En un escenario con brotes recurrentes, ya no se puede dar por sentado la noción de un mundo post-Covid en el que podamos ignorar el virus y volver a nuestra vida anterior. El riesgo percibido de infección seguirá existiendo, aún si uno ha sido vacunados o infectado en el pasado. El resultado es que la gente seguirá mostrándose reacia a concurrir a restaurantes, teatros, estadios y otros lugares públicos, aunque no se hayan decretado políticas formales de confinamiento. Estos sectores de la economía que implican un contacto intensivo sufrirán todo el año, estén o no sujetos a restricciones legales.
En Francia, por ejemplo, las empresas muy afectadas (es decir, aquellas cuyo volumen de negocio se redujo en al menos un 50% respecto al considerado normal) representaban el 7,5% del empleo privado a finales de 2020. En lo que es un panorama persistente de la pandemia, los planes de apoyo temporal pueden no ser una solución y muchas de estas empresas pueden acabar cerrando, con graves consecuencias para el empleo. De ser así, habrá que proceder a una importante reasignación de la mano de obra y a la recalificación de la misma.
Aunque la mayoría de las empresas se adapten y sobrevivan, las restricciones duraderas a la actividad económica provocarán daños importantes. La evidencia hasta ahora es que el apoyo a la liquidez ha sido eficaz y las quiebras empresariales han disminuido. Pero a medida que la deuda de las empresas aumente, los casos de insolvencia se multiplicarán. Parte del costo se trasladará a las finanzas públicas, bajo la forma de condonaciones de deuda, con un costo fiscal considerable. Una hipótesis es que terminada la pandemia la economía exhiba altas tasas de crecimiento como consecuencia de una demanda reprimida, reflejada en un exceso de ahorro acumulado. Pero si no se produce una fase clara de terminación de la pandemia, es posible que la gente siga ahorrando en forma precautoria. Este escenario haría mas reacias a las empresas al momento de decidir nuevas inversiones, lo que iría en detrimento tanto de la producción potencial como de la demanda agregada. El gobierno no sólo tendrá que proteger a las personas y a las empresas, sino también sostener la demanda para mantener la economía en su potencial (ya disminuido). Como ya se ha dicho, esto puede suponer un costo presupuestario considerable.
Olivier Blanchard y Jean Pisani-Ferry, en la página web del Petersen Institute for International Economics (Washington, DC)
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