Desde hace más de veinte años, la fundación La Muralla trabaja en conjunto con diversas instituciones para proponer un modelo educativo a niños y jóvenes que enseñe valores a través de la escalada.
“Soy el director de la fundación, pero presentame como Pablo nomás, no como el pobrecito que vivió en la calle”, así pidió ser presentado Pablo Turielle, fundador y director de La Muralla, en conversación con La Mañana.
Como él mismo lo admite, Pablo se va por las ramas contando sobre su historia de vida, que devino en un apasionado proyecto social y educativo y usa a la escalada deportiva como excusa para “hacer converger” a distintos sectores de la sociedad, especialmente a los niños en situaciones vulnerables.
“Yo estuve en INAU desde los tres a los siete años, vivía en situación de calle antes y después del INAU, y siempre le estuve muy agradecido a la institución. En un principio, como todo niño, entendía que el INAU era el que me mantenía lejos de mi madre, que eran los malos. Pero después aprendí a ver que si no fuera por ellos yo estaría en la calle. Aprendí a tenerle cariño y apreciarlo, y ver que estaba bárbaro en comparación con lo que es la calle”, recordó.
La escalada como excusa para transmitir valores
Poco después de iniciarse en la escalada deportiva, Pablo comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de utilizarlo para trabajar con niños que pasaran por una situación similar a la de su infancia, “dentro del proceso de estos niños, uno de los efectos colaterales, por decirlo de alguna forma, es la baja autoestima, que genera secuelas importantes, por eso hoy en día el INAU intenta que los niños estén en un ámbito más amigable y familiar”.
“Cuando empecé en el tema de la escalada me di cuenta de que dependía de mí, de mi esfuerzo, no del otro ni del mundo exterior. Empecé a darme cuenta que no es como me contaban en la calle -que aunque me esforzara no llegaría a ningún lado- y eso me pareció una herramienta fundamental para trasmitirla a los chiquilines”, aseguró.
Ese sentir motivó a Pablo a comenzar con la idea de La Muralla. “Si vos escalas conmigo yo tengo tu vida en mis manos, directamente, si yo no me hago responsable de tu seguridad y no te cuido, te podes caer y lastimar muy grave, ese sentimiento de decir ‘yo te cuido’, el confiarle tu seguridad a la otra persona es muy relevante, más allá de la parte deportiva que tiene muchos beneficios para la salud de los chicos”, contó.
Pablo destacó la importancia del proceso, ya que “el hecho de cómo hoy soy mejor que ayer, y mañana mejor que hoy, y cómo vas mejorando a medida que se practica. Los caminos tienen grados de dificultad y te enseñan sobre compromiso, que con esfuerzo se tiene una altísima probabilidad de llegar. Entonces la idea es trasladar eso como herramientas para la vida”.
En 1998, La Muralla nació como el primer centro de escalada deportiva del Uruguay de la mano de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), a raíz del interés de Turielle por el trabajo social, y que la ACJ se ajustaba a ese perfil. Hace cinco años se mudaron a su ubicación actual, en la ex Central Termoeléctrica Calcagno, ubicada en la Aguada.
“Estamos reciclándola nosotros junto a los voluntarios que se suman. Porque la escalada, si bien es el llamativo de nuestros programas sociales, la obra tiene varios programas, asistencia escolar, inclusión laboral, programas de voluntariado para ayudar a otros niños”, dijo Pablo.
“Con los chicos de INAU, primero tenemos que llamarlos con algo atractivo para que quieran estar acá, y la escalada tiene esa capacidad, después, a través de un proceso educativo, de autoridad y cariño, el chiquilín empieza a modificar actos de conducta, la idea es que tengan buenos criterios de actuación, y empezar a converger socialmente como lo hacemos la mayoría de los uruguayos”, señaló.
Pablo Turielle: “buscamos que los gurises abran la cabeza al mundo”
El primer programa asociado fue con la Asociación Down del Uruguay, a través del programa Mi Espacio, “donde los chicos tienen actividades físicas orientadas a la autonomía, a enseñarles a escribir, a movilizarse, a ser autónomos en la ciudad”, aseguró Turielle, aunque a causa de la pandemia, en 2020, no pudieron llevarlo adelante como lo hicieron durante casi veinte años. Ese fue el primer programa, y aunque trabajaron desde siempre con INAU, desde el 2007 lo hicieron por medio de convenios.
