El artista, docente y economista uruguayo se encuentra presentando su obra El Espacio Integrado en el Museo Blanes hasta el 31 de enero. En conversación con La Mañana, repasó su trayectoria artística y profesional.
A través de los años, Pascale ha sabido amalgamar sus pasiones entre el arte y la academia, como él mismo lo define. Su vasta trayectoria artística pasó de los ásperos fulones de las curtiembres a las pulcras cuerdas que se exponen en el Blanes, y aunque podría resultar un cambio abrupto, resume un giro en su percepción sobre la vida y el arte.
¿Cómo apareció el arte en su vida?
El arte apareció mucho antes de cualquier otra actividad que se pueda haber visto en mi trayectoria. Yo era muy pequeño, tendría 7 años, y mi madre un día me propuso aprender más rigurosamente, con maestros, profesores. A los diez años tomaba clases con cuatro profesoras, aunque me dirigía Elsa Carafi. Me dejaban una libertad brutal, más allá de enseñarme las bases, me dejaban volar la imaginación.
Empecé con el dibujo, y después fui yendo a otras técnicas, desde la crayola a la acuarela, pasando por el óleo, los acrílicos. Así fui hasta que ingresé a la Universidad, y tuve que discontinuar el aprendizaje artístico más curricular. De manera que yo no sabía escribir y ya dibujaba. Después, ya siendo presidente del Banco Central, llegó un momento hacia el año 89, cuando realmente empecé a sentir la necesidad de expresarme nuevamente con arte. Tuve que hablar con el presidente Sanguinetti para decirle de que no me iba a ir pero que iba a estar en esto también, y me apoyó y me alentó, me dijo ‘es lo que toda tu vida tuviste en tu alma, seguí adelante’, y ahí elegí el taller de Nelson Ramos, que fue mi maestro por antonomasia. Venía directo del Banco, pasaba del traje al equipo de pintor y me iba para lo de Nelson, fueron años muy felices.
¿Ahí apareció la escultura?
Sí, en ese momento de mi proceso, Nelson me dijo, ‘¿te estás dando cuenta de una cosa? Tenés como una vocación de salirte del plano’, y le dije que sí. Nelson tenía una característica, que además de ser un gran maestro y un artista excepcional era un hombre que no te encasillaba, si veía que arrancabas para ese lado trataba de impulsarte, marcarte las cosas que veía. En ese momento era asesor de una curtiembre en mi actividad profesional, entonces en una recorrida por el lugar con el dueño pasamos por un galpón y al pasar vi unas maderas viejas, y pregunté qué eran. Me contó que eran fulones, donde se curte el cuero, que cuando tienen muchos años hay que desarmarlos, maderas duras que han tenido el traqueteo del uso industrial, y están manchadas por óxido. Se lo pedí, y me ofreció llevarme los que quisiera. Agarré un par y se los llevé a Nelson, que me dijo ‘es por acá, empezá a trabajar con esto’. Entonces empecé a trabajar con un maestro carpintero que era un genio y me enseñó a manejar las máquinas principales, y me enseñó los detalles del oficio. Las primeras eran esculturas planas, como puestas en la pared. Ahí empiezo a hacer esculturas que tenían relieves pero no salían tanto al espacio, hasta que cuando me largué empecé a hacer ruedas. De la rueda me fui yendo a otras formas y esculturas. La madera fue siempre mi material por excelencia, en general maderas duras, pero después fui evolucionando hacia otras propuestas.
¿Cómo es su proceso creativo?
La gran inspiración en mi obra ha sido la naturaleza, a partir de eso hago mi versión, como lanzamiento de una creación. Es un proceso casi de investigación, que va desde la forma principal, primero lo dibujo, luego lo hago en madera blanda para ver como funcionan. Si me deja más o menos conforme ese modelo, ingreso en lo que sería la obra definitiva, usando las maderas que finalmente quedarán. Pero las obras nunca se terminan, las paras en algún momento, porque los riesgos que tiene seguir agregando cosas a una obra que no las precisa, es sobrecargar de información al espectador. Así fui trabajando, y hace unos veintipico de años empecé a sentir que la madera tenía que quedar más desnuda.
¿Cómo fue su primera exposición?
Nelson era naturalmente mi maestro, hasta que consideró que tenía que seguir mi propio derrotero, y me lo dijo. A mí no me interesaba exponer, sino el placer de crear, para mí la creatividad es una manera de pensar o hacer diferente algo. Hasta que un día me dice ‘todo el mundo viene acá y a los seis meses quiere hacer una muestra, tú hace tiempo que podrías haber hecho una y nunca presentaste nada, entonces no te voy a preguntar, ya conseguí un local para que expongas tu primera muestra’, que fue en mayo del año 1994, en la Alianza Cultural Uruguay – Estados Unidos.
