Siempre más interesante leer directamente lo que escribió Smith, en lugar de asumir como hechos las palabras que le pusieron en la boca casi 200 años después de su muerte. Este ejercicio arroja algunas diferencias importantes, siendo la más significativa la idea –atribuida al economista escocés- de que las empresas deben gozar de amplias libertades ya que constituyen la “gallina de los huevos de oro” que genera el crecimiento económico. Smith simplemente no creía que las corporaciones debían contar con tanta libertad de acción y de hecho no se encuentra ningún pasaje al respecto en “La riqueza de las naciones”. Esto se debe a que, según su esquema de análisis, las corporaciones -como todos los actores, ya sean individuales o colectivos- tienen una responsabilidad con aquellos que las rodean. Toda su arquitectura económica se basa en una teoría moral que sugiere que los individuos sólo lograr prosperar en un ámbito de respeto a una estructura de obligaciones. De hecho, Smith reservó sus críticas más duras a la acción individual para los casos en que no se respetaban esas obligaciones.
La visión moderna de que la única responsabilidad de las empresas es hacer dinero es un anatema para la teoría moral de Smith. Los deberes para él son algo que una persona le debe a otra y, dentro de un contexto social, algo que todos deben a todos los demás. La idea de que una corporación pueda tener el deber de extraer beneficios de la economía no tiene sentido en este contexto estrictamente interpersonal. La noción moderna que propaga el discurso de la competitividad, según la cual una empresa tiene el derecho de obtener beneficios de cualquier manera, no se puede construir a partir de los textos de Smith.
Matthew Watson, profesor de economía política en la Universidad de Warwick (Reino Unido), es autor de varios libros, entre ellos “El mercado” y “Fundamentos de la economía política internacional”.
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