Un grupo de artesanas que trabajan la lana tienen desde hace casi diez años su propia empresa en la localidad de La Palma, a escasos kilómetros del Valle del Lunarejo, en el departamento de Rivera. La Mañana conversó con dos de sus integrantes sobre su experiencia.
Flordelana nació a raíz de un proyecto de la Intendencia de Rivera en 2012. Los cursos los dictaron en la Escuela N°22 de La Palma. “A la mitad del proyecto debíamos tener el nombre y el logo, y entre todas elegimos Flordelana”, comenzó contando Raquel Fernández Machado, una de las fundadoras. Al finalizar el proyecto, que duró un año, “quedamos registradas como empresa monotributista, para que pudiéramos comercializar nuestros productos”.
“Cuando empezamos éramos cerca de treinta mujeres, a través de un convenio entre la Intendencia de Rivera y el Municipio de Santana do Livramento para mujeres rurales de la zona, donde nos ayudaban con la inversión inicial de maquinaria, además de los cursos. Teníamos profesores que nos prepararon para la gestión de la empresa, el diseño, corte y confección. Actualmente somos ocho mujeres que estamos acá luchando por nuestro emprendimiento”, comentó Raquel.
Un trabajo local y artesanal
Andrea Olivera Machado fue otra de las que estuvo desde los inicios de Flordelana, y contó el complejo proceso de preparación de la lana: “Tratamos de conseguir lana siempre con productores locales, inclusive algunos nos la regalan, porque hay vellones como por ejemplo el negro que tienen muy poco valor. Después lo cardamos manualmente, hilamos, y como la lana siempre está sucia, hacemos madejones grandes que van hacia el lavado. La lavamos, y ahí recién la llevamos al telar para hacer las prendas”.
“Ese proceso de preparación nos lleva mucho tiempo, tenemos que poner nuestra voluntad, nos quedamos horas y horas trabajando para lograr la cantidad de lana necesaria, tenemos un cardador eléctrico pero consideramos que queda mejor haciéndolo manual, nos acostumbramos a hacerlo así, lo mismo con el hilado a pedal. También hacemos teñidos con colores naturales, se puede teñir con plantas, hojas, ramas, raíces, frutos, todo de la zona”, agregó Raquel.
“Hacemos trabajos desde lo más chico a lo más grande, que son frazadas, pero tenemos también chalecos, ponchos, ruanas, entre otros”, comentó Raquel, y Andrea añadió: “Tenemos prendas para el día a día, y también tenemos elementos para el hogar, como mantas, alfombras, almohadones”.
Aggiornarse para abrirse al mercado
En un comienzo el principal medio de ventas eran las ferias, “porque a través de la Intendencia nos apoyaban con el transporte y lograbamos conseguir stands, fuimos a la Patria Gaucha, al Prado, y a la Feria de Santa María. Luego comenzó a mermar, y arrancamos a dedicarnos a la venta online, por Facebook e Instagram. También nos ayuda el hecho de tener el local muy próximo a la Posada Lunarejo y tenemos un flujo importante de turistas”, afirmó Andrea.
La pandemia, que podría haber significado un golpe a las ventas, terminó por abrirles nuevas oportunidades. “Nos sorprendimos porque creíamos que iba a ser complicado, pero continuaron buenas las ventas, por internet vendimos mucho más, y la gente que empezó a venir a hacer turismo interno en la zona nos llamaban y nos pedían que abriéramos para comprar”, contó Raquel.
“Decimos que estamos con el local abierto de lunes a lunes, porque si se comunican con nosotras no nos cuenta abrir el local, y al mostrar las prendas nosotras mostramos todo el proceso a la persona”, relató Andrea, y aseguró que “a veces la gente nos dice que le resultan caros los precios, y los invitamos a explorar todo el proceso, y descubren el valor de nuestro trabajo que es elaborado y artesanal. Cada prenda que hacemos es única y la hacemos con mucho amor”.
“Las mujeres del medio rural vecinas de La Palma, teníamos la materia prima y no la sabíamos trabajar, y ahora que lo aprendimos le damos valor a lo que tenemos. Es impresionante lo que llegamos a hacer, procesando la lana hasta llegar a una prenda única. Por más que yo haga diez chalecos, en este trabajo artesanal ninguno es igual a otro, todos son únicos”, concluyó Raquel.
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