Un proyecto que se dilató en el tiempo
La ciudad puerto que habría de influir fuertemente en el territorio de la Banda Oriental nació tardíamente en el contexto de la colonización hispánica. Si en el año 1600 ya estaban fundadas las principales ciudades del Reino de Indias (muchas de ellas sobre antiguas metrópolis indígenas), sedes de Virreinatos, Audiencias y Gobernaciones, la costa norte del Río de la Plata debió esperar hasta 1724 para que la autoridad española marcara su presencia.
Hubo varios proyectos de fundación que fueron relegados por falta de recursos materiales y humanos. Hernandarias, en 1608, luego de explorar el territorio, alentaba la presencia castellana para establecer puerto y población en la desembocadura del Santa Lucía, dada las óptimas condiciones naturales de la zona (el gobernador se refería al lugar como “monte vidio”, que incluía varias leguas a la redonda). Años más tarde el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Céspedes, insistía en carta al rey (1626) en la necesidad de proteger el puerto bonaerense y las provincias circundantes estableciendo “población en Montevideo, y un muy buen fuerte con gente pagada que la guarde y castellano que la gobierne”. Otros planes posteriores corrieron la misma suerte hasta que las circunstancias comenzaron a cambiar y el territorio norte del Plata mereció la atención y la acción de las autoridades españolas.
Las reses vacunas introducidas a principios del siglo XVII habían mostrado, al cabo de unas décadas, la dimensión de pradera productora de carne y cuero que atraía todo tipo de gente que venía acicateada para la explotación del corambre y sus buenos réditos económicos. Esta promisoria realidad exaltó la dimensión de frontera que el territorio tenía desde el Tratado de Tordesillas (1494), establecido entre los futuros imperios castellano y portugués. A las autoridades lusitanas como a los bandeirantes y navegantes a su servicio, colonizadores de un enorme territorio sudamericano (el futuro Brasil), poco les importó lo dispuesto sobre mapas imprecisos y difusos y extendieron aquellos límites iniciales (una zona costera atlántica que no superaba el 20% del Brasil actual) hacia el oeste y sur tanto como pudieron. En los mapas portugueses del siglo XVI ya figuraba el Río de la Plata como límite austral. En 1680 se funda la Colonia del Sacramento como primer avance para establecerse en el resto de la Banda. Inmediatamente levantó la protesta del gobernador de Buenos Aires que procedió a su desalojo; luego, en Europa se decidía su devolución a los lusitanos. Esta situación se repitió varias veces al influjo de las relaciones de amistad o enemistad entre las familias reales de ambas coronas. La política española, tan omisa como lejana, se limitó a mantener controlada la actividad de la Colonia portuguesa, imponiéndole como límite territorial la distancia de un tiro de cañón.
Orden perentória de la Fundación de Montevideo
Con tal propósito el rey Felipe V, primer monarca de la dinastía Borbón, le encomendaba (1717) al novel gobernador de Buenos Aires, don Bruno Mauricio de Zabala, que fundara un puerto y ciudad fortificada en la bahía de Montevideo; órdenes que se reiteraron y fueron tomando un tono amenazante: “(de no cumplirla) me daré por deservido de vos y se os hará gravísimo cargo”. El proyecto se demoraba por falta de recursos y sólo salió del papel cuando los portugueses cometieron la osadía de instalarse en el lugar referido (noviembre, 1723). El Gobernador Zabala actuó rápidamente y con determinación desalojando los intrusos (enero, 1724) y ordenando el inicio de las obras que habrían de alumbrar la futura ciudad puerto de Montevideo.
Montevideo: un nombre enigmático
La llamada a ser ciudad capital del Uruguay lleva un nombre cuyo significado o raíz etimológica se difumina en las distintas interpretaciones. El nombre Montevideo aparece en los documentos españoles desde principio del siglo XVII y existe cierta aceptación que esta denominación figura por vez primera en el diario de viaje del contramaestre Francisco Albo: “hay una montaña hecha como un sombrero, al cual le pusimos por nombre Monte Vidi”. Albo era integrante de la expedición de Magallanes que sellaría la primera vuelta al mundo (1519-1522). La legendaria flota ingresó al Paraná Guazú (llamado Río de Solís y luego Río de la Plata) a principios de 1520. En esos apuntes que registran y documentan las características de los diferentes lugares aparece el nombre de monte vidi que con el tiempo se transformó en Montevideo.
