El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, rindió cuentas este martes frente a la Asamblea General, en lo que ya anunció será una costumbre en cada apertura de periodo ordinario de sesiones parlamentarias.
Una “profunda vocación de transparencia e información a los poderes y a los uruguayos”, según palabras del presidente, animaron esta acción que acompañó de un documento de resumen de los principales avances y logros del gobierno durante el primer año de gestión. Como bien se advierte en el prólogo, la Constitución establece el deber de informar que tiene el Poder Ejecutivo a los miembros del Parlamento sobre el estado de la República y sobre las mejoras y reformas que considere oportunas.
Desde el comienzo de su alocución Lacalle Pou fue contundente cuando aseguró que “no es momento de hablar de herencias” y “ya no hay más tiempo para excusas, aunque puedan ser válidas”. El presidente evita confrontar personalmente con la oposición, aunque los parlamentarios habían recibido la memoria anual de lo actuado en cada uno de los incisos de la administración pública, donde se habla de desorden administrativo, gastos sin control y deudas heredadas del gobierno anterior.
A grandes rasgos hubo dos importantes mensajes del presidente Lacalle Pou en la Asamblea. La reivindicación de la opción por la libertad responsable que orientó la lucha contra la pandemia y que implica un marco de referencia para todas las decisiones del gobierno. Y el anuncio de medidas adicionales para dar oxígeno a las micro, pequeñas y medianas empresas, que atraviesan una de las peores crisis de los últimos tiempos. En otros temas, realizó un exhaustivo repaso de los logros de esta administración y un planteo de desafíos que hay por delante.
En los últimos días se han publicado muchos análisis sobre el primer año de gobierno y en la prensa escrita, radial y televisiva se han difundido columnas, rankings y estadísticas que resaltan lo mejor y lo peor del mismo. Aprovechando la ocasión, desde este espacio procuremos hacer un balance de la conducción y la gestión en términos generales.
El liderazgo y la comunicación en la conducción
La conducción del gobierno recae sobre el presidente, en su función ejecutiva junto a los ministros de estado. En esta dimensión ha mostrado capacidad de liderazgo y de comunicación. A su estilo sereno y criterioso –como bien observó su padre-, lo acompañó de un hábil pragmatismo. Fue muy gráfico la referencia al movimiento de perillas, que aplicó en varias decisiones y no solamente vinculadas a la pandemia. Su liderazgo se cimienta en “hacerse cargo” de los asuntos y estar en la primera línea cuando es necesario, algo en lo que insistió ya desde la campaña electoral.
En cuanto a la comunicación, Lacalle Pou aparece siempre con un tono conciliador, prácticamente nunca se lo ve enojado y tiene un respetuoso trato con la oposición política y con la prensa, aun cuando pueden serle muy hostiles, con duras expresiones de algunos sindicalistas, legisladores y de periodistas empezando por el mismísimo canal de la Intendencia de Montevideo. Mantiene también la tradicional sencillez republicana de los mandatarios uruguayos, a pesar de que existe un forzado propósito de sus detractores de mostrarlo como una persona frívola y superficial.
La principal fisura en su liderazgo seguramente fue la renuncia temprana de su canciller, anunciada en medio de una cumbre del Mercosur en la que, ni más ni menos, Uruguay asumía la presidencia del bloque. En lo demás, todos sus ministros le han respondido correctamente tanto de su partido como de los socios de la coalición. A nivel de la comunicación presidencial puede mencionarse un ligero traspié con la sobreexposición del presidente en los medios argentinos en un contexto inoportuno.
Las encuestas le dan al presidente una aprobación superior al 60% de los uruguayos. Como se ha destacado por distintos analistas, uno de sus principales méritos fue el de apostar decididamente por la libertad responsable en un momento de muchas incertidumbres, de presiones muy grandes para establecer un confinamiento obligatorio. Y podemos agregar otro más que es la discreción que caracterizó la llegada de las vacunas, sin puestas en escena ni mayores estridencias.
Gobierno y coalición
Hay una precisión que conviene realizar. Lacalle Pou es el conductor del gobierno de coalición, pero no es el conductor de los socios de la coalición republicana. La razón es sencilla y es que no existe un órgano de dirección de la coalición, ni hay tribunal de disciplina, ni siquiera una visión de destino común, al menos por ahora. Es muy distinto a lo que ocurre por ejemplo en el Frente Amplio.
Lo que existe, y es muy importante, es un compromiso para la gestión, una base que fue suscrita por los partidos en noviembre de 2019 durante la campaña del balotaje y que respondió fundamentalmente a la necesidad de un cambio de rumbo. Por encima de las coincidencias entre los socios, lo que primó fue desalojar al progresismo del poder. Ese es y seguramente seguirá siendo un estímulo principal. Es algo que muchos analistas de oposición pierden de vista cuando se apuran a vaticinar el quiebre de la coalición, una y otra vez, más como una expresión de deseo que como verdadero análisis.
