La ingeniera agrónoma Luz Graciela Pereira es productora arrocera en la zona de Isidoro Noblía, al norte de Cerro Largo. En momentos donde la cosecha del arroz se encuentra comenzando y con buenas perspectivas, La Mañana recuerda su diálogo con la empresaria en el marco del Día de la Mujer.
“Trabajar en una chacra de arroz puede no ser tan complicado como otras áreas de producción”, comenzó diciendo la Ingeniera Agrónoma. “Mi función acá es la administración, pero en épocas bravas una hace lo que haya que hacer, y en lo que puedo ayudar ayudo. Acá no hay diferencia entre ser hombre o mujer, las cosas se hacen, aunque lleven todo el día, desde temprano a la mañana hasta tarde en la noche”, aseguró.
Pereira trabaja en el establecimiento Villaseca, en un predio arrendado próximo a Isidoro Noblía destinado al cultivo del arroz. “En este establecimiento soy la única mujer que trabaja, pero en otras zonas y chacras hay más, las he visto en las asambleas que están activamente”, comentó.
“Un tambo o una huerta implican tener que estar física y mentalmente, pero el arroz te exige más la parte gerencial, y cuando hablamos de gerenciar me refiero a manejar las cosas de tal forma que se pueda sobrevivir cuando llegan los momentos de crisis en los que no se puede mejorar”.
Graciela explicó que su tarea de gerenciar la empresa “no implica un esfuerzo físico, pero las decisiones que se tomen tienen implicancias y consecuencias a mediano y largo plazo”.
Un trabajo gratificante que implica sacrificio
“Yo trabajé toda la vida con el arroz, desde que era niña me recuerdo”, dice Graciela. Dos de sus tres hijos son mujeres, pero al parecer ninguna de las dos seguirá los pasos de su madre.
Sobre su hija mayor dice que “se acobardó”. “Cuando era chica andaba todo el día en la chacra, ahora me dice que no le disgusta pero que ve que todo el tiempo estamos padeciendo, con un año que salen las cosas y después varios años solo respirando y sobreviviendo. Lo que pasa es que a veces los números te dan un año, pero pasan cuatro o cinco que no, y hay que recortar, y ellos terminan viviendo demasiado esas preocupaciones”, explicó.
A eso se agrega que “ven que hay más facilidad en la ciudad, entonces es difícil que la gurisada vea interesante venirse al campo. Hay una gran brecha entre la ciudad y el campo”, subrayó.
“Una situación que más o menos he escuchado es general, y así se va perdiendo el relevo generacional como las capacitaciones en las labores específicas de una chacra de arroz, escasea la gente para hacer algunas actividades como la nivelación, por ejemplo. No hay interés y eso se nota y hace que nuestro trabajo cueste más aún”, concluyó.
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