Oriundo de la ciudad de Sauce en la provincia de Corrientes (Argentina), el cantante y músico Ángel Piciochi conversó con La Mañana acerca del reconocimiento que hizo Unesco al chamamé y la difusión que ha tenido en los últimos tiempos a lo largo y ancho del país y la región. Además, relató el íntimo contacto que unía a Diego Armando Maradona con las tradiciones correntinas y esta música en particular.
¿Cómo fue el proceso por el cual el chamamé fue declarado patrimonio inmaterial de la humanidad?
Hace dos años se había planteado la idea y se presentó el proyecto ante los notables de la Unesco para que ellos puedan debatir sobre esta cuestión. En ese momento faltaron algunas cositas, que después en estos dos años se pudieron aclarar. Participaron prácticamente todos, artistas, gobierno provincial y nacional, cultura provincial y nacional, cancillería, todos aunados para que esto fuera posible.
Faltaban entonces algunas descripciones de costumbres, sobre las raíces del chamamé, hacia dónde apuntaba, cuál era la proyección que podía tener. Todo eso fue evacuado en este nuevo proyecto que se presentó con un trabajo enorme de toda la gente. Se logró ese objetivo de que hace algunas semanas nada más atrás se pudiera concretar esta posibilidad y que el chamamé pasara a ser el 17 de diciembre patrimonio inmaterial de la humanidad.
¿Cuál dirías que es la región del chamamé?
Ahora creo que se ha difundido por diferentes provincias donde antes no llegaba. Pero la raigambre es Corrientes, Chaco, Misiones, Formosa, Mesopotamia y alguna provincia más del norte. O sea, lo que sería el NEA, el nordeste argentino.
Después ya la gente de Salta y Jujuy tienen otras influencias más de otra música, un poco más de lo indígena y entonces ahí cultivan más la zamba, el carnavalito. Fue adoptado también por otras provincias como Santiago del Estero, que mantiene la chacarera y demás. También se escucha mucho en Santa Fe, que no tienen folklore en particular. Y Entre Ríos, más allá de la chamaquita. También en Buenos Aires hay muchísimas bailantas, tuve la oportunidad de vivir 14 años allí y actuar en diferentes escenarios. Así que sé perfectamente todo lo que se ha difundido el chamamé.
A los correntinos nos ha dolido mucho durante este tiempo que el chamamé ha sido siempre el hermano menor del folklore. En realidad es parte del folklore, o debería serlo. Nos costó mucho que estuviera presente en grandes escenarios pero ahora paulatinamente se está dando.
En Argentina hay mucha inmigración interna, sobre todo a la provincia de Buenos Aires y principalmente desde la región del nordeste. ¿Esto significó que llevaran consigo esa herencia cultural?
Por supuesto, se sienten identificados y al escuchar un chamamé recuerdan a su pago natal, con reminiscencias a lo que han vivido, su niñez, su adolescencia. Tienen también una nostalgia de sus seres queridos, aquellos ancestros que han quedado en esta localidad o en otra localidad de la provincia. El chamamé refleja una idiosincrasia particular, las costumbres religiosas, culturales, lo gastronómico también.
¿Cómo fue tu contacto inicial con el chamamé?
Mi papá siempre fue músico, era docente en realidad. Maestro, después pasó a ser director. Me llevaba a los ensayos y los muchachos que estaban con él me ayudaban a armar la batería. De joven armé un conjunto de cumbia y chamamé a la vez. Quería llegar al público, captar por supuesto la atención de otros jóvenes. Y después cuando fui a Buenos Aires ya me plegué directamente al chamamé, no me aparté más de esa huella. Y hace treinta y tres años que soy músico.
¿Cuáles son los principales festivales que hoy tiene el chamamé?
Mira, a mí me costó 30 años estar en la Fiesta Nacional del Chamamé, porque hay un inconveniente y es que hay una puja de espacios también entre el estilo tradicional y el que es un poco más bailable, como el nuestro. Tenemos otros festivales como el federal en Entre Ríos, en Corrientes el Festival de Mburucuyá, el festival del mango, festival del mencho, acá en Esquina el festival de la sandía y el del pacú.
¿Tenés alguna influencia de Uruguay?
Sí, acá se escucha a Zitarrosa, a Jaime Ross. Acá entró también dentro del folklore mucho de la payada, y concretamente payadores uruguayos que entran a través de las jineteadas. Y entonces ahí se juntan, se mezclan los estilos. Ojalá que algún día podamos llegar a Uruguay, sería un sueño hecho realidad. Llegamos a Brasil, participando en el festival de Mato Grosso do Sul, aunque de forma virtual por la pandemia. En Paraguay esta música también se está escuchando, en Chile, Bolivia y Perú. Estoy seguro que Uruguay no será la excepción y espero que pronto podamos estar.
Hay una anécdota que se hizo célebre en la que Diego Armando Maradona aparece escuchando una de tus canciones visiblemente emocionado, lo que quedó registrado en un video. ¿Cómo fue esa situación?
Eso era para el Mundial del 2018, creo que él estaba yendo a un programa de televisión. Uno de los muchachos que es de Esquina, que lo conoce a Diego desde la juventud, le mandó a la hermana ese tema, en ocasión del día del padre y la hermana se lo reenvía a Diego.
Es una canción que yo se la hice a papá allá por el 2003. Me había enterado que él estaba con una enfermedad y se la dediqué a él porque sabía que de a poquito se iba apagando su luz. Allí cuento las distintas etapas de la relación de un padre y un hijo. Cuando uno mismo se hace padre, tiene sus propios hijos y ahí se da cuenta y dice: “Che, tenía razón el viejo… no estaba equivocado, mirá lo que me está pasando con mis hijos es casi reflejo de lo que le pasaba con él”. Ahí vos te das cuenta que tu papá no es un superhéroe, que es un ser humano de carne y hueso.
Maradona está muy asociado a Villa Fiorito pero mucha gente no conoce que quizás era culturalmente mucho más correntino, porque sus padres eran oriundos de esa provincia.
Yo hace poquito terminé un tema que le hice post mortem a Diego. Lo cantamos ahora a propósito que vino su hermana de visita a nuestra localidad. Justamente el tema dice en la parte “se fue el Pelusa, el de sangre correntina, que a la Argentina su corazón le brindó”.
Él tenía sangre correntina, por eso yo supongo que tenía esa fortaleza muchas veces de levantarse de la adversidad y salir adelante. Eso caracteriza a los correntinos. Cuando él venía aquí también se sentía en un oasis porque era un ciudadano más. Salía a pescar, salía a comer, nadie lo molestaba, se encontraba con sus amigos. “Este es mi lugar en el mundo”, decía él.
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