Nelson cierra con la Alianza, y yo fui trabajando para la muestra durante el 94. Yo había estado de presidente del Banco Central desde 1985 con la vuelta de la democracia hasta el 90, y después en el proceso eleccionario de 1994 seguía con mi profesión, en la Universidad, con mis grandes amores, que son el arte y la academia, además por supuesto de la profesión.
Antes de la muestra no tenía esa inquietud de exponerlo, era crear por crear…
Era por hacerlo, por un gran disfrute mío, también para la gente, pero no con un sentido de un lucimiento personal y menos comercial. A todo esto yo me había olvidado de la muestra, tenía las obras hechas, vienen las elecciones y se me convoca para volver al Banco Central, en abril del 95. A esos cargos fui por razones técnicas, si bien son cargos de dimensión política, son de base muy técnica, en general no he hecho militancia política. Y a fines de abril me llamaron de la Alianza, yo ni me acordaba. Entonces fui a hablar con el presidente, le dije que era un tema artístico, que había arreglado hace un año una muestra, y comprenderás que hacer una muestra siendo presidente del Banco Central en funciones, es una cosa medio inusual, ante cualquier cosa con el tipo de cambio, inflación, sería un tema que naturalmente tendría repercusión política. El presidente me dijo ‘entonces vos no crees en tu obra’, como en broma. Mi primera muestra fue siendo presidente del Banco en 1995, y la verdad que la crítica fue muy generosa conmigo, gustó mucho.
Y también había fijado una muestra en Buenos Aires, para octubre de 1995, entonces también le tuve que presentar al presidente el lío, porque tenía que irme un par de días. Por supuesto estaba muy atento a lo que sucedía en el Banco desde la embajada. Recuerdo estar con la directora de la sala de exposiciones, que me mostró cuando entró la crítica de arte de Página 12, que por entonces era un periódico muy agudo, titulaba como los dioses, y además era un diario que tenía su sesgo político. Me quede sentado, hasta que la chica le pregunto a la directora si estaba el artista, y recorrimos juntos la muestra, me dijo que quería hacerme preguntas por las obras, me fue preguntando, y cuando terminamos de recorrer la muestra, me despedí y le digo a la directora, ‘pah, vamos a ver con que sale’. Y te diría que es de las críticas más lindas que he tenido, no es una crítica muy larga, y hace un análisis crítico muy culto, favorable a la obra, y yo no veía lo mío, ella sabía que yo era presidente del Banco. Entonces al final dice ‘ah, me había olvidado, el señor que termino de comentar su obra en sus ratos libres es además el presidente del Banco Central del Uruguay, cosa que en un país como la Argentina jamás podría suceder, donde el presidente dice que leyó a Sócrates, que nunca escribió nada’. (ndr. Al presidente argentino Carlos Menem en una entrevista le preguntaron que leía, y dijo que leía a Socrates, que justamente no escribió, sus lecciones fueron orales).
Luego de terminar su actividad al frente del Banco Central se dedicó más específicamente al arte…
Yo entré en el segundo período a acompañar el proceso, pero mi vocación nunca fueron los cargos, los he cumplido con mucho gusto y honor pero no era lo mío, y al tiempito dejé y seguí más intensamente mi carrera. Años después fui a la Bienal de Venecia, designado por la Comisión Nacional de Artes Visuales para representar a Uruguay, comisión que integro ahora, en el año 99. Después voy cambiando mi propuesta, me voy a maderas más desnudas, donde ya la madera cuenta menos, y lo que empieza a contar son las formas más despojadas, donde ya no encontras vetas que si bien eran muy atractivas, me parecía que a esa altura de mi carrera tenía que irme a un arte más limpio, con menos información, y ahí empieza toda una tarea con madera color arena, que sigo trabajando.
