En el debate auspiciado por Un Solo Uruguay (USU), realizado el pasado sábado, cuyo resumen publicamos hoy en página 21, se analizaron con serena madurez los pro y los contra de una actividad que genera preocupación en la mayoría de los uruguayos. Más allá que se trasmitió en vivo por nuestro espacio y demás redes sociales, sigue despertando mucho interés. El ruido que provocó continúa y actúa como un potente reflector interrumpiendo la oscuridad con que se pretendía acorralar al proyecto presentado por Cabildo Abierto, a través del diputado por Tacuarembó Rafael Menéndez, y que hoy cuenta con media sanción.
Fue una feliz iniciativa de Un Solo Uruguay para evocar la fecha en que, en clave de autoconvocados, un día de enero de 2018 vio la luz pública un Movimiento que vino para quedarse. Que no pretende competir con las organizaciones rurales establecidas de antaño, ni con las estructuras partidarias de los partidos políticos, sino actuar como despertador de la conciencia nacional, un tábano en la nuca de los conductores de turno del país, para recordarles que el interior también existe. ¡Que vive y lucha!
En este evento virtual, como corresponde con la situación que atraviesa el país, no se movieron caravanas interminables de vehículos, ni flamearon al aire los pabellones patrios, ni se leyeron inflamadas proclamas, como en la soleada y colorida jornada inaugural.
El zoom sirvió de sostén para que la numerosa audiencia tuviera acceso a una serena y reflexiva meditación sobre el bien común, que se traduce en enriquecimiento de las libertades públicas. Las mismas por las que luchó José Artigas, las mismas que sus detractores creyeron sepultar con su destierro, pero que después renacieron con mayor vigor.
Fatiga escuchar a tanto engolado aspirante a titularse de omnisapiente en economía, repetir tantas falacias. Proponer, con una soltura de cuerpo que abruma, rápidas y fáciles soluciones para arreglar el país.
Como ignorando la imprevista circunstancia que está enfrentando el nuevo gobierno, en este ya casi año que lleva desde su inicio. Propuestas que no se compadecen con la grave situación real que se está viviendo. Y repiten en monocorde letanía, versículos “infalibles”, que actuarían de abra-cadabra, como solución a todos los problemas.
Por un lado, desde la oposición, en lugar de lanzar la consigna que corresponde de salvaguardar las fuentes de trabajo y tratar de aumentarlas, se propone una renta universal de corte sovietista, con reminiscencias a aquél emblemático portal del aeropuerto de La Habana: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” que tanto encendió el sano idealismo de la juventud de los sesenta.
Por el otro lado, obnubilados por escuelas hoy perimidas en las economías centrales, insisten en avocarse a un súbito equilibrio de las cuentas públicas, en clave de aquí y ahora.
Todo suena como –sin intención de espantar a nadie con el símil- si, en el trágico hundimiento del Titanic, se reprimiera a alguno de los violinistas que desafinaba la partitura en la melodía que actuaba como siniestra anestesia de errores humanos, como la insuficiencia de botes salvavidas o el mal manejo de la evacuación de un buque que lentamente se estaba yendo a pique al fondo del mar, cuando hubiera habido tiempo suficiente de salvar a todos.
Estamos de acuerdo que no es el momento de seguir agitando como excusa la culpabilidad del legado que significó los 15 años de un enfoque económico errado. Qué se desaprovechó el viento de cola. Qué se ignoró al inversor nacional.
Pero tampoco hay necesidad de abrazarse a compromisos leoninos firmados y sobre todo los ocultos y no firmados.
Apoyamos a Rafael Menéndez cuando señala que la aplicación de la ley forestal tuvo “impactos sociales negativos…” “Del 2008 al 2020, dice el diputado, hubo 50.000 personas vinculadas al medio rural que se han ido, de las que 10.000 eran patrones y 40.000 trabajadores rurales”. Eso sucedió “donde se instalaron grandes macizos forestales y en Uruguay el 30% corresponden a macizos de más de 2.000 Has., y hay un 33% que son de entre 5.000 y 10.000 Has. Evidentemente la forestación ha contribuido a la despoblación del campo…”
Por su parte Guillermo Franchi dijo que “el cambio más grande que tendría que tener la actividad forestal es competir en igualdad de condiciones”, cosa que “no hizo en la fase primaria de promoción” y aún “hay parte de la forestación que sigue recibiendo beneficios fiscales…”
Pero la acusación más grave del dirigente de USU es: “La forestación y la política forestal están monopolizadas por dos empresas”, entre la cuales “tienen el 70% del total del área forestada del Uruguay y corren a plata cualquier otra posibilidad productiva…”
Ser receloso de los oligopolios económicos, no es de izquierda ni derecha, es simplemente considerarse hijo de esta tierra y consecuente con la mejor tradición que es no tolerar la alienación de la independencia de nuestra gente, que siempre rindió culto a la libertad.
Cualquier poder hegemónico es reacio a dar la cara. Le resulta más cómodo moverse con socios de bajo perfil o con personeros encubiertos. Estos últimos reciben distintos tipos de generosas gratificaciones y, cuando más diversificados revisten en el abanico de las ideas políticas mejor. Son más útiles a la “causa” por la que fueron captados.
El filósofo alemán Karl Marx después de armar un sofisticado entramado de ideas, se las ingenió para invalidar las críticas de sus disidentes u opositores con aquello de “Tu no hablas, habla tu clase”.
Por qué no pensar que esa ambigüedad dialéctica es también aplicable a los detractores de todo aquel que ose oponerse a los planes de ir creando una república celulósica.
Sus ataques -que la mayoría de las veces proviene de figuras de alto perfil intelectual- son tan infundados y tan infantilmente arbitrarios, que todo hace suponer la existencia de mandantes entre las bambalinas del poder de ciertos medios.
Por otra parte, las dos empresas de pasta de celulosa, se afirmó, “no generaron el retorno económico en la fase industrial donde Uruguay debería haber recibido su máximo beneficio”, y a eso se añade que “no tributan sobre la exportación”.
La dificultad no son las empresas en sí, sino “las políticas que se les fueron otorgando”.
Al mismo tiempo, “si bien se han eliminado los subsidios, hay empresas a las que tenemos que comprarle la energía, las que tenemos que ponerle US$ 4.000 millones para la construcción del tren”, sin contar que “van a surgir problemas medioambientales mayores”, los que “tendremos que solucionar nosotros”.
De todo este debate, lo más destacable es el tono componedor con que se manejó un tema tan irritativo al punto que en su mensaje final el Senador Sebastián Da Silva concluye en tono conciliatorio: “Y yo creo que lo bueno de este debate es que hay un consenso en que los suelos de prioridad forestal, por lo menos nosotros tres, entendemos que son los únicos que se tienen que forestar”.
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