenidos lanzaban una carcajada y decían “dale bo, aquí todos cantamos errado, mirá si por tres palabras y con el nombre que vos tenés, te van a meter preso. Aquí muy pocos cantan la justa”.
Como última calamidad que tuvo que padecer Bruno que fue su desenlace final, cuando le apareció ese mal que la ciencia no atina a descifrar, que se lo fue llevando de a poco, cuando todo prefiguraba un hombre joven que irradia luz, fe, confianza, vitalidad. Aunque consiente de su desenlace fatal nunca dejó desfallecer su ánimo, ni se apeó de su convicción de que la vida no termina con el cuerpo.
Un sacerdote Jesuita, el padre Aguerre, director del Colegio Seminario cuando Bruno hizo el liceo, lo tenía en la lista de los “enfant fatal”, candidatos a ser expulsados por mala conducta. No bien se enteró de esta triste historia, todas las tardes concurría a visitarlo. Lo que también habla a las claras de la sensibilidad de este educador de gesto adusto, tan temido por sus educandos.
“No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu…” decían las enseñanzas de Séneca. Y ese espíritu, entre ascético y estoico, voló del cuerpo, liberando toda su bondad, su optimismo, su solidaridad, firme en los ideales y dulce en la relación humana. Se ha fijado indeleble en nuestra mente y en el sentimiento de cada pulso.
¡Al hablar de su tránsito hacia la imagen perpetua de su espíritu, evocamos su palabra pausada, su mirada tierna, su ademán cálido…!
Hugo Manini
El eje diamantino que salvaguarda el espíritu
En un nuevo aniversario por el día del periodista, evocamos a un querido colaborador de La Mañana, que en su corta trayectoria defendió esta profesión hasta con su propia libertad.
“No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu: piensa en medio de los accidentes de la vida, que tiene dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir: sean de cuales fueren los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parece envilecernos con su contacto mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir de ti que eres un hombre”. Ángel Ganivet en su obra Idearium Español, encontró en el filósofo español Séneca la esencia del ancestral estilo de vida de los pueblos ibéricos
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