La Comunidad Organizada. Juan Domingo Perón. Artes Gráficas PATRIA, 1970, 128 págs.
En la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina) se celebró el Primer Congreso Nacional de Filosofía en 1949. Dicha instancia académica, que concitó la presencia de más de cien representantes de Iberoamérica y Europa culminó en una ceremonia en la cual el Gral. Juan Domingo Perón pronunció un discurso que devino en pieza doctrinaria e histórica. Tiempo más adelante, con algunos complementos, fue editado bajo el nombre de La Comunidad Organizada.
Obviamente, dicho evento fue objeto de enormes polémicas, digamos que el adjetivo más suave fue de “filosofía administrada” desde el poder político. Asimismo, desde tiendas justicialistas se lo ve como una fecha clave en la enunciación clara y concisa, ya no de un modelo de sociedad, sino una indagación profunda de las alternativas que se abrían al individuo en un mundo marcado por tensiones dramáticas.
Las disyuntivas eran abrazar el modelo definido por la mano invisible del mercado en sus diversas presentaciones o caer en las garras de totalitarismos, tanto el soviético como el horror nazi con sus políticas de exterminio raciales.
O construir un camino propio, definido por la solidaridad y por un enfoque ético del desarrollo de la persona humana que haga honor a su alma. Un concepto bastante alejado de los discursos políticos tradicionales de aquellos tiempos y también de los actuales.
Pero un enfoque tercerista que apelara a superar el egoísmo prohijado por los alumnos de Adam Smith (que se saltearon las páginas del filósofo escocés que apelan a lo moral) y rehuyera de un Estado totalitario afectaba demasiados intereses a la vez. Dos siglos y medio más tarde de la Riqueza de las Naciones hay una enorme producción material, pero siguiendo a la propia ONU nos advierte que siguen siendo objetivos muy remotos poner fin a la pobreza, eliminar el hambre, asegurar el acceso a la salud, a la educación, a la energía, al trabajo, a la vivienda digna, a una reducción clara de las desigualdades no solo económicas…
Casi medio siglo más tarde, en 1994, logró el Premio Nobel de Economía el matemático John Nash que, basado en la teoría de juegos, dejó en claro que “la maximización del interés de la comunidad y de sus individuos se logra a partir de la colaboración y no por la competencia”.
En La Comunidad Organizada los capítulos se van engarzando para generar un friso que apunta platear una interrogante clave: ¿Cuánto de perfección y de satisfacción hacen a la felicidad humana? Pues Perón asume que la felicidad es el propósito real de la acción política.
Un modo de plantear la historia del pensamiento occidental es mostrar la deriva del ideal de la perfección (de la virtud greco latina) a la satisfacción como clave de la existencia.
Recuperando ambos términos, Perón evalúa que el malestar contemporáneo se debe tanto a la pérdida de ideales como a la desigual distribución de beneficios materiales en la sociedad. Frente al horror de Hiroshima, Auschwitz y del Gulag ahora se eleva el hiperconsumismo de la sociedad postmoderna, con su carga de nihilismo y su contrapartida de millones de excluidos de un modelo que se sabe agotado.
Pero también hay otros caminos, el soñado en América Latina nos habla de: “la humanidad necesita fe en sus destinos y acción, y posee la clarividencia suficiente para entrever que el tránsito del yo al nosotros no se opera meteóricamente como un exterminio de las individualidades, sino como una reafirmación de estas en su función colectiva”.
“Nuestra comunidad solo puede realizarse en la medida en que se realice cada uno de los ciudadanos que la integran. Pero significa, para nosotros, y la condición elemental de la integración del ciudadano en la comunidad es que la sienta como propia, que viva en la convicción libre de que no hay diferencia entre sus principios individuales y los que alienta la patria”.
O para decirlo en otras palabras: “el justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humana”.
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