Las elecciones cuentan las manifestaciones individuales de voluntad, realizan el cómputo de las opiniones; ¿pero de dónde vienen y cómo se han formado las opiniones en cuestión?. Al final, observaba Dicey (1905), “el verdadero fundamento de todo gobierno es la opinión de los gobernados”. De lo que resulta que las elecciones son un medio cuyo fin es el “gobierno de opinión”, una acción de gobierno que en gran medida responde y corresponde a la opinión pública. La cuestión principal es, naturalmente, que las elecciones deben ser libres. Sí, sin duda; pero también las opiniones deben ser libres, es decir, libremente formadas… Y por lo tanto, todo el edificio de la democracia se apoya, en último término, en la opinión pública; y en una opinión pública que sea verdaderamente del público, que de alguna forma nazca del seno de los públicos que la expresan…
El nexo entre opinión pública y democracia es primordial: la primera es el fundamento sustancial y operativo de la segunda. De ahí la importancia de cómo se forma esta opinión y de la forma que se le da. La opinión pública no es “innata”: es un conjunto de estados mentales difundidos (opinión) que interactúan con flujos de información. Y el problema lo plantean esos flujos de información. El público, más que nada, los recibe. ¿Cómo asegurarse entonces de que las opiniones en el público (recibidas) sean también opiniones del público? En suma, ¿cómo hacer prevalecer una opinión pública autónoma? ¿Y en qué momento, por el contrario, la opinión pública se vuelve heterónoma?
Durante los tiempos en que el grueso del flujo de la información venía de los periódicos, se consideraba que los procesos de formación de la opinión permitían su formación espontánea. La autonomía de la opinión pública ha sido ampliamente aplastada, por otra parte, por la propaganda totalitaria y entra en crisis, al menos en una crisis de vulnerabilidad, con la aparición de la radio, y mas aún con la televisión… Con ese trasfondo, la pregunta es: ¿cómo se forman o son formadas las opiniones sobre los asuntos públicos? Los procesos de opinión se producen, por orden de importancia, según tres modalidades: i) un descenso en cascada desde las élites hacia abajo, ii) una agitación desde la base hacia arriba, iii) una identificación con grupos de referencia.
El descenso y la dispersión de las opiniones generadas por las élites está bien representada en el modelo en cascada de Karl Deutsch (1968). En ese modelo los procesos de opinión se representan como chorros de una cascada cuyos saltos se ven interrumpidos por estanques. Según Deutsch, los niveles o cisternas de la cascada son cinco. En lo alto está el estanque donde circulan las ideas de las élites económicas y sociales, seguido de otro donde se enfrentan y acometen las élites políticas y de gobierno. El tercer nivel esta constituido por la red de comunicaciones de masas, y en buena lógica por el personal que transmite y difunde los mensajes. Un cuarto nivel esta constituido por los “líderes de opinión” en el ámbito local, es decir, por ese cinco o diez por ciento de la población al que verdaderamente le interesa la política, que está atento a los mensajes de los medios y que es decisivo para plasmar la opinión de los grupos con los que interactúan los líderes de opinión. Finalmente, todo confluye en el demos, en el estanque de los públicos de masas.
Giovanni Sartori, en ¿Qué es la democracia? (Taurus, Ed. 2007)
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