INTERNACIONALES 10 de diciembre de 1936
“El corazón tiene razones que la razón no entiende. Este viejo aforismo podría valer, acaso, para explicarse lo que a la luz de la lógica común y simplista, hay de inexplicable en la actitud del protagonista del sensacional episodio, que con razón se ha llamado ‘el drama humano más inmenso del siglo’, como consecuencia del cual el más poderoso monarca de los tiempos modernos abandona su trono, para unir su destino al de una mujer dos veces divorciada”, así anunciaba La Mañana la noticia que sacudía a la corona británica.
Eduardo VIII, después conocido como Duque de Windsor, quien fuera rey del Reino Unido y los dominios de la Mancomunidad Británica y emperador de la India, desde la muerte de su padre el rey Jorge V el 20 de enero de 1936 hasta su abdicación el 11 de diciembre del mismo año.
“Y fuerza es reconocer a pesar de todo, que en ese aspecto la actitud del que hasta ayer fuera Eduardo VIII, Rey de Inglaterra, es merecedora del más profundo respeto, y su recuerdo se halla, sin duda, destinado a perdurar en la leyenda y en la historia como uno de los rasgos de más hondo contenido romántico de que haya memoria…”
Más allá de la exuberante literatura romántica a que dio lugar este episodio, se han barajado razones de índole política, que han permanecido en la penumbra de la historia.
En los 326 días de su reinado, Eduardo tuvo actitudes que preocuparon al Gobierno Británico que llegó hasta “pincharles” los teléfonos. Ya desde muy joven, cuando ostentaba el título de Príncipe de Gales como heredero al trono, su elegante estampa lo convirtió en árbitro de la moda y en galán (el cine aún no grabitaba) por el que, suspiraban todas las mujeres, como sucedió cuando visitó Montevideo.
No bien asumió como monarca, visitó unas aldeas -castigadas por la crisis- de Gales e hizo manifestaciones que aumentaron su popularidad: “Algo debe hacerse por los mineros desocupados”. Inmediatamente Ramsay Mac Donald, lord presidente del consejo expresó: “Estas imprudencias constituyen una invasión en el campo de la política…” apelando al principio del rey como figura decorativa.
En lo internacional también asumió actitudes personales que irritaban al gobierno, como su opinión que si se imponían sanciones a Italia se la empujaba a la órbita de Alemania. Además, era consiente que, poseyendo un imperio colonial de la dimensión del británico, no era prudente protestar por la ocupación de Abisinia.
Lo que más irritaba de la Sra. Simpson a los círculos de la alta sociedad, más que su situación de divorciada, era que en su condición de estadounidense pudiera convertirse en reina consorte. Había una gran tirantez entre los ingleses y los norteamericanos en la primera post-guerra ya que los primeros consideraban a los segundos socialmente inferiores. La supuesta vinculación con el embajador alemán en Londres formaba parte de la intriga política.
El mensaje de Eduardo
“El mensaje del Rey, que se leyó en la Cámara de los Comunes, dice lo siguiente: ‘Mi más vivo deseo es que no haya ninguna demora en la aplicación del instrumento que he ejecutado y que se tomen todas las medidas necesarias a fin de que mi sucesor legal, mi hermano el Duque de York, ascienda al trono’”.
“Se anuncia que la fecha de la coronación del nuevo Rey sería fijada para el 12 de mayo próximo. Se hace notar en esta capital que sí se dejó transcurrir un año entre la ascensión al trono y la coronación, ello fue debido al duelo oficial por la muerte del Soberano. Las esferas políticas ponen de relieve que no existen motivos para aplicar esta regla en caso de abdicación”.
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