Escribir esta despedida, es conjuntamente un acto de reconocimiento a su faceta de servidor público y de leal amigo, y por otro lado una catarsis necesaria ante su inesperada partida. Quienes lo conocíamos desde hace tanto tiempo, sabedores de su constancia con el ejercicio físico, al enterarnos de que contrajo el covid, nunca nos imaginamos que podía darse este desenlace.
Mi amistad con Andrés, surgió en la adolescencia en el Club Biguá con la práctica del waterpolo, ese deporte tan poco conocido como tan noble a la vez. En esa época tan fermental, donde todos en general somos brutalmente auténticos y espontáneos, (pues aún no han trabajado del todo las corazas morigeradoras de lo social, cultural, vecinal, etc, y tantos condicionamientos que hacen a la pacífica vida en sociedad). Con tantas vivencias compartidas con Andrés, forjamos una verdadera y perdurable amistad.
Aquellas vivencias, de intercambios deportivos a países de la región, extensas salidas nocturnas, de acompañar a nuestro querido Nacional a todas las canchas, en fin, conocer de gentes y de lugares, para saciar esa curiosidad innata de saber más, y salir de los microclimas donde nos tocó nacer. Una especie, de formación extra curricular.
Recuerdo charlas mantenidas cuando él comenzaba su militancia en el Partido Nacional, en su sector Herrerismo, y en su querida lista 71, y quien suscribe concomitantemente, hacía lo propio en el Partido Colorado-Foro Batllista. Aquellos primeros años noventa, eran épocas de cambios de paradigmas, donde el mundo asistía al derrumbe de la URSS, y su consiguiente sistema totalitario, inconciliable con la naturaleza humana. Cuyo ícono principal, fue la caída del muro de Berlín y a consecuencia de ese histórico episodio, realizó un mega recital la banda Pink Floyd, por la cual Andrés tenía particular predilección.
Ya transcurridas las elecciones de 1994, sobrevino un período difícil para su sector (definido por el propio ex presidente Lacalle Herrera de “embestida baguala”), y eso no lo movió ni un ápice de sus coordenadas partidarias, sino que, lo encontró aferrado a la bandera como el que más. Para describir un poco aquella situación, fue un muy fiel representante de la estoica consigna de Luis A. de Herrera, de que “en aguas bravías, hiende mejor la quilla de nuestro barco”.
Y Andrés, si bien usualmente se lo veía muy distendido, era de “quilla honda”,
era de meterse de lleno en sus cosas, sin medias tintas, de apostarlo todo y de hacerlo con entusiasmo, y con un optimismo desbordante que nos asombraba a quienes somos más escépticos.
No era muy predispuesto a teorizar, se sentía más cómodo en la praxis política, y en los lugares de ejecución, más que en los órganos deliberativos.
Llegó a ser diputado, y alcalde por dos veces en el CH de Montevideo, bajo la bendición de las urnas, un feudo electoral que nunca fue fácil a su partido
Muy enfocado en mejorar la realidad inmediata de los montevideanos, que en abstractas aspiraciones “a cambiar el mundo”, era reconocido por su apego a la más básica ética política, la de la lealtad, la gratitud, el obrar como una persona de bien con el prójimo más cercano, evitando caer en dobles discursos. También era consciente del desgaste inherente a la misma actividad, y recuerdo una charla hace no tantos meses sobre la “piel de rinoceronte”.
Era muy proclive a la búsqueda de puntos de equilibrio de los diferentes enfoques existentes. Quizás, debido a que siempre mantuvo heterogéneos grupos de amigos (de muy variados pelos políticos y credos religiosos), tenía intuitivamente una inclinación por tender puentes, algo tan necesario en esta coyuntura bipolar de nuestra sociedad (donde, no lo neguemos, hay una grietita a la uruguaya, de calladito…). Por esto mismo, puedo afirmar que era un político muy moderno. Algo muy compatible con el discurso del actual Presidente, en la Asamblea General el 2 de marzo: suave con las personas, pero firme en las convicciones.
Volviendo a su primera juventud, lo recuerdo tanto en su PN, como en su militancia por CGU de la facultad de Derecho, manejándose y hablando con naturalidad; no era de esos jóvenes (entrecomillas) con pose de diputado y aires de estar como ya predestinado a algo. Sus logros, fueron a base de mucha persistencia militante y un don particular para armar equipos (primordialmente con jóvenes), que no hubieran sido posible sin su carisma y credibilidad.
Llegó a esos sitiales, de ser diputado, y alcalde por dos veces en el CH de Montevideo, no producto de conspiraciones palaciegas, urdidas en acuerdos de cooperativas electorales donde prima la impersonalización del voto, sino que Andrés lo hizo bajo la bendición de las urnas, por expreso mandato popular (en el feudo electoral capitalino, que nunca fue fácil a su partido).
Hago llegar mis más cálidos saludos a su Analía, Felipe, Elena, Harry y todos sus afectos con quienes compartió su caminar. En estos momentos, donde aún todos estamos un poco en shock, se transformaran en el recuerdo para siempre de su sonrisa optimista.
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