Lo único claro y aceptado es que el monte de referencia es el del cerro de la costa oeste de la bahía (Cerro de Montevideo). El enigma está en las cinco letras restantes: video. Otros nombres ostentó el cerro epónimo: Monte de la detención o del descanso (Pinachullo Detentio) le pusieron en 1502 los expedicionarios de Américo Vespucio; Monte San Pedro, le bautizó la expedición portuguesa de Lopes de Souza (1531); Monte Seredo figura en cartas holandesas (la Carta de Blaeu) del siglo XVII, los charrúas le habrían llamado Monte Oviti (cerro puntiagudo, de esta hipótesis derivaría en Montevideo).
Hubo muchos estudiosos del tema que extrajeron conclusiones bien diferentes : Carlos Travieso, en libro publicado en 1923, afirmaba que el nombre provenía del latín: montem vídeo (veo un monte) anotado en el citado “diario de viaje”; Buenaventura Caviglia (hijo) publicó un libro , en 1925, buscando desentrañar el enigma y, luego de ofrecer varias hipótesis sobre las letras vidi, se inclinó por interpretar que vidi significaba, de acuerdo a la escritura náutica de la época, “ vi o vimos día de la Candelaria”(vidic que luego evolucionó a video) o “virgen de la Inmaculada”. Según Caviglia la nave de esa expedición estuvo el 2 de febrero (1520) frente a la bahía de Montevideo y de ahí el acostumbrado bautismo de acuerdo al santoral cristiano. Otros afirmaban que “vidi” hacía referencia a Santo Ouvido o San Ovidio, un célebre obispo y mártir cristiano del siglo II que predicó en Braga (Portugal) y era venerado por muchos católicos en la época.
El Coronel Rolando Laguarda Trías (1902-1998), historiador dedicado a la temática de la colonización hispánica, deriva el nombre de la inscripción en una piedra que la expedición de Vespucio dejó en el cerro en 1502, luego encontrada por otros exploradores: Monte vidi (Vespucio invenit (descubrió, en latín) DI (501, corresponde al año 1502 ya que el calendario florentino tenía unos meses de retraso con respecto al calendario juliano).
A estas investigaciones, entre tantas, hay que sumarle aquellas interpretaciones más simples, con poco rigor histórico, que aparecen en algunos textos escolares: “Monte vide eu” (exclamación del vigía portugués) o Monte VI (sexto) DEO (dirección este oeste), sería el sexto monte desde la desembocadura del Río de la Plata en el Océano Atlántico hasta llegar al Cerro de referencia.
Como puede verse hay una variada gama de hipótesis y bastaría con preguntar a cualquier persona para confirmar que el enigma sigue inconmovible.
Los primeros pobladores
No fue sencillo para Zabala, el “manco de Lérida” (perdió su brazo derecho en ese Sitio (1707), durante la guerra de Sucesión española, 1701-1713), encontrar familias voluntarias para trasladarse a una zona despoblada y con acechanzas de todo tipo. El que sería fundador de Montevideo ofreció a los futuros pobladores una serie de beneficios materiales y honoríficos: serían “hijosdalgos y personas nobles de linaje y solar conocido”, se les adjudicarían solares, chacras y estancias (que a los 5 años de ocupadas pasarían en propiedad) con reses vacunas y ovinas, granos, herramientas, materiales de construcción y ayuda de “indios costeados para el corte y conducción de las maderas”, así como asistencia en el primer año de “viscocho, yerva, tabaco, sal y ají que pareciera precisa como también la carne..” Seis fueron las familias voluntarias (de Buenos Aires) que se trasladaron a la nueva población, totalizando 34 personas. Dado lo exiguo del contingente inicial el Gobernador solicitó el envío de familias españolas.
De allí vendrán las célebres familias canarias que llegarán en dos viajes: 1726 y 1729. En 1730, con la instalación del Cabildo, quedaba establecida la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo.
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