Los partidos que integran la coalición son co-responsables, en la medida de sus posibilidades, de lograr las aspiraciones de ese compromiso. Pero al mismo tiempo, son responsables individualmente de llevar adelante las propuestas por las cuales fueron votados para ocupar lugares en el Parlamento. El compromiso para el balotaje no anula el mandato que dieron los ciudadanos en octubre, cuando no conocían ningún tipo de acuerdo futuro. En definitiva, cada partido tiene que hacer un balance de su gestión, para con sus votantes, de acuerdo a sus programas y promesas de campaña.
El faro de la coalición
El Compromiso por el País no es un manual de instrucciones. Tampoco será más o menos exitoso si se cumple en un 30% o en un 90%, porque hay acciones que son incomparablemente más relevantes que otras y con potenciales efectos sumamente diferentes. No es un tema numérico, sino más bien cualitativo en la medida que se logren resultados y soluciones concretas, o bien se inicien procesos virtuosos de mediano y largo plazo.
No tendría sentido jactarse al fin del periodo de haber cumplido el Compromiso si los resultados son desastrosos. O guiarse solamente por los índices de aprobación o popularidad por no hincar el diente en reformas necesarias para un cambio que la gente votó. En política lo que debe mandar es la realidad. Y el gran dato de la realidad en el primer año del gobierno es que producto de la pandemia nuestro país y el resto del mundo atravesaron una situación totalmente excepcional, que todavía persiste y se desconoce su final. Esto obliga, no a rehacer, pero al menos a ponderar de otra forma el Compromiso y los programas de cada partido. A nadie se le podía ocurrir en noviembre de 2019 que el principal reto del primer año de gobierno sería la situación sanitaria. Y hoy nadie duda que el mayor éxito ha sido la gestión de la pandemia, con la coordinación de múltiples esfuerzos públicos y privados.
Según el texto del Compromiso, la primera de las “grandes líneas estratégicas” sobre las que se acordó es el de un gobierno “con las cuentas en orden”. Esto tiene total sentido partiendo de la situación macroeconómica que dejaron los gobiernos anteriores, con altos niveles de déficit, endeudamiento e indicios de malos manejos de los recursos. En esa línea se avanzó durante 2020 con la aprobación de un presupuesto austero y logrando un ahorro efectivo en distintas reparticiones del estado. Por otro lado, si bien se realizaron algunas auditorías, la sensación que ha quedado en mucha gente es de insatisfacción y quizás la mayor decepción fue la no denuncia del contrato ROU-UPM2 cuando era posible.
Otra de las grandes líneas estratégicas es el capítulo del “Impulso al crecimiento: desarrollo productivo y mejora de la competitividad”, en el que se mencionan dos puntos que a la luz de la realidad excepcional que se vive en este momento pasan a ser fundamentales: “reactivar sectores del agro con altos niveles de productividad y calidad, que hoy se encuentran en problemas (como la lechería, el arroz, la granja, la vitivinicultura y la apicultura)” e “impulsar medidas de apoyo a las micro y pequeñas empresas, incluyendo un régimen tributario especial”.
A la luz de la preocupación que han mostrado los socios de la coalición, empezando por Cabildo Abierto y luego también del Partido Colorado y el Partido Independiente, parece claro lo prioritario de esos ítems. El presidente Lacalle Pou anunció este martes algunas medidas adicionales de apoyo a las pymes, pero hay motivos para pensar que no quedarán limitadas a ellas.
El impulso de la ley de urgente consideración ha sido fundamental para iniciar varios procesos establecidos en el Compromiso, sobre todo en lo que se refiere a la seguridad y a la educación. Hay un cambio de dirección en estas áreas que seguramente no darán resultados inmediatos, pero ya se percibe, y en eso la LUC ha sido importante, un respaldo a la policía que va más allá de lo estrictamente material y una concepción diferente de la gobernanza en la enseñanza pública apuntando a una verdadera transformación.
En cuanto al capítulo de la “Protección de los más débiles”, se ha orientado en el Compromiso fundamentalmente a las órbitas del MIDES y del MVOT. Aquí el gobierno ha mostrado sensibilidad social manteniendo los programas y planes preexistentes, y haciendo un mayor énfasis en el interior del país y en las personas, por encima de los compromisos políticos con ONGs y colectivos. Habrá que ver cómo responde el gobierno ante las propuestas de Cabildo Abierto referidas a terminar con la usura y a ofrecer una mayor atención a los adictos a las drogas.
En el primer año de gobierno se han sentado las bases de lo que puede ser una muy buena administración porque se ha afirmado en principios cardinales como la libertad y la dignidad. Por delante está el gran desafío de recuperar en la sociedad la cultura del trabajo. A ello deberá enfocar todas sus energías.
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