El 7 de Julio de 2020, la revista norteamericana Harper´s, publicó una carta firmada por 150 intelectuales estadounidenses “sobre la justicia y el debate abierto”, en la que denunciaban el clima de intolerancia generado por cierto progresismo extremo. Esta carta tiene, sin embargo, algunos precedentes, ya que en 2019 se publicaron por lo menos cuatro libros de prestigiosos filósofos que van en el mismo sentido: La filosofía se ha vuelto loca, de Jean-François Braunstein; La locura de los cuervos, de Douglas Murray; El fin de la clase occidental, de Christophe Guilluy, y La teoría de la dictadura, de Michel Onfray.
El libro de Braunstein, analiza tres corrientes de pensamiento: la ideología de género, el animalismo y la eutanasia. Para transformar la sociedad, dice Braunstein, se procura imponer una poderosa hegemonía cultural al mejor estilo Gramsci. El rechazo de la realidad, el ataque a la naturaleza, el voluntarismo, el nominalismo y el odio a Occidente, tienen como denominador común un nihilismo caracterizado por una suerte de odio al cuerpo que explica la amputomanía, la zoofilia y la cremación; la aceptación del transhumanismo; y la idea de que la biología es una ciencia machista que el feminismo debe rechazar.
Braunstein observa que “psiquiatras y psicoanalistas no son, en su inmensa mayoría, fervientes adeptos de la teoría de género; los juristas favorables al derecho de los animales son una ínfima minoría, y rarísimos los médicos que sostienen sin matices la legalización de la eutanasia”. Losprofesionales serios, se dan perfecta cuenta de los errores y horrores antropológicos de moda.
El rechazo de la naturaleza conduce al rechazo de las esencias, y por tanto, de conceptos y definiciones básicas como la de dignidad humana. El olvido del realismo, y de su fundamentación metafísica, lleva a que teorías aparentemente atractivas, buenistas, inclusivas e igualitarias, terminen justificando horrores.
Onfray: en los países democráticos impera una dictadura cultural cuyo propósito es “destruir la libertad, empobrecer la lengua, abolir la verdad, suprimir la historia para poder reescribirla a voluntad, negar la naturaleza y propagar el odio”
El libro de Douglas Murray sostiene que estamos ante “una nueva metafísica en nuestras sociedades, una nueva religión si se prefiere. (…) Es un sistema que no sólo es imposible sino enloquecedor, y que hace demandas que son imposibles hacia fines que son inalcanzables”.
Por su parte Onfray en su libro, afirma que en los países democráticos impera una dictadura cultural cuyo propósito es “destruir la libertad, empobrecer la lengua, abolir la verdad, suprimir la historia para poder reescribirla a voluntad, negar la naturaleza y propagar el odio”. Este progresismo –dice Onfray-, “se ha transformado en la religión de una época privada de experiencias de lo sacro, se ha convertido en la esperanza de estos tiempos desesperados, de una civilización sin fe”.
Este progresismo es consecuencia de la sustitución del materialismo dialéctico de los ´60, por el estructuralismo decontrustivista que lentamente se fue abriendo camino en las leyes y en la educación. El nuevo absolutismo global dicta las leyes que, apoyadas por los medios de comunicación, son aprobadas por los parlamentos. En la educación se empobrece el lenguaje, y se impone una “neolengua” -inclusiva- al mejor estilo orwelliano. Los nuevos métodos de enseñanza hacen a los alumnos incapaces de aprender a leer, escribir, contar y pensar correctamente. El objetivo, según Onfray, es “construir seres adultos vacíos y chatos, estériles y privados de profundidad, totalmente compatibles con el proyecto post-humano”.
Para el estructuralismo, dice Onfray, la idea es más verdadera que la realidad. Y si la realidad no existe, quien se atreva a afirmar que hay verdades que no cambian nunca, se convertirá en presa del odio progresista. Porque sólo para los progresistas vale la tolerancia, y sólo ellos pueden determinar qué es y qué no es verdad. “El odio –dice Onfray- es reservado a quien no se arrodilla delante de las verdades reveladas de la religión que se autoproclama progresista”. El “caso Cavani” no parece ajeno a esta “moda”.
El libro de Guilluy observa sin embargo, un “incipiente cansancio de la gente ordinaria y atisba la reacción del sentido común”.
La esperanza de la humanidad, está en que a la reacción de la gente ordinaria, se sume un despertar generalizado de los intelectuales, que los lleve de vuelta al realismo. Y es que el problema central de este “neoprogresismo”, es que lleva el relativismo a sus últimas consecuencias. Quizá era necesario que esto ocurriera para volver de una buena vez al realismo…
TE PUEDE INTERESAR