Un período poco conocido de nuestra historia regional, es aquel en el que tuvo lugar la notable experiencia de las Misiones Jesuíticas. También es poco conocida la magnitud geográfica, social, cultural, económica y política de aquel modelo de sociedad. Cómo fue que se puso fin a aquella organización, cuánto ofrendaron sus pobladores a la causa “artiguista”, cuánto contribuyeron sus descendientes a la formación de nuestra nación, son todos temas que en gran medida son ignorados. Sus principales protagonistas fueron, la Compañía de Jesús y las poblaciones indígenas de la etnia guaraní.
La creación de la mencionada orden, había sido aprobada por el Papa Pablo III en setiembre de 1540. Sus miembros, conocidos como “jesuitas”, en 1549 ya estaban arribando al continente sudamericano y desembarcando en las playas brasileñas. Pocos años después, otros de sus miembros llegaban al Perú por la costa del Pacífico.
Por su parte la población guaraní ocupaba el corazón de nuestra América del Sur. A través de su tradición oral, sabían que en el pasado sus tierras habían sido visitadas por un hombre que a su paso trasmitía valiosas enseñanzas. Este personaje al cual recordaban como “Pa’í Sumé”, había llegado desde el oriente. Irradiando mucha sabiduría, a medida que se desplazaba iba trasmitiendo sabios consejos. Siguiendo en dirección al poniente su rastro se perdió en los Andes. En sus manos portaba una gran cruz y les hablaba de la existencia del “ivy marae’y” -la tierra sin mal- una especie de paraíso terrenal en el que abundaban los alimentos, no existían enfermedades ni conflictos.
La llegada de nuevos contingentes de jesuitas fue consolidando las posiciones establecidas en Brasil y Perú. Rápidamente sus hombres fueron penetrando al interior del continente y tomando contacto con aldeas indígenas de jamás habían visto al hombre blanco.
Los intrépidos religiosos al tomar contacto con los guaraníes y conocer su mitología, encontraron en ella, importantes puntos de apoyo que facilitaron el éxito de su tarea evangelizadora.
El avance sin pausa de la Compañía de Jesús hacia el interior del continente, tuvo un momento trascendente cuando en 1588 un grupo de jesuitas proveniente de San Pablo y otro que provenía de Lima, se encontraron en Asunción.
Allí establecieron una muy importante base de operaciones que fue determinante para el desarrollo de las futuras tareas de evangelización que iban a llevar a cabo.
En 1604 la Compañía de Jesús crea la Provincia Jesuítica del Paraguay que comprendía una importante porción del continente sudamericano que abarcaba los actuales territorios de Paraguay, Argentina, Chile, Bolivia, Brasil y Uruguay. La sede de la administración de esta nueva provincia jesuítica fue establecida en la ciudad de Córdoba, en donde la orden pronto creó prestigiosas instituciones de enseñanza y formación de nuevos sacerdotes. Poco después residencias de jesuitas fueron siendo establecidas en Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, Asunción, etc.
La comunicación con los guaraníes inicialmente se llevaba a cabo gracias a la participación de lenguaraces, mestizos que hablaban guaraní (generalmente la lengua materna) y español o portugués (la lengua de su padre europeo). Una de las tareas encaradas por los jesuitas fue la de entender y hablar la lengua guaraní.
¿Cómo hablar con los caciques, con los niños, con los ancianos y demás miembros de una tribu? ¿Cómo catequizarlos? El manejo de la lengua guaraní pasó a ser una necesidad de primer orden.
Luego vino la etapa de desentrañar la lengua y llevarla a la forma escrita. Esa importantísima misión estuvo a cargo del Padre Antonio Ruiz de Montoya, sacerdote protagonista de memorables hazañas y cuyo nombre hoy distingue a prestigiosos centros de estudios de varios países sudamericanos.
Una vez que la lengua guaraní fue adoptada como herramienta de comunicación, la misma fue de aprendizaje obligatorio por las huestes de nuevos sacerdotes que iban arribando. Estos pasaban por distintos niveles de aprendizaje, hasta que recién al manejar el nivel superior, podían acompañar a los fieles nativos que deseaban acceder al sacramento de la confesión.
En los primeros tiempos la tarea de evangelización llevó a los sacerdotes de esta orden a establecerse temporariamente en distintos pueblos. Eran misiones itinerantes. Iban de aldea en aldea. Permanecían en ellas por poco tiempo, luego se dirigían a otras. En 1609 la Compañía de Jesús adopta una nueva modalidad que es la de crear misiones permanentes. Se establecían en un lugar elegido y a partir de allí invitaban a las tribus vecinas a sumarse al nuevo pueblo o “reducción” (término que comenzaron a usar).
Para esa tarea organizaban partidas integradas por un sacerdote y algunos indios ya catequizados, quienes se acercaban a las aldeas que iban conociendo en el interior de la selva. Esa tarea no estaba exenta de serios riesgos. En ese intento varios perdieron la vida. Los hechiceros eran sus peores enemigos. Sin embargo, cuando el cacique tomaba la decisión de integrarse a una reducción, toda su aldea lo seguía.
La primera de estas reducciones fue creada en Paraguay, recibió la denominación de San Ignacio Guazú y quedó situada al oriente de Asunción.
Desde allí se dirigieron hacia el Paraná y en ese trayecto fueron fundando nuevas reducciones. Luego se internaron en la gran región del “Guayrá” que comprendía gran parte de los estados brasileños de Paraná y San Pablo.
Finalmente llegaron al río Uruguay y establecieron varios pueblos en la margen occidental. Luego cruzaron a la margen oriental y en la región de los “Tapes” continuaron su tarea evangelizadora mediante la fundación de nuevas reducciones.
En la región del “Guayrá” como en la de los “Tapes” fueron fundando importantes reducciones. Estos pueblos comenzaron a ser objeto de mortíferos ataques de ejércitos mercenarios bandeirantes que provenientes de San Pablo incursionaban en la región con el propósito de esclavizar a las poblaciones indígenas.
Estos implacables ataques tuvieron un alto costo entre las poblaciones misioneras guaraníes, que por disposición de la Corona Española estaban impedidas de poseer armas de fuego.
(*) Autor del libro Venimos de Pueblos Incendiados.