Tiene todas las cualidades para ser un área de producción de alimentos, pero las dificultades productivas como de bienestar y sanidad convierten a algunas zonas de Melilla en un problema
La página web de la Intendencia de Montevideo destaca la importancia productiva del área rural del departamento que “aporta más del 3% al producto bruto agropecuario nacional” y es responsable de cubrir “más de la mitad del consumo nacional de hortalizas de hoja (lechuga, acelga y espinaca); más de la cuarta parte de las manzanas, duraznos, peras y ciruelas así como importantes porcentajes de la producción de limones, uvas y tomates”.
Además subraya que “constituye un espacio verde enclavado en el área metropolitana, jugando un papel vital desde el punto de vista ambiental y recreativo, al tiempo que alberga una población con estilos de vida y valores culturales propios”.
Sin embargo el sentir, la visión y la realidad de los vecinos que viven en Melilla –noroeste del departamento- manifiestan su preocupación por la pérdida de las características productivas y ambientales de esa zona.
Gustavo Martínez, delegado de las Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) en la Junta Nacional de la Granja (Junagra) y productor con varios años de experiencia en la zona dijo a La Mañana que Melilla es una zona “principalmente de producción frutícola” y como actividad rural comparte “el problema más grande que tiene todo el campo uruguayo: la restitución generacional”.
Otro factor es que en Melilla la tierra tiene un valor inmobiliario mayor que el productivo. “Ésta es el patio trasero de Montevideo y la gente de la ciudad llega aquí por otras cualidades que esta zona tiene”, y eso hace que “la tierra tenga un valor inmobiliario mayor que el productivo”, señaló.
El mayor costo es la mano de obra
En cuanto a costos, “el mayor que posee la fruticultura es la mano de obra. El que tiene un predio donde la incidencia de tu trabajo es baja, ese costo representa un 60%. O sea que si se precisan 5 para trabajar y tú eres el sexto, la incidencia es baja por más que trabajes y ahí los costos aumentan muchísimo”, describió.
Esa situación hace que “los productores medios no funcionen, y sólo puedan hacerlo los productores chicos o grandes”. El chico porque “es familiar y trabaja sus 7 u 8 hectáreas con el hijo y la señora; y el grande que posee 80 hectáreas maneja otro nivel de producción. Pero el mediano que tenía 25 o 30 hectáreas es el productor que se ha ido perdiendo en los últimos 20 años”.
Todos los costos de una hectárea de manzanas puede llegar a los 10.000 dólares por año, aquel que tiene 3 hectáreas puede reducir costos si las trabaja él mismo. La producción, para que rinda, tiene que ser entre 30 y 40 toneladas de manzana, con un buen manejo y raleo, el producto de menor calidad o calibre chico reduce la facturación, por eso los montes viejos “de 50 años que todavía están produciendo pero sacan 8 a 15 toneladas” deben reconvertirse “porque económicamente no son viables”, expresó Martínez.
Un problema ambiental y sanitario
A pocos kilómetros del establecimiento de Gustavo Martínez se encuentra Ana Hernández, una pequeña productora familiar, también de la zona de Melilla, con dos hectáreas en parte de las cuales produce higos, nueces y limones. Aunque también produjo uvas, peras, duraznos y ciruelas, las dificultades que debió enfrentar con su familia, entre ellas la inseguridad, han afectado el trabajo rural, tanto de ella como de las demás familias de la zona.
“Tenemos un predio con dos pozos de agua y buena calidad de tierra” pero la producción no es fácil “con costos altos” que afectan la rentabilidad y además “estamos cansados de que nos roben”, dijo.
“Los que producen tienen que juntar la fruta en el día porque de noche se la roban, entran y arrancan todo. Cuando en nuestro predio teníamos lechugas nos entraban y nos arrancaban las plantas. Esto es tierra de nadie, no es una zona tranquila, y estamos casados de que nos roben”, expresó.
Un vecino abandonó la producción, tapearon la casa y se fue debido a los robos, contó y agregó que no hay respuesta por parte de la Policía porque “cuando nos están robando uno llama a la seccional 22 pero nunca tienen móvil”.
Gustavo Martínez: Melilla es una zona “principalmente de producción frutícola” y como actividad rural comparte “el problema más grande que tiene todo el campo uruguayo: la restitución generacional”.
