No debe confundirse la reacción de los mercados financieros con las consecuencias económicas y geopolíticas a largo plazo resultantes de las elecciones en los EE.UU.
Es posible que para cuando cante el gallo el próximo miércoles ya tengamos el nombre del ganador de las elecciones presidenciales de los EE.UU. O no. Lo que más temen los mercados es un resultado disputado que deje al país en la incertidumbre y posible inestabilidad social, mientras los cuestionados mecanismos judiciales intenten resolver la situación. La premura del gobierno en confirmar esta semana la candidata a ocupar la vacante en la suprema corte habla por sí solo de los preparativos de ambos bandos.
Solo una amplia victoria del demócrata Joe Biden en el colegio electoral podrá allanar su camino a la casa blanca, ya que en caso de un conteo apretado el actual presidente Trump seguramente apelará a todo recurso que abrigue la posibilidad de invalidarlo.
La incertidumbre no solo rodea el resultado de la contienda presidencial sino también de las cámaras. Los demócratas sueñan con un triplete: recapturar el ejecutivo y el senado de manera que -junto a la cámara de representantes ya en su poder- puedan implementar de lleno su programa de gobierno.
En medio de un lento ascenso de la actividad económica que busca recuperar su nivel previo a la pandemia, los mercados se suman a la confusión general con altibajos de su estado de ánimo en respuesta a los acontecimientos diarios en materia económica y sanitaria.
Actualmente crece el pesimismo en función de los nuevos picos de contagio asociados a la segunda ola de la pandemia, así como de la demora en el senado de un segundo paquete de estímulos para contrarrestar su impacto. Pero sin duda las miras están puestas en el resultado de las elecciones.
El impacto en los mercados financieros
Son varios los impactos y van en distintas direcciones. Un triunfo del republicano Trump seguramente levantará los ánimos de los sectores de altos ingresos, naturalmente conservadores, quienes alimentan expectativas de nuevos recortes impositivos en la renta corporativa y en los tramos más altos de los ingresos personales. También se verían beneficiadas las industrias vinculadas a la explotación de energía fósil, así como otras actividades dependientes de subsidios y regulaciones federales. Sería lógico esperar una reacción inicial positiva de los mercados financieros bajo este escenario.
Una victoria de Biden no provocaría una ola de euforia bursátil, pero tampoco ocasionaría una retracción más que pasajera. En contraposición al dinamismo de la propuesta republicana, la plataforma demócrata enfatiza aspectos mayormente distributivos como el acceso a la cobertura médica a un precio razonable y un salario mínimo que supere el nivel de ingresos de pobreza. También otorga prioridad a los bienes públicos como la protección del medio ambiente y renovación de una infraestructura ya obsoleta.
Son elementos que tendrán un fuerte impacto en el gasto fiscal de corto plazo, pero que con el tiempo contribuirán a una mayor estabilidad económica y social. Biden se ha comprometido a no aumentar impuestos para los hogares cuyos ingresos anuales no superen los US$ 400,000 anuales (la definición demócrata de riqueza, que corresponde al 2% de los hogares).
La difícil realidad
Pero pasada la euforia o desazón del resultado electoral, nuevamente caerá el manto de la realidad. El actual desafío económico representado por la pandemia requiere una respuesta que vaya más allá de la rivalidad partidaria, dado que la política económica será dictada por las circunstancias y no por los matices ideológicos entre conservadores y liberales.
Es el caso de la política monetaria, donde la gran expansión de liquidez de la Reserva Federal a partir de marzo sostuvo a los mercados bursátiles y de bonos. Gane quien sea, no es probable una retracción en la postura de la FED hasta tanto la economía haya consolidado nuevamente un camino de expansión. Algo ya adelantó el banco central en cuanto a privilegiar su meta de pleno empleo frente a la de baja inflación. Actualmente la economía solo ha recuperado la mitad de los 22 millones de puestos de trabajo perdidos en el bimestre marzo abril.
En cuanto a materia fiscal, hace meses ya que ambos partidos vienen negociando un segundo paquete de medidas de estímulo ($2,2 trillones) a hogares y empresas para diluir el impacto de la caída de ingresos ocasionada por las cuarentenas y los cierres. Al no haber acuerdo sobre el monto y destino de los recursos, el cálculo parece ser si compartir el rédito electoral de aprobar un paquete previo a las elecciones supera o no el de culpar al otro partido por no apoyarlo.
Eliminar el déficit en el comercio exterior ha sido una piedra angular en la estrategia de la administración actual, motivo por el cual se aplicaron aranceles a las importaciones de varios países, pero especialmente a China. Su triple objetivo de alentar una recuperación en las industrias manufactureras protegidas por la imposición de aranceles, promover el regreso al país de actividades de empresas nacionales radicadas en el exterior y reducir el déficit bilateral con China no ha rendido frutos.
Así lo demuestra el cuadro, donde se aprecia que la modesta mejora en el comercio bilateral con China ha sido absorbida por un creciente déficit con el resto del mundo.
Una lucha de modelos
Se dice que el gran problema de los comicios en los EE.UU. es que solamente votan los ciudadanos de dicho país. En vista de su hegemonía global económica y militar, las demás democracias de mercado tienen mucho en juego con la calidad de su liderazgo – tanto externo como interno. También los regímenes autoritarios, a juzgar por sus intervenciones encubiertas durante la campaña previa a las elecciones de 2016 (que aparentemente no han cesado).
En el plano global se ha notado un abandono del multilateralismo por parte de los EE.UU., replegándose al aislacionismo propio de otras épocas. Sus relaciones se han caracterizado por frecuentes desencuentros con sus aliados tradicionales para enfrentar amenazas en común, ya sean de índole geopolítica o ambiental. Es por eso que -más allá del impacto inmediato del resultado en los mercados- parte de lo que está en juego el próximo martes es la continuidad de un frente común democrático a nivel global que resista los intentos de avance del autoritarismo totalitario.
En lo interno, los últimos años han mostrado un país cada vez más dividido en lo económico, social y étnico. Se debate en las urnas dos modelos de democracia de mercado, caracterizados por roles de distinto peso para el estado. Mientras el tradicional modelo republicano se inclina hacia los valores de iniciativa y autosuficiencia, la oferta demócrata enfatiza la solidaridad social e igualdad de oportunidades. Una clara victoria de uno u otro bando marcará la naturaleza de la sociedad norteamericana durante los próximos años.
*Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Fue Director General CEMLA y Director Ejecutivo del Banco Mundial.
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