Para mí el arte se funda en la idea de que es un medio a través del cual los seres humanos buscamos ser plenamente conscientes de nuestro propio ser, y en esa búsqueda aparecen distintos trabajos que te van saliendo, que son un intento de alejarte de lo febril, de la estresante contemporaneidad, una velocidad que frustra en definitiva el sentir que nunca obtenemos algo, entonces esta conectividad es bienvenida siempre que no cercene la real relación de cara a cara. La supuesta velocidad no debe hacernos olvidar que la prima donna de las relaciones humanas es el contacto y no lo contrario. Esta velocidad que se vive hoy día a menudo confunde y nos hace parecer imprescindibles cosas que luego advertimos que son innecesarias para vivir. Entonces a los trabajos los fui despojando de cosas que siento que son superfluas, y ahí he ido simplificando, sintetizando, buscando dejar espacio para llegar hasta tener elementos que me interesan y el punto de encuentro que busco afanosamente y donde se unen la pasión personal con las capacidades innatas y adquiridas. Busco clarificar, limpiar de malezas confusas, es un ejercicio que es riesgoso, pero es intencional, que apunta al propósito de promover solamente aquellos aspectos que valoro de la obra. No es ajena esta idea de la propuesta monocromática que vas viendo en mis últimas obras. El color único en cada trabajo intenta acercarnos más a ese elemento, esa pasión central, busca agregar a la propuesta síntesis, es más arriesgada, es más despojada, busca agregar simplicidad, en procura de que el centro de la pieza transite por sus elementos más puros y aporte conocimiento en esa abstracción.
¿De esa necesidad y ese giro surge entonces su última obra, que expone en el Museo Blanes?
Esa necesidad que te he expuesto es la que me lleva a ir a obras que son más monocromáticas, como El Espacio Integrado.Luego de ese giro seguí haciendo obras que como ves son obras que buscan la simplicidad. Si bien sigo usando mucho la madera, me adapto mucho al espacio, sobre todo en las obras grandes. Cuando me invitan a hacer esta obra en el Blanes, entré a la sala Maria Freira, a quien quería mucho como artista, vi ese espacio, y me generó algo. Yo iba a hacer una obra en el techo, pero cuando lo miré vi un techo medio abovedado, que tiene un gran vitraux, que cuando lo vi se me ocurrió que tenía que integrarlo.
Siempre que voy al espacio, sobre todo en obras grandes, mi preocupación principal es donde se va a ubicar la obra, y no me hacía feliz agredir al espacio, que era bellísimo de por sí, ya era una gran obra. Entonces pensé en hacer algo que generara, con un poquito de imaginación, un volumen, que termina siendo una bóveda invertida con cuerdas. Se me ocurrió hacer en ese espacio una cantidad de catenarias, -una curva matemática que Galileo creyó que seguía la misma función de una parábola, aunque siglos después se descubrió que era muy parecida pero con una función distinta-, que dieran la sensación de un volumen, pero que a su vez diera la libertad al observador de entrar en ella, mirar para arriba, pensar, imaginar, ilusionarse con cosas, inspirarse con algo.
Entonces creo este trabajo que es lo que se llama un site-specific, esa obra está hecha para ahí, y va a estar hasta fines de enero. Fui probando cuando me daba la forma, una forma muy rara, integré ese espacio con un gran respeto por lo que había, de forma tal que esa claraboya magnífica se viera, pero que a su vez tuviera una nueva forma que buscaba, si es posible, agregarle interés y agregarle aspectos formales más interesantes, y me fui a la cuerda, una cosa que no había hecho nunca.
¿Qué balance hace de El Espacio Integrado?
La verdad es que estoy muy feliz con esa obra porque pude respetar el espacio, lograr una resonancia visual interesante y diferente, en la cual el espectador participe, se meta entre las cuerdas. Son infinitas obras según como te vayas colocando. Podía haber puesto cuatro o cinco esculturas grandes, pero hubiera sido como faltarle el respeto al espacio que me estaban dando, que era muy atractivo. Tuve que pensar como mantener el respeto al espacio y a su vez agregar algo. La primera catenaria está a 14 centímetros del piso y la última siguiendo una línea recta está a casi cinco metros del piso. Va creciendo y a su vez va cambiando la forma, variando según el punto de vista.
Es una obra que se disfruta paseando, adentrándose en la misma…
Eso es lo que quise, es una obra hecha para la gente, no para mi propio aplauso, sino para que el espectador la disfrute, camine, se siente, la mire por acá y allá, le haga inspirar otra cosa. Fue arriesgado, yo sabía cómo funcionaban pero había muchas decisiones que tomar, el grosor de cada cuerda, a qué distancia se ponían para que mostraran una volumetría, pero que dejaran ver espacios. Era muy difícil llenar eso sin llenarlo, y haciendo disfrutar, sin tapar todo, obstruir cosas, y salí por acá. A mí me gusta dibujar en el espacio, y en el fondo son 68 dibujos que hice en el espacio, quedé muy satisfecho.
Y además lo conjuga todo, la matemática, el arte, el dibujo, la escultura, integrado.
Si, está integrado todo, y esa palabra tiene mucho más que ver que con el espacio solamente, hay muchas cosas integradas, que en el fondo es mi personalidad, yo soy todo eso. No me puedo alejar de las matemáticas porque las tengo, hay cosas que son de uno, tu personalidad final es una sola que se puede expresar de una forma o de otra.
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