Cuando en las elecciones internas debutó Cabildo Abierto, conducido por el general Guido Manini Ríos, causó sorpresa el número de sufragios que recibió este partido que tenía poco más de seis meses de existencia.
Pero cuando en la elección nacional el apoyo a Cabildo Abierto superó los 270.000 votos, a la sorpresa se sumó una realidad: el nuevo partido había venido para quedarse, tenía a su frente a una figura carismática y había obtenido catorce legisladores.
Su participación en la Coalición Republicana resultó decisiva para la derrota del Frente Amplio.
Entonces comenzaron los ataques y las descalificaciones. Que se trata de un partido militar; que se trata de un partido de ultraderecha; que se trata de un partido antidemocrático.
Como se aprecia, el disparatario es nutrido pero de baja eficacia y fácilmente desmontable. Los emisores de las invectivas no tienen prestigio ni autoridad alguna; ni siquiera con el apoyo de historiadores militantes, los que ya van quedando en evidencia y perdiendo rigor científico.
Veamos.
Pretender embretar en obsoletos casilleros ya fue respondido por el general Manini cuando les dijo: “Si combatir a los corruptos, defender la ley y el orden y evitar los atropellos contra la Constitución es ser de derecha, seré de derecha. Y si dar salud a los desamparados y dar vivienda a los sin techo –que para eso elegí los Ministerios de Salud y de Vivienda- es ser de izquierda, seré de izquierda”.
Que Cabildo Abierto sea un partido al que voten los militares, no significa que sea un partido militar. Simplemente es la resultante del destrato que han sufrido las FF. AA. de ciertos sectores del Frente Amplio, que hasta han postulado su eliminación, les han reducido los haberes a su mínima expresión y mezquinado sus rubros de equipamiento.
Parecen no haber advertido la existencia de un vasto sector de opinión que no se sentía representado y el general Manini vino a llenar ese vacío que en él encontró su conductor. La recia personalidad de un militar que hizo frente al poder hegemónico del entorno Vázquez, su autoridad y firmeza en la defensa de unas fuerzas armadas destratadas por el frente político, pero necesarias y siempre reclamadas por la gente ante cualquier calamidad o desastre natural. Ofrecen un auxilio inmediato y una participación eficaz de ayuda, protección, alojamiento, traslados, comida, reparación de viviendas y demás servicios a su alcance, que siempre fueron bien vistas en su accionar por la población más carenciada.
Pero por otra parte se demostró sensible a la necesidad de recuperar los valores cívicos, las maltratadas costumbres, la limpieza del lenguaje, la enseñanza sin falsos dogmas, la historia verdadera, la integridad de la familia, el respeto de las formas, la eficiencia burocrática y la independencia judicial.
Y ahora, terminada su carrera militar, su voluntad de seguir sirviendo al país desde la actividad política, portando el apellido de distinguidos antepasados que fueron destacadas figuras en el Partido Colorado, no puede verse sino como un aporte de quien tiene una acentuada vocación de servicio y una postura ideológica y democrática que solo puede poner en duda el temor y la mala fe.
El temor porque ven en el general Manini un hombre honesto y serio, de oratoria precisa y eficaz, de conducta austera y firme, capaz de encolumnar el apoyo de todos aquellos que descreen de los políticos profesionales, en los que buscan solo beneficios personales, en los que se sirven del Estado en lugar de servirlo, en los que repugnan de la demagogia, del nepotismo y de la hasta ahora impune rapacidad burocrática.
Se evidenció la mala fe, como vil herramienta de desprestigio para desalojar de la política a un hombre intachable, como la aborrecible zancadilla que preparó el Fiscal General y su subordinado, amigo o pariente, Morosoli Díaz, tratando de procesarlo y absolviendo al expresidente Vázquez y al exsecretario de la Presidencia, el Dr. Toma, verdadero y directo responsable, si los hay, en esa causa.
Algunos sectores del Frente Amplio (debidamente mandatados por intereses foráneos) ven al General Manini, y no lo ocultan, como un gran enemigo al que hay que destruir, cueste lo que cueste y con cualquier medio.
Ya están pensando en la próxima elección y en la recuperación del poder. Y han surgido algunos candidatos a partir de las elecciones departamentales para sustituir la ya biológicamente agotada dirigencia histórica.
La importancia del general Manini como caudillo está generando esos ataques. Ven sin consuelo el apoyo que recibe desde los estratos más bajos y olvidados de la sociedad y las reservas morales de su pensamiento artiguista y solidario.
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