Al terminar el siglo XIX, como consecuencia de la encíclica “Rerum Novarum”, la Iglesia católica uruguaya decidió tener un rol más activo en la sociedad a la que pertenece. En función de ello, surgieron tres organizaciones para viabilizar dicha acción, las llamadas tres “uniones”. La Unión Cívica, que actuaría en el plano político; la Unión Económica, que será el brazo económico (por ejemplo, actuaría en la creación de cooperativas agrarias y en la creación de la cajas) y la Unión Social, cuya tarea fue definida como como “formación de conciencia cristiana”. Las Cajas Populares son una creación de la Unión Económica y su norte principal es el fomento de toda institución que favorezca el bienestar de las clases trabajadoras.
Desde un ángulo político, a comienzos de siglo, el Uruguay terminaba con los levantamientos en armas (en el año 1904) y empezaba el período de profundos cambios impulsado por el primer batllismo. Como consecuencia de ello, el gobierno central se volvió realmente gobierno central, unificando la campaña y logrando que la administración del gobierno llegara a todos lados por igual. Los partidos políticos uruguayos dirimirían sus diferencias en las urnas a partir de ese momento. Ahora bien, la tarea de llevar la administración estatal a todos los rincones requería también de actividad bancaria en todos lados por igual, y ese es quizás el gran logro de las primeras tres décadas del siglo XX en Uruguay. Quizás, y seguramente sin proponérselo, el batllismo estimuló la creación de las cajas. En efecto, dada la impronta laica de las ideas de José Batlle y Ordóñez, probablemente las organizaciones de base religiosa (caso de las cajas) tomaron impulso como una forma de reaccionar y reafirmar sus ideas en la sociedad del momento.
Gustavo Concari, en “Las cajas populares en la primera mitad del Siglo XX en Uruguay”, cuadernos de RSO (Universidad Católica del Uruguay)
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