El 27 de diciembre comenzó la vacunación contra el coronavirus en España. Araceli Hidalgo, de 96 años, fue la primera persona en recibir la inyección, en un momento que fue captado por los medios informativos de todo el mundo. “Ha sido usted la primera”, le dijo la enfermera tras suministrar la dosis. “Gracias a Dios”, respondió enseguida la señora mientras sonreía con mucha naturalidad.
En las redes sociales no faltaron quienes, en una actitud propia de Mr. Homais el boticario de Flaubert, criticaron el gesto espontáneo de Araceli remarcándole que no era gracias a Dios, sino gracias a la benemérita ciencia. ¡Cuánta mediocridad supone hacer, a partir de este episodio, una separación tan absurda entre religión y ciencia! Al santiguarse y agradecer a Dios, ofreciéndose como primera voluntaria, no hacía otra cosa sino manifestar su fe al mismo tiempo que su confianza en la técnica humana.
“Feliz el hombre que lleva dentro de sí una divinidad, un ideal de belleza, y los obedece; un ideal de arte, un ideal de ciencia, un ideal de país, un ideal de las virtudes evangélicas”. Esta es la frase escrita en la tumba de Louis Pasteur, indiscutido padre de la microbiología y notorio católico francés. ¿Existe un ejemplo más autorizado que Pasteur de la saludable armonía entre la dedicación total a estas disciplinas científicas y tener una espiritualidad abierta la trascendencia y al misterio de la fe?
Escepticismo conducente
Si acaso una lección deja esta pandemia es el llamado a la humildad. Todos adquirimos un mayor sentido de la fragilidad humana. Esto es algo que los dirigentes políticos del mundo deben tener más en cuenta que nadie, sobre todo al ensayar respuestas a la crisis sanitaria, económica y social a la que quedamos expuestos.
Es igualmente insensible frente a esta contingencia querer imponer recetas y relatos únicos, pretender que la población no tenga vacilaciones y dudas razonables sobre el fenómeno que enfrentamos, así como, en el otro extremo, burlarse de la inteligencia humana a través de teorías de la conspiración que nos reducen a meras fichas de un juego macabro entre poderosos.
Bienvenido un escepticismo conducente que contribuya a tener mejores niveles de información fidedigna, porque claro que existen intereses políticos y económicos mezclados en estos asuntos. Intereses de pequeña y de gran escala.
El deber de las autoridades de informar con transparencia es fundamental tanto como la responsabilidad de todos los formadores de opinión de no infundir miedo a la ciudadanía.
Fortalecer la conciencia y las defensas orgánicas de las personas es clave, al igual que poner en práctica el sentido común en el distanciamiento y el uso del tapabocas en el plano social. La incertidumbre y el miedo carcomen esas defensas, por eso siempre es importante manejar una comunicación eficaz que contemple estos aspectos. Aunque resulte incomprobable, más de una persona me ha dicho por experiencia con gente cercana que tiene la sensación de que parecen enfermarse más los que sucumben al miedo.
Sin prisa, pero sin pausa
Estas consideraciones precedentes son especialmente relevantes a la hora de adoptar decisiones que pueden resultar antipáticas. Restringir ciertas libertades ciertamente lo es y requiere por ello una fundamentación apropiada, sin caer en el ridículo intercambio de acusaciones entre los que se anticipan a gritar represión y los que endilgan la muerte de nuestros prójimos a cualquiera que ose hacer algún tipo de cuestionamiento.
Pero también puede resultar antipático que un gobierno se tome un tiempo para decidir acciones, sobre todo en esta época en la que se buscan soluciones al instante, éxitos inmediatos, porque siempre habrá de todas formas algún chivo expiatorio en el cual luego hacer recaer toda la culpa si falla (menos algunos laboratorios que exigirían cláusulas de inmunidad jurídica). Ante escenarios complejos es prudente no precipitarse y transitar, como dice el refrán, sin prisa, pero sin pausa.
Es el camino que han tomado la mayoría de los países de América Latina. Según informaba este martes el diario El Observador, solo Argentina, México, Chile y Costa Rica recibieron vacunas y estaban ya en proceso de vacunación, cumpliendo distintas etapas que podrían llegar hasta el año 2022.
En el caso de Uruguay, en el mes de octubre el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, anunciaba que el presidente había decidido en conjunto con el MSP y la academia científica suscribir el mecanismo COVAX de OMS/OPS para integrar la lista de países compradores de vacunas. Hasta ese momento la situación estaba controlada, solo con 300 casos activos, mientras que a partir de diciembre el número aumentó hasta llegar hoy terminando diciembre a los 5200.
La situación actual en alguna medida hace recordar aquellos primeros días desde la declaración de emergencia sanitaria cuando el gobierno adecuaba protocolos para llevar adelante la estrategia de la libertad responsable y ponía todas sus capacidades al servicio de la fabricación de kits de diagnóstico y tapabocas, mientras era desafiado por una fuerte presión política y mediática para adoptar la cuarentena obligatoria y se convocaba a cacerolazos de protesta.
El éxito de Uruguay radicó en una combinación de los esfuerzos de los científicos con la ponderación política necesaria que tuviera en cuenta nuestra particular circunstancia económica, demográfica y la idiosincrasia nacional. Este criterio que fue válido ayer, lo es también hoy, en el sentido que cualquier decisión sobre la elección de las vacunas tiene que tomar en cuenta estos factores y no ceder a especulaciones ideológicas o pseudocientíficas.
Las vacunas no tienen ideologías
La negociación en el mundo no es sencilla. Vale la pena atender algunos argumentos del ex embajador argentino Diego Guelar, quien estuvo en China durante el gobierno de Mauricio Macri, pero anteriormente también representó a su país en Estados Unidos, la Unión Europea y Brasil. En conversación con La Mañana, Guelar consideró que se perdió la oportunidad de haber realizado un “subgrupo con Uruguay, Chile y Argentina”, un pool de compra que no responda a afinidades partidarias.
Aseguró que “las vacunas no tienen ideologías” y que las cinco opciones principales que existen hoy en el mercado son de buena calidad y de laboratorios serios. Sin embargo, advirtió que hay 2500 millones de personas a las que llegará antes que a nuestros países del cono sur porque “no tenemos masa crítica”. “La fase 3 recién está terminando y después viene la fase 4, aquí somos todos conejillos de indias. Dentro de algunos meses habrá un panorama mucho más claro porque los chinos habrán vacunado un millón de personas”, sostuvo.
En conclusión, es importante que las autoridades se mantengan al margen de polémicas estériles, de operaciones publicitarias preocupadas en el posicionamiento electoral, y de orgullos provincianos que puedan obstaculizar el camino de una respuesta eficaz y permanente para la inmunización de la población.
No olvidar la lección de la humildad. Y reflexionar sobre aquella frase atribuida al maestro Pasteur: “La grandeza de las acciones humanas es proporcional a la inspiración que las produce”.
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