“Si los chicos llegan a ser escaladores o no, no nos interesa, lo que nos interesa es sacar lo atractivo que tiene el deporte, y que se queden con nosotros. En Uruguay hay una pobreza invisible, todos sabemos que hay pobres, pero concretamente no se conoce. Mucha gente no sabe qué hace el INAU, se lo vincula con chicos que son delincuentes, y no es así, el INAU atiende cerca de 90 mil chiquilines, y los infractores que están en Inisa son 400, entonces la imagen que tiene el colectivo social es muy distorsionada”, explicó Pablo.
Turielle reflexionó sobre el principal enemigo contra el que trabajan incansablemente: “nosotros trabajamos con chiquilines que están en lo que llamamos borderline, competimos con el mundo de la droga, para que no les sea más atractivo el ir por ahí, que entiendan que el mundo que les mostramos nosotros es mejor”.
De esa manera, el objetivo de la fundación es tratar que los jóvenes arranquen por medio de la escalada, como excusa, y después continuar con una formación mucho más integral, “que va desde lavarse las manos, escribir, a cómo se comunican”.
“Este año salimos a repartir canastas por la pandemia, y fue impresionante, íbamos a las casas y vimos la situación que viven los gurises, hay algunos casos que son muy complicados, y eso nos ayudó a reestructurar nuestro nivel de exigencia que les pedimos, porque son chiquilines cuyos derechos básicos son vulnerados, que viven en el barro, que no tienen nada, entonces no podemos exigirles que se laven las manos todo el tiempo, queremos hacer frente a un tsunami con un botecito”.
“La felicidad para mucha gente radica simplemente en comer, tener una ropa, nosotros decimos que la felicidad no tiene que ver con tener, sino con el proceso, el viaje, pero eso es desde una perspectiva de los que lo tenemos todo cubierto. Pero para el niño que no tiene qué comer, y yo me acuerdo de haberlo vivido, el momento de felicidad era cuando comía, placeres que tienen que ver con las necesidades básicas”, comentó.
Por eso, aseguran que en La Muralla les dan de comer lo mejor y más variado, “les damos para probar de todo, para abrirles la cabeza al mundo, porque nuestros niños tienen una creencia muy arraigada de asimilación de su realidad, y si la sociedad no hace algo para cambiarlo los gurises están sepultados, porque no creen que el estudio sea una vía de salida, porque la vida no se los ha demostrado, no lo ven con nadie de su entorno”.
La importancia de la convergencia social
En La Muralla trabajan con toda la población de INAU, que tiene servicios de tiempo completo y parcial, donde el niño participa a contrahorario de la escuela. Nosotros atendemos a cualquier servicio que nos lo solicite, tenemos programas para discapacitados, para niños, adolescentes, y combinamos todo”.
“Queremos que converjan socialmente, y eso implica un proceso por el cual el ser humano adquiere hábitos de conducta y con criterios de actuación en la vida que son similares y comunes en la sociedad e, idealmente, el objetivo es que sean beneficiosos para todos, hasta los escaladores profesionales que vienen al centro están metidos en los programas, la idea es que coincidamos todos; esto es muy importante para pensar parecido, para tener un proyecto de vida parecido”, aseguró Turielle.
“Hay que atar el esfuerzo al éxito, y eso quiero pasarles a los gurises como ejemplo. La idea es transformarles la vida, pero tenemos un trabajo pesado, porque peleamos contra un mundo difícil. Yo estoy medio peleado con esa idea de sociedad donde, inexplicablemente, yo le doy todo y mucho más de lo que mi hijo necesita, y no soy capaz de mirar al costado al niño que pasa hambre, es un problema que tenemos”, aseguró con preocupación.
“Estamos hipotecando el futuro del Uruguay si no atendemos a nuestros gurises. Y, por supuesto, que el Estado tiene que hacer mucho más, pero no va a lograr mágicamente aplacar lo que la sociedad no hace, brindando las oportunidades de incluir a todos los chiquilines”.
“Para mí, uno de los momentos más felices es cuando me siento a comer con todos ellos, entender que están cuidados con lo mejor, que están tranquilos y a salvo. Sé que es un granito de arena en el desierto, pero la idea es tratar de ir paso a paso, mechando lo atractivo de nuestro proyecto, la autoridad y el afecto”, concluyó.
Centro de escalada deportiva
La fundación La Muralla tiene un convenio con INAU para atender a 50 adolescentes, pero trabajan con cerca de 600 chicos mensualmente y, por eso, están en tratativas para aumentar la capacidad de ese convenio. En el centro trabajan 36 personas, y está ubicado en la calle Jujuy 2559, esquina Entre Ríos. Contacto 2708 0342, 099 233 989 o por e-mail: [email protected]
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