De igual forma los servicios de la Intendencia “por los que pagamos impuestos son insuficientes: no hay luz ni cuneta, y la Intendencia no atiende nuestros reclamos. Producir es caro y los servicios son malos, eso motiva que cuando el vecino puede vender e irse, se va”. “No puede ser que vivamos así, no hay luz, solo la que algunos tenemos en nuestras casas”, dijo.
Además “el agua se acumula porque las cunetas están sucias”. Hubo “un tiempo en que venían y limpiaban las cunetas y cortaban los árboles” pero ahora cuando se hace un reclamo en la Intendencia “dicen que es tarea de los vecinos tenerla limpia. Yo no puedo limpiar 2 hectáreas de cuneta, donde además hay árboles que están llegando a los cables de UTE”, expresó.
Tránsito pesado
A todos esos problemas “se suma la instalación de una planta de Coopar que genera mucho tránsito de camiones en un camino rural no apto para eso”, añadió.
“Desde que la planta se instaló en la zona vivimos entre la tierra, y la gente que está trabajando en sus campos pasan los camiones y los llenan de tierra”, además este año se instaló Teyma que está haciendo trabajos en la zona y todos los días pasan vehículos pesados por la calle Castaibert.
Los camiones de Coopar son de doble zorra y circulan “a toda velocidad”. “Es ilógico que en una zona rural pasen los camiones levantando tierra permanentemente y rompiendo la calle”, incluso rompieron “un caño que fue puesto para evitar que la calle se inundara, y nunca lo arreglaron”, sostuvo.
Los camiones dejan los caminos “como las viejas piletas de lavar ropa” y es imposible circular con nuestros vehículos sin que se nos rompan.
“Producir es caro y los servicios son malos, eso motiva que cuando el vecino puede vender e irse, se va” dijo Hernández que vive sobre el camino vecinal Castaibert.
Ante esa situación “hace dos años inicié un expediente en la Intendencia y este año empecé otro trámite en la Defensoría del Vecino. De la Intendencia me llamaron y me avisaron que el expediente pasó a la Unidad Montevideo Rural y allí al Centro Comunal”, pero como “el Centro Comunal está muy lento vamos a ver si podemos adelantar con el Ministerio de Transporte porque esta calle no es para tránsito pesado”, además de los problemas de medio ambiente que se deben soportar porque “vivimos respirando tierra”, dijo Hernández.
Otro problema son las roturas de los vehículos que causan daños graves a las familias agregando costos y gastos. “Este año hemos reparado nuestra camioneta por quinta vez, y los vecinos lo mismo con sus camiones”.
“La calle está tan mal que la camioneta que viene a buscar a mi hijo para ir a la escuela no quiere hacerlo porque se le rompe el vehículo”, y eso implica que tenga que llevarlo a la parada del ómnibus que queda a 1,5 Km. El traslado a la parada, además de la distancia, significa cruzarse con los camiones que nos llenan de polvo”, expresó.
Consultada si habría alguna solución a la problemática planteada, dijo que los camiones de Coopar deberían salir por Cno. Altuna, “que era el recorrido que hacían cuando se instalaron, pero como el espacio no le da para girar, entonces toman por Castaibert con las consecuencias ya señaladas”, concluyó.
La UAM, estratégicamente es un desastre
Martínez opinó que la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM) está hecho “al revés de la lógica comercial” porque “lo ponen en la zona rural cuando el mercado debería hacerse hacia el este, porque es donde está el consumo. Estratégicamente es un desastre”.
“De ahora en adelante tenemos un mercado donde le queda más lejos a todos. El productor no tiene mayor problemas porque lleva un camión lleno, pero el que iba al Mercado Modelo con su camionetita o motito, para sus comercios de barrio, muchos no va a ir más y el aumento de costo para el que vende como para el que va a comprar es enorme”.
“Del Mercado Modelo que es un galpón pasamos a un mercado de 50 has, ¿Para quién? Todo lo moderno cuesta plata y hay una pila de reglamentación que antes no estaban”. Además cuestionó la financiación como la información que se ha dado al respecto. “El único que puso plata es la Junagra, pusimos 15 millones de dólares. Un millón de dólares por año. ¿La Intendencia qué puso?, todo crédito, todo fideicomiso”, lo que hizo la Intendencia “fue hipotecar el futuro de los operadores y los granjeros”.
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