Jorge Chagas. El Pardejón. La novela de Fructuoso Rivera. FIN DE SIGLO.151 págs. $420. Dic. 2020.
Un oriental liso y llano. El caudillo por antonomasia. Primer presidente de la República. Fundador de una de nuestras divisas. Salsipuedes. Luces y sombras de un héroe de carne y hueso. Difícil no caer en el panegírico o en la denostación.
Jorge Chagas, cientista político, historiador y sólido narrador, sorprende del mismo modo que en su brillante Pacheco, la trama del poder. Logra hacer algo raro en estos tiempos: pensar con cabeza propia y más allá de las adjetivaciones de un lado y del otro, investigar lo que tradicionalmente queda velado.
Con una estrategia casi coral, da voz no solamente a don Frutos sino a Eustaquio Santos, fiel soldado del caudillo desde sus comienzos en la épica revolucionaria. Es en ese contrapunto que vamos adentrándonos en el posible torrente de conciencia del Pardejón. Y en un diálogo casi onírico Sosa, que encarna a demasiados gauchos, hace entendible esa peculiar comunión de un pueblo con su caudillo.
“Yo, Eustaquio Santos, que no tengo mote alguno y siempre he sido soldado fiel de Don Frutos, nunca fui muy entendido en cuestiones políticas. Sólo supe que un día la causa de aquel que apodaban el Deseado ya no era la nuestra, y ahora marchábamos tras la bandera federal, azul, blanca y roja. (Si pudiéramos narrar nuestra historia, una historia de dolores y fatigas, y dijésemos que comenzamos la lucha por el rey de estas tierras, que no conocíamos y nunca conoceríamos y que después renegamos de él ¿nos creerían, acaso? ¿O al oírnos se burlarían de nosotros? ¿Quién pelea por lo que no sabe, por lo que no conoce, y después reniega de lo que no sabe ni conoce y comienza a pelear por otra causa diferente?) ¿Qué significaba la causa federal para nosotros, para los infieles, para los negros y los pardos?”
“Eso no interesa, compadre Santos. Así de simple: no interesa su significado. Entendieron que debían seguirme a mí, a don Frutos, sin vacilar, sin preguntar nada, a donde fuera, dispuestos a matar y morir por la causa federal, Créame que no debían entender el significado de más nada”.
Cabe acotar que Pardejón no era un apelativo por su tez, surgió como mote dado por Juan Manuel de Rosas para tipificar su bravura y sus dotes como enemigo temible.
Una pequeña gran novela, muy recomendable.
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