Lo que aparenta ser una frase vacía, en medio del mundo hueco en que nos movemos, cobra el sentido profundo de las cosas simples. Y por lo tanto obvias.
El universo de ideas con que se pretende impresionar a las incautas posibles presas de los nuevos operadores políticos, adolece de originalidad. Son lugares comunes -cuya matriz nunca surgió en nuestra tierra- pero sí, apuntalados por generosos recursos, aterrizan en nuestro suelo en su recorrida por el mundo, a la búsqueda de ir creando el clima que justifique la participación de los nuevos aspirantes a “redentores”.
Aunque una de sus tesis favoritas es cuadricular la realidad política en derecha, izquierda, centro, y todas las combinaciones -con “extremas” incluidas- que esta analogía permite, a sus manipuladores no los podríamos introducir en ninguno de los casilleros de los que ellos tanto abusan. La palabra talismán en boga, que más mueve el índice acusador de toda esta geometría tramposa, es el agregado de populismo.
Para estos doctos cultores de la democracia químicamente pura, cualquier manifestación con apariencia de calor popular podría caer en ese estigma, salvo claro que sus reivindicaciones obedezcan a las consignas patrocinadas por las opulentas corporaciones que apuntan a la pérdida de la identidad y la mundialización del animal hombre.
Si volviéramos a releer a los clásicos, sería menos probable perder el norte y, de su mano más fácil recuperar el camino correcto.
Alexis de Tocqueville, en su magnífico tratado de ciencia política La Democracia en América, nos advierte con qué facilidad se puede perder la libertad y como el “despotismo rechazado en el interior del cuerpo social, reaparece tarde o temprano en la superficie…”
No es el despotismo de estilo antiguo el que amenaza las naciones democráticas. Es un despotismo completamente diferente. El de antes pesaba mucho pero solo sobre algunos. Era violento pero restringido. Y agrega con palabras proféticas: “El del futuro será más extendido y más dulce y degradara a los hombres sin atormentarlos. Despotismo de tutores más que de tiranos, verdaderamente inédito en el mundo…” Al no encontrar la palabra para definir esta calamidad la describe: “Veo una muchedumbre innumerable de personas semejantes e iguales, que dan vuelta sin reposo sobre sí mismos, para procurarse pequeños y vulgares placeres con los que ellos sustituyen su alma…”
Este ilustre pensador francés, sucesor de Montesquieu, sesenta años antes que Rodó a través de Ariel, nos alerta de las amenazas que acechan a la libertad y a la democracia. Y como antídoto (contre-poison) propone desarrollar las “libertades locales” y “las asociaciones”.
“Quitad dice la fuerza y la independencia de la comuna y encontrareis “administrados pero no ciudadanos… Es en el municipio donde reside la fuerza de los hombres libres… “
Junto a las libertades locales nada le parece más necesario que las asociaciones libres. Los hombres de las sociedades aristocráticas no tienen necesidad de unirse para actuar. “Los que viven en democracia si tienen necesidad, porque siendo a la vez independientes y débiles, no pueden por sí mismo casi nada. Todo lo que ellos no hagan asociándose, lo hará el gobierno”.
Dentro de las asociaciones estarían comprendidas las agrupaciones religiosas. “Es el despotismo quien puede prescindir de la fe, pero no la libertad”
Así como La Mañana surgió en defensa de las conquistas electorales alcanzadas el 30 de julio de 1916, nosotros pretendemos mantener al tope esa bandera y transitar como nosotros mismos por el angosto sendero de la libertad, sin necesidad ni de tutelas académicas, ni de “redentores”.
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