Robert A. Taft: El conservadurismo no significa irresponsabilidad
Aunque en ocasiones su conducta política reflejaba sus ambiciones políticas, en los asuntos más fundamentales Taft no se dejaba guiar por la popularidad. La Ley Taft-Hartley –que regula las relaciones laborales- no pudo conseguirle muchos votos en el Ohio industrializado, ya que los que apoyaban sus limitaciones a la actividad sindical ya eran partidarios suyos; pero sí le trajo furiosas represalias de los sindicatos de Ohio durante la campaña al Senado de 1950, lo que alimentó la percepción de que Taft no podría ganar una contienda presidencial, y que de hecho afectó sus posibilidades de ser nominado en 1952. Al mismo tiempo, sin embargo, se enfrentaba con los amigos de Taft-Hartley y ponía en peligro su propio liderazgo en el partido republicano, cuando apoyaba reformas a la educación, la vivienda, la salud y otras medidas asociadas con el bienestar.
Quienes se escandalizaron por estas aparentes desviaciones de su posición tradicional no comprendieron que el conservadurismo de Taft contenía una fuerte dosis de pragmatismo, lo que le llevó a apoyar una intensa participación del gobierno federal en aquellas áreas que él creía que no estaban adecuadamente cubiertas por el sistema de la empresa privada. Taft no creía que esta posición fuera inconsistente con la doctrina conservadora; el conservadurismo en su opinión no implicaba irresponsabilidad. De esta manera, Taft incorporó una nueva dimensión a la filosofía conservadora, aferrándose a esa fe cuando alcanzaba su más bajo nivel de prestigio y poder, y llevándola de vuelta a un sitial de responsabilidad y respetabilidad.
Taft era conocido en el Senado como un hombre que nunca rompía un acuerdo, que nunca comprometía sus principios republicanos más profundos, y que nunca practicaba el engaño político. Su rival político, Harry Truman, dijo cuando el senador murió: “Él y yo no estábamos de acuerdo en las políticas públicas, pero él sabía dónde estaba yo y yo sabía dónde estaba él. Necesitamos hombres intelectualmente honestos como el senador Taft”. Los ejemplos de su franqueza son interminables y sorprendentes.
John F. Kennedy, refiriéndose al senador Robert A. Taft (Ohio-Republicano), en su libro “Perfiles de coraje”.
TE PUEDE INTERESAR