Tras el acto electoral en los Estados Unidos de América, buena parte de los medios de comunicación de ese país y del mundo entero, dieron por hecho el presunto triunfo de Joe Biden, y la supuesta derrota de Donald Trump, a pesar de las muchas interrogantes que todavía quedaban. Dar como ganador a uno y como perdedor a otro, dificulta, obviamente, cualquier tipo de marcha atrás.
En Uruguay, algunos se apuraron celebrar el triunfo de Biden. Entre ellos, el ex Canciller Ernesto Talvi, escribió en su cuenta de Twitter: “Partidarios de la democracia liberal, de la tolerancia, del progreso social y los derechos individuales, de las sociedades abiertas y el respeto a las minorías, del conocimiento científico y el amor a la cultura, celebran la derrota de una de las grandes amenazas a estas ideas”.
Más allá de su autor, citamos esta frase porque nos lleva a preguntarnos si estas apreciaciones se corresponden con la realidad.
La democracia liberal. En la actualidad, buena parte de los ciudadanos del mundo somos partidarios de la democracia. Pero… ¿qué significa “liberal”? Es un término equívoco, que como el término “vela”, puede significar cosas distintas: liberal en lo económico, liberal en lo moral, etc. Por otra parte, ¿puede considerarse liberal quien recurre para imponer el triunfo de un candidato mediante el engaño, y en definitiva, por la fuerza?
La tolerancia. Este parece ser el gran dogma de la posmodernidad. Y sin embargo, los medios partidarios de Biden, se mostraron intolerantes con Trump al interrumpir transmisiones cuando estaba haciendo uso de la palabra. Igual comentario merece la censura sufrida por muchos “malpensantes” en las redes sociales. Parece que lo único que se tolera, es lo “políticamente correcto”. Lo demás, es tildado de fascista, fundamentalista, oscurantista, medieval –como si esto fuera un insulto-, y otros estigmas que acostumbran a endilgar los “tolerantes”. No se tolera a quienes piensan que en medio de muchas cosas opinables y relativas, hay algunas verdades objetivas y por tanto absolutas.
El progreso social. Aparte de los múltiples avances tecnológicos, productivos, en la salud y la educación… ¿Hemos progresado como sociedad? ¿Somos más felices que nuestros ancestros o vivimos más deprimidos que ellos? ¿Tenemos más tiempo para disfrutar de la vida, de la familia, de los amigos? ¿Cómo medir el progreso si no es mediante la vara de la felicidad?
Aparte de los múltiples avances tecnológicos, productivos, en la salud y la educación… ¿Hemos progresado como sociedad?
Los derechos individuales. Una cosa son los derechos fundamentales inherentes a la personalidad humana, enumerados en la Declaración de 1948, y otra algunos de los caprichos que vinieron después. A nuestro juicio, nuestra sociedad debería empezar a pensar seriamente si quiere seguir poniendo el límite del propio derecho donde empieza el derecho del otro, o si debe empezar a ponerlo donde empieza la propia responsabilidad.
Las sociedades abiertas. ¿De qué sociedades abiertas estamos hablando? ¿De las sociedades en las que la Open Society del Sr. Soros vuelca ingentes sumas de dinero para torcer el destino de pueblos enteros mediante “revoluciones de colores”? ¿Se pueden considerar “sociedades abiertas” aquellas que están cerradas a todo lo que no sea el “pensamiento único”?
El respeto a las minorías. ¿De qué minorías estamos hablando? ¿De minorías que a pesar de serlo, han conformado poderosos lobbys, omnipresentes en las decisiones de la ONU y demás organismos internacionales? ¿Dónde estuvo en Uruguay el respeto a la minoría católica, cuando sus templos fueron reiteradamente atacados por grupos feministas, sin que haya habido consecuencias para los agresores?
El conocimiento científico. ¿Quién puede dudar de los beneficios de ciertos conocimientos científicos? Desde la cura de enfermedades hasta el avance en las telecomunicaciones, es mucho lo que le debe la humanidad a la ciencia y a los científicos. Pero el conocimiento científico no es bueno en sí mismo, sino sólo en tanto y en cuanto se ordena al bien común de la sociedad. Ya lo dijo Heidegger hace décadas: “El sentido de la ciencia, no es una cuestión científica”.
El amor a la cultura. ¿De qué amor a la cultura estamos hablando? ¿Del de quienes en los Estados Unidos y en otras partes del mundo, se han dedicado a demoler monumentos de personajes históricos y a quemar iglesias, muchos de los cuales –más allá de la UNESCO- eran patrimonio de la Humanidad?
En síntesis, puede estar muy bien ser “progresista”. Lo que no está bien es ser hipócrita.
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