Durante la última campaña electoral, los asesores económicos de los candidatos debatieron intensamente sobre las razones del crecimiento de la economía uruguaya durante los primeros dos gobiernos del Frente Amplio. Mientras que el gobierno anterior se atribuía el mérito de la tasa de crecimiento en su propia gestión, la oposición la asignaba a factores externos. Un estudio del FMI publicado este mes parecería darle a razón a los argumentos de la oposición, hoy en el gobierno, presentando evidencia de que gran parte del crecimiento extraordinario del período se puede explicar por las benévolas condiciones externas que beneficiaron a nuestro país.
Titulado “Diseccionando el crecimiento económico en Uruguay”, el estudio de la economista Natasha Che se enfoca en el período 2004 -2014, en el cual nuestro país experimentó “uno de los más grandes booms en su historia”, exhibiendo un crecimiento anual del PBI per cápita de 4,9%, muy superior al 1% o menos de los 50 años anteriores al boom. Ya para 2015 –comienzos del segundo período de Vázquez- ese crecimiento se había desacelerado significativamente, promediando 1,6% anual durante el período 2015-2018.
Según Che, el principal factor fue el “efecto rebote” de la crisis del 2002-2003, notando que durante el período entre 1998 y 2003 (segunda mitad del gobierno de Sanguinetti y primera mitad del de Batlle) el PBI se contrajo en promedio 1,7%, el peor desempeño en América Latina, exceptuando Argentina y Venezuela. Estudios anteriores evidencian que el crecimiento de la economía uruguaya tiene una tendencia a revertir a su media histórica. Esto significa que períodos de crecimiento por encima de la media son seguidos por períodos de crecimiento por debajo de la media y viceversa. Visto de esta manera, la salida de la severa recesión que afectó al Uruguay hasta 2004 explicaría en parte el fuerte crecimiento en los primeros años del boom.
Un segundo factor se encuentra en el extraordinario aumento en el precio de los commodities. Esto produjo un importante efecto ingreso. Al obtener un mayor precio por la venta de nuestros productos, los mayores ingresos por exportaciones se desparraman en la economía, induciendo un boom en el consumo, la construcción y un aumento de salarios. El aumento en el precio de los commodities también atrae inversión extranjera al sector agroindustrial y sus derivados, lo que permite financiar con holgura el desequilibrio comercial que comienza a acumularse. Esta es la etapa del ciclo en la que todos tienden a ganar, por lo que existen pocos conflictos.
El efecto anterior se potenció por la situación en la Argentina, que también se beneficiaba del auge de los commodities. Sin embargo, medidas como las retenciones a las exportaciones y un ambiente poco propicio para las inversiones estimuló el flujo de capitales hacia Uruguay, magnificando el impacto positivo del aumento en el precio de los commodities.
Durante el período –y también como consecuencia de lo anterior–, Uruguay experimentó una fuerte apreciación del tipo de cambio real, fenómeno que se dio también en el resto de la región. El efecto ingreso provocado por la apreciación del tipo de cambio dio más impulso aún a la demanda doméstica.
El estudio también asigna importancia a los cambios estructurales en la industria que favorecieron la mayor tasa de crecimiento. Destaca en particular el crecimiento de la industria del software, convirtiendo en particular a Montevideo en un hub regional de exportación de esta industria no tradicional. También reconoce el efecto de la puesta en marcha de la primera planta de UPM.
Finalmente, el trabajo identifica aquellos factores estructurales que deben atenderse para alcanzar un crecimiento sostenible, no uno que revierta a la mediocre media histórica. El primero de ellos es la tasa de inversión, indicador en el cual Uruguay se encuentra retrasado respecto a países similares. El pico de 25% sobre el PBI se alcanzó en 2012, pero ya para 2017 había caído a 16%, cifra cercana a la media histórica. El segundo es el mercado laboral, que es menos flexible que el de nuestros competidores en los mercados de exportación. El tercer factor es el capital humano y la educación. Desde el punto de vista del alcance del sistema educativo, el mismo es similar al de otros países comparables. Sin embargo, en términos cualitativos nos encontramos retrasados. En cuarto lugar se encuentra la productividad, en la cual también estamos rezagados respecto al grupo de comparación. En quinto lugar se encuentra la calidad institucional, en la cual Uruguay siempre se destacó históricamente, pero el informe alerta sobre problemas en la aplicación de la ley y el aumento en la criminalidad. Finalmente, identifica una degradación en la infraestructura de transporte, que incide negativamente en los costos de exportación y las posibilidades de reducir las desigualdades territoriales existentes.
Según el FMI, el stock actual de infraestructura es todavía bueno, dadas las grandes inversiones que se hicieron a fines de la década de los ´70. Pero a partir de mediados de los ´80, las inversiones cayeron significativamente, alcanzando un magro 2% del PBI en los últimos años. La conclusión es que los años de boom de precios entre 2004 y 2014 no solo no fueron aprovechados para aumentar el stock de infraestructura, sino que se dejó deteriorar la misma con inversiones mínimas históricas.
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