Un conocido semanario, que un número sí y otro también se encarga de apuntar sus críticas a Cabildo Abierto y al General Manini, ha publicado un artículo titulado: “El odio es un derecho humano”.
También dice que “odiar es un sentimiento penado por ley”.
Nos permitimos discrepar, el odio no es un derecho ni es un delito, ni siquiera figura entre los siete pecados capitales; en los que sí figura la ira.
La ira es una emoción o sea una reacción psicofísica espontánea que se expresa en un momento de cólera o irritabilidad.
El odio (del latin odium) es la aversión y antipatía hacia alguna cosa o persona, cuyo mal se desea, como lo define el Diccionario de la Real Academia, o sea es un sentimiento que parte de una emoción y la racionaliza y la convierte así en algo duradero e intenso.
Pero, en sí mismo, no es un delito. Lo que sanciona el derecho penal es la incitación al odio, por el o los motivos que expresa en el Art.149 del Código Penal. Solamente sanciona a quien incite al odio, a quien estimule o movilice para que se adopte ese sentimiento de odio que se considera un disvalor, es decir un elemento de disolución, perturbación y enfrentamiento social.
El derecho como ciencia normativa que vive, se aloja, habita y mora en el ámbito de los valores, según explicó Gustavo Radbruch, no considera al odio, que es un disvalor. Porque el orden jurídico cumple, garantizando derechos a los individuos, para que puedan cumplir mejor sus deberes morales.
Como disvalor, el odio está en el campo de la ética, que estudia el bien y el mal sus relaciones con la moral y el comportamiento humano. Desde que Giorgio Del Vecchio separó para siempre las áreas distintas del derecho y la moral, no han existido más confusiones.
De modo que el odio, ni es un derecho, que solo encarna valores ni es un delito, pues no es una conducta exterior dañina o peligrosa, sino un sentimiento.
Dice Ortega y Gasset, en sus Meditaciones del Quijote que el odio conduce a la aniquilación de los valores. Porque cuando odiamos algo, ponemos entre ello y nuestra intimidad un fiero resorte de acero que impide la fusión con nuestro espíritu. Por el contrario, el amor nos liga a las cosas, aunque fuera en forma pasajera.
Según los clásicos, el amor es un divino arquitecto que bajó al mundo a fin de que todo en el universo viva en conexión. Esa conexión entre los hombres, es lo que el odio impide y conduce a la aniquilación de los valores.
Sigue diciendo el filósofo español: “La inconexión es el aniquilamiento. El odio que fabrica inconexión, que aísla y desliga, atomiza el orbe y pulveriza la individualidad. El rencor es una emanación de la conciencia de la inferioridad. Las virtudes de la condescendencia son escasas en los pueblos pobres. Es decir, en los pueblos débiles”.
Ahora bien. Dejando atrás ese preámbulo filosófico destinado a despejar ideas no muy precisas, puntualizamos que el artículo en vista, sugiere un doble discurso del General Manini: “que cuestiona a los delincuentes comunes de hoy y se abrazaría a sus víctimas, pero no tiene el mismo sentimiento con los delincuentes comunes del pasado y sus víctimas, que se arrastran hasta hoy”
Esa pretendida imputación es falsa. Una y mil veces ha dicho Manini en forma pública que reprocha los hechos violentos de una época pasada, en los que nada tuvo que ver y hasta ha procurado la búsqueda de los desaparecidos, que mantiene en un proyecto de ley que ha presentado recientemente, pero que su objetivo es el futuro del país y que las 270 mil uruguayos que lo votaron lo hicieron mirando hacia adelante, en la esperanza de un futuro mejor.
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